En España, varias son los pueblos que deben ser abastecidos con barcos cisterna para tener agua potable. Mientras, las más de 200.000 hectáreas quemadas convierten al país en el más dañado de Europa por los incendios forestales. En Alemania, el Rin bate su récord de mínimos, con apenas 1m en sus puntos más bajos y amenaza el transporte de mercancías en el centro de Europa. En los EE.UU., lluvias torrenciales inundan el Valle de la Muerte, en el Estado de California.
El cambio climático ya no es una opción sino una realidad. Pero, más allá de lo obvio, la batalla por la sostenibilidad, requiere de una mirada sistémica y no se gana con acciones aisladas. En el centro de esa mirada siempre deben estar las personas, porque así podremos anclar la transformación hacia la sostenibilidad desde las necesidades que compartimos como personas y miembros del ecosistema que conformamos: el planeta.
Uno de los últimos casos que confirma qué pasará si no seguimos este concepto, es la reciente experiencia en una de las curtiembres más importantes de América Latina. Con más de 5.000 empleados en toda la región, la compañía sufrió una huelga generalizada en todas sus instalaciones hace unas semanas. El motivo: la decisión de cerrar una de sus plantas por la contaminación de aguas residuales que había sido detectada cerca de la fábrica en cuestión. Instados por el principal gremio del sector, más de 10.000 personas se sumaron a la huelga “en defensa de los puestos de trabajo”. A los pocos días, la compañía y el gremio acordaron la reapertura de la planta productora hasta nuevo aviso.
La experiencia refleja el principal error que vemos repetirse mientras empresas en todo el mundo tratan de acelerar su camino hacia la sostenibilidad: considerar a nuestras organizaciones como actores independientes, en vez de entenderlas como partes de un ecosistema interdependiente. En el caso de la curtiembre la interdependencia que no se supo honrar dejó a ningún ganador, pero si a cuatro perdedores: la empresa, porque sufrió un párate de varios días no solo en la zona afectada sino en todas sus instalaciones del país; el Estado, porque sufrió el desgaste de un descontento social que se traduce no en menos votos sino -mucho más importante- en una falta de ingresos a nivel nacional; los trabajadores por la incertidumbre que vivieron en los días que duró el paro; y el medioambiente por tener que seguir sufriendo una contaminación de la que hasta el día de hoy no se conoce su verdadero origen.
El futuro de nuestro modelo de negocios se define por poner a las personas y al planeta en el centro de lo que hacemos, ya no puede estar reducido a generar beneficios monetarios. Lograrlo no es una utopía, como muchos aún piensan. Las B-Corporation, que hoy ya cuentan con más de 5.000 empresas en más de 84 países, y las organizaciones que se comprometen con conceptos como el Net Positive, prueban que hacer el esfuerzo para integrar el triple impacto a la hoja de resultados genera organizaciones más rentables y confiables en el largo plazo. El primer paso es entender que en este camino no puede haber perdedores.
Juan Parodi, Socio-director en OLIVIA.