Uno de los grandes argumentos de redes sociales, periodistas y actores ligados a la izquierda y el apruebo, es que la razón por la cual no arrasaron en las votaciones o no se comparte su visión de la constitución, es que los ciudadanos están rodeados de “fake news” o información e interpretaciones falsas e incorrectas. Bajo esta teoría, sus propuestas constitucionales y de políticas públicas son siempre las correctas, y cualquier otra mirada es mentirosa, falsa o desproporcionada.
En redes sociales, después del resultado donde casi 8 millones de personas rechazaron la propuesta de la Convención Constitucional, que es más que todos los votantes del plebiscito del 2020, se leían grandes criticas sobre que “no supieron leer”, que “ganaron las mentiras” o incluso críticas a las empresas que manejan las redes sociales por permitir difundir contenido o interpretaciones distintas a las de ellos.
Esta visión es tremendamente equivocada. Personalmente me tocó ver la discusión con respecto al art.116, punto b) que establecía lo siguiente:
“Art. 116: La nacionalidad chilena únicamente se pierde por las siguientes causales, y solo si con ello la persona no queda en condición de apátrida: b) Cancelación de la carta de nacionalización, salvo que se haya obtenido por declaración falsa o por fraude.”
Lo curioso es que uno de los pocos casos en donde se revocó la nacionalidad chilena, fue el caso de un cura condenado por abuso sexual a menores de edad, y fue expulsado a su país de origen. Para evitar que fuera expulsado, bastaba que dijera que obtuvo la carta de nacionalización por declaración falsa, con lo que seguiría siendo chileno y no podría haber sido expulsado de nuestro país.
La defensa de esta medida fue extraña, el exconvencional Fernando Atria planteó que “es un error de redacción que no tiene consecuencias” y otro exconvencional, Daniel Bravo, indicó que el artículo está bien escrito y no necesita reforma. “En mi opinión no hay error de redacción en el artículo 116, y no sería necesaria una reforma en este punto”, señaló Bravo en Instagram. “Lo anterior, pues la redacción permitiría una interpretación razonable (la explicada por una convencional de izquierda) y otra absurda”.
Este punto define bastante bien la postura que ha tomado parte del oficialismo, y con más fuerza las redes sociales de sectores de izquierda. La incapacidad de reconocer que el texto no era bueno, y que, con el respeto a los abogados, el chiste de “5 abogados generan 6 interpretaciones” es una realidad que ocurre tanto para un borrador de Constitución como el Código Penal o hasta las reglas del fútbol. En ese sentido, esa arrogancia infinita de creer que existe solo una interpretación correcta y esta siempre es la del sector progresista de izquierda, explica en cierta manera la derrota más holgada que ha recibido el Frente Amplio y el Partido Comunista en más de 30 años.
Ahora bien, la preocupación son los pasos siguientes a la derrota. El Partido Comunista, a través de Daniel Jadue y otros de sus emblemáticos representantes, insisten en que, en Chile, para “proteger” a la ciudadanía de interpretaciones que no vayan en su línea, es necesario una Ley de Medios. A su vez, debe ser un organismo estatal el que controle a los medios, para cancelar concesiones, intervenir líneas editoriales y cuestionar la libertad de expresión. Por ello, es tremendamente preocupante cuando populares animadores de matinales o columnistas y periodistas de noticias rápidamente cuestionan interpretaciones legítimas que no se adaptan a su cosmovisión de izquierda, y han aplaudido cuestionamientos y censuras a labores de sus colegas si es que no defienden su ideario. No me cabe duda de que varios de ellos, de la mano del Partido Comunista, sueñan con la idea de un Servicio Nacional de la verdad oficial, donde cualquier cuestionamiento o interpretación distinta a su moral y línea de pensamiento generará una censura importante.
La libertad de expresión se debe cuidar, el banalizar el concepto de noticia falsa cuando es una interpretación distinta solo termina generando mayor desconfianza, e incluso iniciativas de validaciones de fake news, con portales de fact check, muchas veces tienen sesgos o van a las mismas fuentes que generan una postura única y partidista, generando un microclima de cancelación y verdad oficial.
Finalmente, es hora dejar de culpar la derrota del apruebo a interpretaciones distintas a su buenismo que solo fue compartido en 8 comunas en todo el país. El borrador era malo y punto, ahora tenemos la posibilidad de hacer otro, ojalá sin buscar una verdad oficial y censurar a quien piensa distinto.