Luego del respiro que tuvimos en febrero con una variación mensual de -0,1% en el IPC, este mes de marzo volvimos a tener cifras negras: el alza de un 1,1% nos mantuvo con una inflación que -a doce meses- sigue estando en los dos dígitos (11,1%). Y, si bien a ratos pareciera que la economía chilena mejora, no podemos perder de vista lo lejos que estamos de volver a tener una inflación que bordee el 4% como en los tiempos prepandemia.
El escenario es complejo, porque los factores son variados y dinámicos. Por un lado, como lo mencionó el Banco Central en su último Informe de Política Monetaria (IPoM), está el panorama económico global que, sin duda, afectará a Chile por la baja en la demanda externa.
Pero también están las decisiones que se pueden tomar en nuestro territorio. Como la inminente discusión parlamentaria de un nuevo proyecto de retiro de las AFP, que a todas luces parece peligroso. La idea del sexto retiro suena ilógica en este contexto. Los expertos lo han dicho, incluso la gente en las calles lo sabe: si inyectamos mayor liquidez, los precios suben y con ellos la inflación.
El camino se pone más cuesta arriba cuando vemos que el Índice Real de Remuneraciones (INE) en doce meses disminuyó un 0,7%, por el efecto que tiene el IPC sobre los sueldos. En simple, si la inflación sigue al alza, los sueldos de las personas siguen a la baja y pierden su poder adquisitivo. Con los $1.000 que antes compraban un kilo de pan, ahora compran medio.
El IPC no da tregua y los retiros de la AFP parecen ser más algo político, que técnico. Ante esta realidad, las personas no tienen otra alternativa que tomar opciones que resguarden su economía: ahorrar, pagar sus deudas y si ya no es posible, optar por el difícil camino de la quiebra.