Esta es una invitación a considerar la idea de una escultura de luz en la "Plaza de los Cambios / Baquedano / Italia / de las Mujeres / de la Dignidad". Imagino un monumento en que la luz permite que el General Baquedano vuelva a la Plaza a encontrarse con la ciudad. En su regreso, la estatua aparecerá por un momento cabalgada por una mujer de torso desnudo que quisiera guiar a la hueste hacia su futuro común. Una última imagen, del caballo sin jinete, reinicia la serie en que la estatua es el espectáculo rítmico y silencioso de su propia historia.
Imagino un holograma mudable levitando sobre el plinto de la estatua del General Baquedano. Una historia múltiple con hambre de luz.
Veo la imagen perfectamente suspendida del aire y la veo transformándose lenta y abruptamente. Primero por los colores, luego por la multiplicación de los jinetes y los malabares de la jinetada.
La estatua, ventilada por los trapos y las banderas que flamean desde su plataforma, destella en cada uno de sus momentos de luz y de penumbra, reunidos para dar lugar a un pasado más pleno. Una historia en la que coexisten todos sus momentos como en un territorio poblado de contrapuntos. La plaza vuelve a su urbanidad como fragua de las imágenes que nos convocan.
La idea es hacer girar, a dos metros sobre el plinto de Baquedano, una serie de tres imágenes: La estatua de Baquedano; la misma estatua pintada y cabalgada desde su cabeza por una mujer enarbolando una bandera negra y una mapuche (8 de marzo de 2020); la estatua del caballo sin jinete (obra de Carlos Altamirano).
Cada una de las apariciones gira sobre su eje completando tres vueltas en un minuto. Entre una y otra, se suceden pausas de 30 segundos sin imagen. Las tres imágenes pueden rotar durante una hora cada día.
Los horarios serían variables, según la relación que podamos establecer entre la instalación y las luces de la noche, el atardecer y el día. Los horarios podrán seguir los distintos usos del tiempo en el vecindario. Puede haber un encendido, por ejemplo, a la hora de los panaderos, en el final del transporte colectivo o en el cierre de los restaurantes del barrio.
El monumento que imagino está destinado a sincerar el vuelco hacia el presente que agita a todo acto de memoria. En el ritmo del encendido y el apagado de las luces, el monumento insiste en que solo hay memoria del porvenir.
La Plaza de los cambios
Una Plaza holográfica es necesaria para reparar las heridas de la ciudad y recuperar los orgullos de la ciudadanía. El proyecto es un ejercicio de respeto y de celebración para cada identidad sometida a la fragilidad de los lazos de amabilidad entre los chilenos. La Plaza de los Cambios es un espacio de justicia múltiple, que honra a la diversidad y que reanuda desde este lugar la circulación de los cuerpos imaginarios que dan forma a la ciudad.
¡Aquí cabemos todos! Las mujeres en busca de emancipación y de igualdad, los trabajadores del sector, los comerciantes y los transeúntes en busca de paz, los Mapuche que quisieran ser reconocidos en la ciudad, el propio Baquedano y el viejo imaginario heroico en retirada, los estudiantes que pasan y los que gritan, los viejos en demanda de una dignificación de la vejez e incluso los Carabineros y el eterno aprendizaje de civilidad de todos los que concurren esperando íntimamente volver a encontrarse en la Plaza con la vieja fotografía de cajón.
Es necesario que la Plaza se haga cargo de su descampado. No es lo mismo una explanada en barbecho que un sitio baldío dejando podrirse su memoria en el retorno a la pura funcionalidad.
El proyecto devuelve su protagonismo a la plaza, recuperándola como lugar de encuentro de las miradas, los espíritus y los cuerpos que flotan en el ambiente aéreo del lugar. Un monumento de luz devuelve la plaza a la ciudad como estación de paso y nudo de reconexión histórica de la sociedad.
