Es una buena noticia que, en el mundo y particularmente en nuestro país, se observe un incremento de la presencia femenina en cargos directivos de las instituciones de educación superior, de hecho durante 2023 la participación de mujeres en los cargos de máxima autoridad alcanza al 18,6%.
También hace unos días, se informaba el aumento de la participación de mujeres en directorios de empresas en nuestro país durante 2022: desde 13,2% a 14,7%, según un reporte de los ministerios de Hacienda y Economía, la Fundación ChileMujeres y la OIT, y llegando a 23% en el caso de grandes empresas (ranking IMAD 2022).
El rol del liderazgo femenino en instituciones y organizaciones de nuestra sociedad adquiere mayor importancia en un contexto en que se observa la persistencia de brechas de género en diversos ámbitos, como es la participación y nivel de ocupación femenino en el mercado laboral, o su presencia en profesiones del área de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), que son las mejor remuneradas.
En efecto, el liderazgo femenino en educación superior representa una oportunidad cierta para avanzar de manera decidida en el cierre de brechas formativas asociadas al género, y en la implementación de fórmulas que fortalezcan la empleabilidad de las egresadas y su desarrollo de carrera, como es la formación de redes que faciliten su inserción y la posibilidad de trayectorias formativas flexibles, entre muchas otras acciones afirmativas.