Estos días de navidad la plaza de la Constitución ha tenido en su centro un árbol de navidad, con lucecitas que prendiendo al atardecer como fiel reflejo del ambiente que se vive en estos días. Pero no solo está eso, también hay un par de juguetes en el exterior en la puerta de ingreso al palacio presidencial chileno: dos cascanueces que ocupan el lugar que históricamente ha ocupado la guardia presidencial de Carabineros de Chile.
Así le mostramos al país y al mundo una imagen de gobierno infantil y adolescente, concordante con estos largos nueve meses de Gobierno del presidente Gabriel Boric en que hemos visto demasiada impericia.
Todo esto con múltiples expresiones vertidas a lo largo de su corta historia; tomas de establecimientos, huelgas de hambre falsas, cambios radicales de discurso, deprecio de toda autoridad o símbolo cultural que no concordara con sus creencias cosmopolitas y de sentirse moralmente superiores; sin olvidar su comportamiento como oposición en años anteriores, su comportamiento como movimiento estudiantil y su rol como dirigentes de colegios profesionales.
Parte de este comportamiento lleva a recordar los cuentos de Pedro Urdemales, quizás la mejor expresión del pícaro que engaña a todos por salirse con la suya y en el que su arte es fabular.
En tiempos en que la política ha sido invadida por la farándula hasta el hastío, lo malo para Chile es que las aventuras de audacia como las de Urdemales no pueden ser eternas en un país sumido en una crisis tan profunda en lo económico, social, de orden público, lo que, sumado a la fuerte depresión colectiva producida por el temor a la violencia y del sentimiento de un país invadido por una inmigración sin control, son el pan de cada día.
La crisis que incubada y desarrollada en Chile por audaces que crearon un propicio escenario, para un canceroso falso por ejemplo, que llegó a ser vicepresidente de la Convención, también los encontramos en las barras bravas del fútbol incorporadas a la política, que tienen su peor expresión en el rol que jugaron en la insurrección octubrista en la que activamente participaron; ahora un sujeto que proviene de ese mundo violento de las barras bravas pretende haber liderado el Rechazo, amenaza y funa, ante lo que solo corresponde condenarlo y repudiar. Los actuales gobernantes fueron actores en la irracionalidad de los días de octubre del 2019 en adelante, eso sí a una prudente distancia de la violencia desatada, tenían claro que era peligroso…
Es la oportunidad para recordar a la adolescente María Música, vertiendo agua sobre la ex ministra de Educación Mónica Jiménez, a José Antonio Kast golpeado y escupido por una turba de jóvenes ‘progresistas y tolerantes’, la ex ministra de Educación Mariana Aylwin perseguida en una calle de Santiago por machitos de seguro autodefinidos como feministas a los que debió enfrentar. Los presidentes Piñera y Bachelet, también agredidos durante sus mandatos; y cómo no recordar las decenas de profesores atacados violentamente durante estos años por estudiantes protegidos y promovidos por mayores que soñaban con ver cumplidos sus sueños revolucionarios, o con rostros de los medios de comunicación embriagados al parecer por la fama y por el fuego.
Así, como adolescentes engreídos, defendían principios irrefutables para ellos desde el lugar común, hoy muy pocos creen en sus cambios de opinión porque otra cosa es la realidad, ser oposición es fácil para los duros, lo complejo es gobernar.
La crisis en que tienen sumido a nuestro país es demasiado grande, más de tres años por delante en que no se avizora que los que están en La Moneda cambien o entiendan que la política, y sobre todo gobernar un país no es un juego, no es solo una batería de frases o palabras altisonantes, pero vacías como varias que hemos escuchado o leído.
Frases hechas en función de puntos de prensa, con discursos grandilocuentes con la vista perdida en horizontes inexistentes con preparadas puestas en escena.
Cómo no recordar a nuestros mayores cuando nos decían: ¡Ya niños vayan a hacer las tareas porque ya jugaron bastante!