El fin de una época. Qué duda cabe.
Qué emociones habrá experimentado la joven princesa frente a la abdicación de su tío Eduardo VIII.
Qué sentimiento la invadió cuando a los 26 años tuvo que calzarse la corona de un reino.
Qué habrá pasado por su mente cuando se tuvo que enfrentar a Winston Churchill por primera vez, el ministro que a partir de ese momento la amó.
Qué pensamiento se alojó en su corazón cuando Armstrong, Collins y Aldrin estuvieron por primera vez en Buckingham después de haber pisado por primera vez la Luna.
Qué horrores le habrán invadido durante los 8 días que esperó antes de visitar Aberfan después de la avalancha de lodo que mató a 116 niños.
Qué sueños cobijó para su reino al entrar a la Comunidad Europea y 27 años después tener que firmar su salida en el Brexit.
Qué le impidió dar una declaración clara e inmediata tras la muerte de Lady Di.
Qué la llevó a extraer de su patrimonio personal un buen número de libras para pagar parte de los 16 millones de dólares y cerrar el desenfreno sexual del príncipe Andrés.
Qué la convenció para aceptar un doble de cuerpo para simular su lanzamiento en paracaídas, desayunar con un oso o aparecer en un holograma en su carruaje real.
Que habrá comentado para sí misma al verse como personaje en The Simpsons en más de un capítulo.
Qué tipo de entereza le aplacó la pena asumida por la muerte de su marido.
Qué conclusiones obtuvo a la luz de la devoción de todo un pueblo agolpado en su jubileo de 70 años de reinado, a sabiendas que sería el último.
Que había realmente en el corazón de la reina tras cada nudo de la historia, cada escándalo, la comidilla detrás de las cortinas de palacio y también al interior de las casas de sus súbditos.
La reina jamás reveló sus sentimientos ni mostró un atisbo de su mundo interior, el de la jovial Elizabeth, el de la pequeña Lilibeth.
Nunca concedió una entrevista. Siempre sirvió a su reino y fue movida por el deber y no por el querer.
The queen, cercana en sus gestos y sorpresiva en sus formas, ha muerto.
70 años de reinado.
Más de 3.500 audiencias con 16 primeros ministros.
7 Papas.
3 guerras (Sinaí, Malvinas, del Golfo).
20 Juegos Olímpicos.
30 perros.
5.200 sombreros.
1 pandemia.
Y a partir de ahora serán días, semanas, meses y años recordando a la más amable, graciosa y discreta autoridad del siglo.
(God save our inscrutable Lilibeth)
“God save our gracious Queen”