En los últimos años, pese a la pandemia, el Ataque Cerebrovascular (ACV) se mantiene en un triste podio, liderando las causas de muerte y discapacidad en Chile. Son casi 40 mil casos al año, 1 cada 15 minutos. No podemos olvidar que el mejor ACV es el que no ocurre. La Organización Mundial de ACV ha puesto gran parte de su esfuerzo en educar y difundir que el 90% de los ACV se deben a factores de riesgo que son manejables. Por lo tanto, la estación inicial de la Ruta del ACV es la prevención.
El ACV isquémico se presenta de manera súbita, debido a que se tapa alguna de las arterias que le lleva sangre al cerebro. Sus signos más comunes son: asimetría facial, lenguaje incoherente y debilidad de un lado del cuerpo. Basta uno de ellos para tener casi un 80% de probabilidad de estar sufriendo un ACV. Son 2 millones de neuronas que se pierden en promedio desde que se tapa una arteria, por lo que su reconocimiento es fundamental para actuar lo antes posible. Tiempo es cerebro.
En Chile, son muchos los centros que se han capacitado para atender a pacientes en su etapa aguda. Varios ocupan la estrategia del “Código ACV”, que permite a cada integrante del equipo conocer cuál es su rol en el manejo del paciente. Es crucial una imagen urgente del cerebro que permita descartar hemorragia y confirme la oclusión de una arteria. Actualmente, contamos con estrategias de recanalización que se pueden utilizar en cada vez más pacientes: uso de un fármaco por vía intravenosa que rompe el coágulo, llamado trombolisis; y un dispositivo que se introduce por vía arterial y se lleva hasta el coágulo para retirarlo: trombectomía mecánica.
La comunidad neurológica tiene claro que estas estrategias no están distribuidas de forma uniforme en nuestro país, por lo que se trabaja incesantemente para generar mejoras, educar y prevenir. El Grupo Asesor de Neurología del Minsal publicó el Modelo de Gestión de la Red Neurológica en la atención de las personas con ACV. Estamos muy entusiasmados por empezar lo antes posible su implementación.
Durante la hospitalización, el paciente se mantiene monitorizado y se realizan exámenes para determinar cuál ha sido la causa de su ACV, y así individualizar la terapia de prevención secundaria, para que no sufra otro. En paralelo, se inicia una de las estrategias más importantes: la rehabilitación.
Hay pacientes que lamentablemente fallecen y otros que quedan muy comprometidos en su funcionalidad. La mayoría debe continuar su plan de rehabilitación para recobrar sus capacidades motoras, sensitivas, de lenguaje, etc., con quienes se trabaja en el cambio de estilo de vida. Ellos y sus familias se convierten en portadores del mensaje, visibilizando el problema al resto de la población y a las autoridades encargadas de la toma de decisiones. Esta ruta la pavimentamos y recorremos todos.