La Plaza ha sido y seguirá siendo el cruce entre los distintos estratos que forman la ciudad. Es un lugar de cambio en los paisajes y en la densidad de las historias. Se trata del nudo de conexión de los barrios antiguos y los nuevos que debe dejar atrás las estrecheces de su fisonomía y buscar la explanada. No solo un paradero y un cambio de línea del Metro, sino una fragua de la diversidad chilena.
Los nombres de la Plaza
La Plaza tendrá hasta cinco nombres que serán reconocidos por el Estado y que marcarán el compromiso chileno con la diversidad por sobre cualquier tipo de economía funcional.
Se llamará a un pronunciamiento público, comunal y nacional, para definir los cinco nombres que se reunirán en la Plaza. Dos nombres serán elegidos por las comunas y tres por la encuesta nacional.
La Plaza de los cambios será llamada /de la Dignidad / Italia / Baquedano / de las mujeres / de la Unidad y todos esos nombres se anotarán en la Plaza misma y en la estación del Metro mientras que cada cuál podrá llamarla como prefiera, eligiendo entre los nombres otorgados por la ciudadanía.
La arquitectura urbana por venir
El acontecimiento histórico que estamos atravesando desde 2019 nos ha convertido a todos en minoridades. Cada una de las manifestaciones y de los contingentes que han marchado lo han hecho en su carácter de minorías avasalladas. Desde las grandes marchas de mujeres, pensionados, estudiantes y diversidades sexuales, hasta los desfiles huasos en defensa de tradiciones maltratadas, sin olvidar la misma marcha del General rompiendo el sitio de la plaza.
Todos somos sujetos ofendidos que exigen respeto a su condición y su diferencia. Todos tenemos razón porque tenemos derecho a participar francamente, sin que otro pueda reclamar una eminencia excluyente condenándonos a las astucias de la clandestinidad.
En la ciudad que viene, lo público se opone a lo clandestino y a lo meramente funcional en cuanto causa de exclusiones y marginalidades.
Nos hemos ganado el derecho a la diversidad. Parece tan simple y tan inofensivo que concita de inmediato la unanimidad de los oyentes. La audiencia empieza a enervarse cuando se nos informa que las mujeres y no los guerreros son los que ocupan ahora el primer lugar en la imaginación de lo que nos reúne en un Estado más acogedor.
Un Estado que deja atrás las constricciones de un sistema binario que dictaba la virtud o la cancelación de lo que cabe en la imaginación común. No un aparato cultural uniformador sino uno inclusivo de la más amplia diversidad.
El desafío que tenemos es el de incluir a los inconciliables. Abrir un espacio de coexistencia cuya inclinación es la tolerancia y el respeto a las diferencias porque esos son los ingredientes necesarios para seguir ocupando la Plaza.
Monumentos animados
Los monumentos ya no pueden ser levantados ni contemplados como exaltaciones sobrepuestas a sepultaciones del pasado. Ya es hora de liberar a los fantasmas y dejar que nos asusten y nos reconforten.
Entramos en una época en que la memoria pública necesita incorporar los detalles, las anécdotas y las pérdidas, las propuestas fallidas y los accidentes, junto a las grandes gestas de nuestra historia. Esa demanda por lo que ha sido pasado a llevar, por lo pequeño y lo accesorio es la que resume la exigencia de dignidad y de derechos de todas las existencias minoritarias que habitan en nosotros.
Los muros han caído y las puertas que los recuerdan ya no pueden ser cerradas. La memoria ya no puede levantarse sobre la rigidez de una única inspiración destinada a capturar la imaginación pública por toda una eternidad.
Todos los pequeños elementos de la gesta urbana tienen derecho a presentarse ante nosotros y de exigir un lugar en nuestra memoria. La suma de todos ellos forma el monumento de las coexistencias, no de la síntesis, ni la determinación de un resultado sino el desfile de todos los sumandos que no se asimilan, permanecen diferentes y a veces en conflicto, pero que comparecen en el mismo espacio monumental.
La experiencia de las derrotas vividas y las fragilidades experimentadas es la que nos reúne en un plano de igualdad imaginaria del que ya no podemos sustraernos para volver a la falsa majestad de los mundos unidimensionales.