Agencia UNO

25 de octubre

28 octubre 2022 | 12:40

Chile es asolado por el miedo desde el último trimestre de 2019 producto de la violencia desatada, que ha permitido la destrucción de bienes públicos y privados, irrespetando a la fuerza pública, sembrando el terror en calles y plazas, funando a los que piensan distinto, ridiculizando a los que se negaron a sumarse a este raro clamor de libertad en la vía pública, y saqueando lo que tuvieran por delante, porque buena parte de todo lo realizado por los hechores directos fue sin duda alguna en estado anormal de la conciencia.

No es un secreto que una parte importante de los que se manifestaron pacíficamente el 25 de octubre de ese año lo hicieron por el factor miedo. Participaron para no ser socialmente castigados, e incluso no pocos asistieron porque pensaban que era un evento en contra de la violencia. Ese día muchos también quizás se reunieron en las calles de Santiago como parte de la moda. Cantaron, saltaron y se sintieron orgullosos de aquello que los juntó, pese a que hasta hoy, muchos de seguro no sabían qué se pedía.

Otro tema es la convocatoria real del evento, que muchos tildaron como la concentración más masiva de la historia: “hubo un millón y medio de personas” anunciaron. Sin embargo, los cálculos reales no habrían superado las 500 mil. Lo mismo que en la antesala del plebiscito del 04/09, cuando las pantallas de los noticiarios daban cuenta de una Alameda completa -de oriente a poniente- atiborrada de asistentes, lo que según algunos daba cuenta de un triunfo seguro del Apruebo y no les fue suficiente para obtener al menos un digno resultado.

El miedo también jugó un importante rol para el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” del 15/11/2019, que como todos sabemos se cumplió, pero en parte. Y ello tiene que ver con la violencia, que siguió haciendo estragos. Por temor y oportunismo la clase política tuvo que aceptar distorsionadores a la ley electoral, paridad, escaños reservados y pactos entre independientes.

Por temor también se aceptó una franja electoral con espacios de claros tintes anarquistas, con la primera línea siendo recibidos y aplaudidos en el Congreso. Conocidos rostros de la televisión que en cámara se acompañaban del “perro matapacos” y usaban las poleras de ACAB, hasta ahora estos no dan la más mínima explicación de su actuar.

Hoy, cuando se sabe que la denominada “revuelta” fue planificada y digitada de principio a fin, conviene preguntarnos qué habría pasado en Chile sin la lamentable pandemia. Aunque no obstante el Covid-19, la violencia no desapareció del todo, la tuvimos de manera verbal por parte de dirigentes gremiales en contra de autoridades gubernamentales, la tuvimos en la forma de acusaciones constitucionales contra ministros y contra el Presidente de la República, siendo este el objetivo de ese intento de golpe al Estado.

Pero el miedo se comienza a manifestar también en la elección de constituyentes con la baja participación de electores, que en esa ocasión fue solo de 41,51%.

Lo que vino por delante, desde el día de instalación de la Convención Constitucional fue la mejor campaña del terror conocida a nivel mundial realizada por la mayoría que la controlaba, desbordes racistas, intolerancias, cancelación, afán de destrucción del país, demolición institucional, odio por lo símbolos patrios, proyectos identitarios. Todo esto en un ambiente de circo de dos pistas: la Convención y el Gobierno, este último en la intervención electoral más descarada desde el retorno de la democracia; promoción, distribución, repartición de un texto que solo les ayudó en su derrota.

Mientras tanto ahora, el Gobierno, los parlamentarios, directivas partidarias, dedicadas a los bordes, a los límites, al encuadre. Increíble, porque del resultado del reciente plebiscito nada. De seguro, los cinco millones de nuevos votantes deben estar en estado de estupefacción porque para estas autoridades importan muy poco, mientras se sigue con que Chile quiere una “nueva y buena constitución”.

Desde el Parlamento lo que tiene que surgir es una iniciativa inmediata para que el Ejecutivo ponga en discusión un paquete de proyectos de ley para enfrentar la delincuencia, la inmigración descontrolada, respaldo a Carabineros y a la PDI en todas sus formas. Financiamiento, respaldo legal, respaldo en el uso de la fuerza, nada de proporcionalidad, rebajar la edad de imputabilidad, revisión del Código Penal (endureciendo penas), activar expulsiones de inmigrantes ilegales.
Y el Gobierno a gobernar y preocuparse de verdad del gran problema que llegó. ¿Y cuál es ese? “the economy……”.