La experiencia de subirse a la locomoción pública, en prácticamente cualquier región de Chile, es bastante similar. Algo pasa en el ítem de Transporte Público, que se quedó congelado en los 90 y nunca más se modernizó. Aunque hubo intentos y algunos avances. Me permito hablar del ejemplo del “Gran Concepción”, porque es donde a diario me subo a una micro.
Súper resumen: antes del 2002, las micros en Concepción eran de colores. Cada línea además se caracterizaba por tener nombres tan diversos como “Las Galaxias”, “Ruta Las Playas”, “Sol Yet”, “Centauro”, “San Pedro”, “Palomares”, etc, etc. Los nombres permanecen, pero ese año a través de una consulta ciudadana, se determinó pintarlas de azul triste. Como si la ciudad no fuera ya lo suficientemente gris.
El proyecto de las Biovías apareció el 2005 como la gran promesa que mejoraría nuestro sistema de transporte. Lo hizo en parte: llegó el Biotrén, se crearon los corredores especiales para los buses y se ordenaron los paraderos en el centro de Concepción. En agosto del 2016, una nueva consulta ciudadana buscaba mejorar la percepción negativa que los penquistas tenían de su sistema de locomoción. El Intendente de ese tiempo, Rodrigo Díaz, (hoy Gobernador Regional), fue el primero en votar.
Se creó hasta una página web para elegir nuevos y más alegres alternativas de colores. Se llama www.pintatubus.cl (que ya por supuesto no existe, pero les dejo el link de la nota de ese entonces). Y todo esto también incluía nuevas condiciones de operación para renovar el actual sistema de transporte con “mejores frecuencias, control de flota en línea, extensión horaria de los servicios, nuevas variantes y mejores condiciones laborales también para los conductores”.
Los empresarios microbuseros solicitaron financiar este proyecto con el presupuesto del plan de Perímetro de Exclusión, y esto complicó a las autoridades de la época, porque esa idea, archivada y postergada varias veces, implicaba un cambio mayor. Un cambio que, sin duda, le habría dado dignidad a nuestra locomoción, pero no había financiamiento. Después vino el cambio de Gobierno, el segundo del Presidente Piñera, donde tampoco hubo avance alguno.
El Perímetro de Exclusión hoy tiene una nueva oportunidad de concretarse, al menos así lo han anunciado las autoridades, con implementación de GPS en los buses, el uso de una aplicación y la solicitud de contar con pago automático. Pero lo que se promete llega tarde. Tarde porque el campo automotriz en el Gran Concepción ya colapsó las principales vías. Claro, la alternativa ante un sistema de transporte inseguro fue para muchos comprar un auto y en estos momentos la congestión vehicular en comunas como San Pedro de la Paz, son parte de la rutina. ¿Se pudo haber evitado? ¿Cómo nadie lo vio venir?
Que el chico italiano se haya sorprendido, no es una novedad. Si hay algo que funciona bien en Europa, es el transporte público. Capitales y no capitales, urbano e interurbano. Hay un respeto por el ciudadano y una de sus necesidades básicas esenciales: poder transportarse seguros al colegio, al trabajo, a casa. Respeto que también es correspondido por las personas que cuidan su medio de locomoción.
No es normal ir en una micro llena de personas apretadas como si fuéramos animales. No es normal tener que gritar para que la micro pare porque el timbre está malo. No es normal que los choferes se vean expuestos a una inseguridad tremenda. No es normal que los estudiantes y adultos mayores tengan que aguantar insultos porque, por un derecho justo, pagan una parte del pasaje. No es normal que los choferes peleen por el boleto cortado ni que bloqueen en un cruce a la micro que viene atrás para que no tome pasajeros. ¡No es normal esperar una micro por la noche y que no pase!
Nada de esta situación es normal. Pero como decía al comienzo, es un asunto al que hemos sido, tristemente, obligados a normalizar.