Chile está entre los 50 países más innovadores a nivel mundial. Esa es la principal conclusión del Índice Global de Innovación 2022, en el cual no sólo mejoramos 3 puestos respecto a la medición anterior, sino que además nos situamos nuevamente como líderes a nivel latinoamericano.

El ranking, presentado por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), rescata de nosotros la fortaleza institucional y los aspectos regulatorios que favorecen el rendimiento en estas materias tan relevantes para dar espacio a un nuevo modelo de desarrollo.

En medio de un escenario donde abunda la incertidumbre y a ratos el negativismo, qué importante resulta resaltar estos progresos y celebrar que estamos en la senda correcta. El Gobierno ya ha anunciado que el presupuesto 2023 contempla una inversión en Ciencia y Tecnología de casi 76 mil millones de pesos, lo que significa un aumento histórico de casi un 10%.

A nivel privado, las Universidades hemos tomado conciencia de lo vital que es promover programas, investigaciones y desarrollo de capital humano avanzado, si queremos ser protagonistas del aporte que Chile haga a las grandes interrogantes sobre el presente y futuro de la humanidad. Eso implica establecer un compromiso, destinar recursos, establecer cooperaciones internacionales, fijarnos metas y hacerlas realidad a mediano y largo plazo, entendiendo que este propósito es parte de la tan comentada educación de calidad.

Buenas noticias que celebrar, sin duda, pero que no deben llevarnos al conformismo. En palabras de la CEPAL, aún cuando sabemos de la relevancia de la ciencia, la innovación y las nuevas tecnologías para el desarrollo de la economía y la transformación de las estructuras productivas, seguimos mostrando un rezago importante en términos de recursos destinados a estas materias, y aunque como país estemos mejorando, somos parte de esa deuda pendiente y estamos llamados a tomar acción.

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