En la actualidad se está haciendo visible el desarrollo de Inteligencias Artificiales (IA) como Chat GPT, en donde se ha observado que fácilmente pueden realizar ensayos muy acertados sobre algún tema e incluso crear obras de “arte” muy interesantes.
Existe un debate en donde nos preguntamos: ¿hasta dónde llegará el alcance de estas aplicaciones? ¿traerán alguna consecuencia negativa para el ser humano, como su reemplazo o incluso su suplantación?
Esto me hace preguntar si las IA en algún momento podrán reemplazar al ser humano en actividades tan esenciales como en la creación de vínculos afectivos. Estas aplicaciones digitales parecieran aprender a una velocidad inmensa e incluso ser capaces de transformarse con la información que van obteniendo. Por lo que no es algo tan fuera de serie pensar si algún día se convertirán en una especie de “persona”.
Sin embargo, encuentro que existe una brecha que hace muy difícil aquello. Una de las características intrínsecas del ser humano es que, según Heidegger, el ser humano se va construyendo con su ambiente, lo que este filosofo llama “el Dasein”.
Este fenómeno no es solo recopilar información, es una construcción “tangible”; el ser humano aprende y construye desde lo que “puede tocar”, desde sus sentidos. Por otro lado, las IA no tiene un acceso sensorial hacia el mundo, sino que aprenden desde la “información digital”. No es lo mismo aprender desde la recopilación de información que hacerlo desde una experiencia sensorial.
Se le suma a lo anterior, el que las experiencias sensoriales contienen una carga emocional, que también nace desde las sensaciones corporales. Una IA puede simular una emoción contemplando diferentes factores e información digital, pero no es capaz de experimentar una.
Por ende, no es capaz de conectar emocionalmente. Como refiere el filósofo Byung-Chul Han, las IA son infómatas, se mueven en el mundo de la información digital. No tienen acceso a las “cosas”, es decir, a la realidad.
No es lo mismo acceder a la realidad de forma directa por nuestros sentidos, que hacerlo por medio de la “información que tenemos de la realidad”. Este filtro ya cambia la experiencia, la convierte en algo más limitado.
En la actualidad, podríamos hablar de que las Inteligencias Artificiales son expertas en juntar información de una forma eficiente para nuestros objetivos personales. Pero esto no reemplaza la necesidad de hacer un análisis crítico que contemple el componente emocional de lo que queramos realizar.
Lo ético, valórico y/o moral no es abarcable desde un pensamiento lógico-algorítmico; sino que es algo que se va transformando dialécticamente entre el ser humano y el mundo que le rodea.
Mi invitación es a usar estas IA comprendiendo sus alcances, entendiendo que, si tus objetivos son necesidades de índole emocional, una IA podría quedar limitada en su aporte para la satisfacción de aquello. Lo emocional contempla el mundo de las sensaciones, lo real, las cosas que ocurren en el presente, en el “aquí y ahora”.