Para el reparto de los recursos se utilizaría el mismo sistema con el que se entrega el Fondo Nacional de Desarrollo Regional, es decir un % a cada región sobre la base de 8 parámetros conocidos y actualizados cada 2 años.
Hasta ahí todo bien. Pero, tal como ocurre siempre con regiones, los fondos no se repartieron en un 100% -a pesar de que el Transantiago se los gastaba íntegros- y fueron quedando en la capital invertidos en depósitos a plazo o bonos del tesoro hasta llegar a una cifra de 508 mil millones a fines del 2020 (más de 600 millones de dólares para hacerlo más comprensible).
El año 2022 el FAR debía repartir 518 mil millones a regiones, de los cuales 402 mil millones provendrían del “espejo” del Transantiago de ese año y 116 mil millones retiros de lo que por años se había acumulado. Pero solo se entregaron 462 mil millones.
Atacama, Coquimbo, Maule, Ñuble, Los Rios y Aysén vieron rebajados sus ingresos en 56 mil millones de pesos. Requerido el Ministerio de Hacienda, informan que esta rebaja de fondos “se debió a que dichos Gobiernos Regionales no ejecutarían la totalidad de sus presupuestos de inversión, por lo que no fue necesario distribuir todos los recursos presupuestarios en dichos casos”.
¿Cómo deberíamos leer esta respuesta? Es muy extraño, a la vez que las regiones claman por mas recursos. ¿O acaso en 6 regiones no hay aceras que reparar, caminos que pavimentar, escuelas que construir o proyectos de ciencia y tecnología que llevan décadas esperando? ¿Sabrán las autoridades de esas regiones o los ciudadanos que, a sola firma del Ministro de Hacienda, les rebajaron miles de millones de pesos que podrían haber servido para enfrentar obras mayores, por último al año siguiente?
Si esto les parece raro, aún más extraño es esto otro. Se consultó que pasó con las utilidades que generó el tener cientos de miles de millones de pesos en depósitos a plazo (cerca de 2 billones de pesos). La respuesta dada por la directora de Presupuestos, en el ord. 1407 del 3 de mayo indica: “Los aportes al fondo están definidos en la ley 20.378, no indicando dicha ley que el producto de la rentabilidad del fondo, formen parte del mismo”.
Puede que sea un error ya que no creo que nos estén tomando el pelo. La utilidad generada por “nuestros” fondos se gastaron en otra cosa (y ningún dato de cuánto fue).
Los dineros para ser administrados por las regiones han tenido un régimen especialísimo en los últimos 20 años. A veces suben, a veces bajan sin mucha explicación y hoy representan solo el 2,2% del presupuesto público; y a pesar que hubo elección de Gobernadores y se suponía que muchas cosas cambiarían (no considero el típico discurso regionalizador), finalmente en este western hay un solo jovencito: el ministro de Hacienda que da y quita recursos para lado y lado sin que nadie le ponga un parelé.
Fé en la nueva ley de rentas regionales: hasta ahora, ninguna.