La violencia escolar, en sus diferentes expresiones, lamentablemente cobra cada día más espacio en los establecimientos educacionales y se ha hecho aún más visible tras largos períodos de confinamiento dados por la pandemia. Se trata de un fenómeno complejo que está involucrado directamente con los problemas de socialización en el aula y que representa un desafío especialmente para el profesorado.
Debido a su magnitud, está teniendo impacto directo en la formación de los estudiantes. Un reciente estudio internacional, liderado por investigadores del Núcleo de Ciencias Sociales de la Universidad de La Frontera, calculó el efecto del clima escolar en el rendimiento a partir del Simce. La conclusión es categórica. Tanto en sus formas de violencia directa, (comportamientos sociales destructivos con otras personas u objetos materiales), como la discriminación y el ciberacoso, afecta negativa y significativamente los indicadores de rendimiento académico de los jóvenes de enseñanza media, en particular estudiantes de segundo medio, en quienes se realizaron las mediciones en Chile. Lo anterior fue verificado al analizar los datos de 182 mil alumnos que rindieron este diagnóstico en Matemáticas, Lectura e Historia.
Es así como, por ejemplo, se comprobó que por cada punto que aumenta la violencia directa, el rendimiento en matemáticas disminuía en seis puntos. Incluso, en el caso de lectura, la disminución llegó hasta ocho puntos.
Es más, los estudiantes expuestos al acoso vía internet de manera persistente, presentan una merma en su rendimiento que hasta triplica al de otras formas de agresiones en el aula, lo que resulta preocupante dado el extendido uso de las comunicaciones digitales.
Pero no todo es tan negativo. En contraste, el estudio mostró también que una alta percepción de autoeficacia de un estudiante (la creencia en su propia capacidad con respecto a sus estudios en general), combinada con mejores relaciones interpersonales con los profesores y altas expectativas educativas (terminar la Enseñanza Media y entrar a la universidad), puede contribuir positivamente al rendimiento, y puede interpretarse como una “compensación” del efecto negativo de la violencia escolar.
De ahí la importancia del rol del profesorado en mantener ambientes propicios para el aprendizaje en la escuela, y también la gran relevancia de que temas como convivencia escolar y bienestar formen parte de la formación inicial docente tanto en universidades como en instituciones que ofrecen formación continua.
Este trabajo fue realizado desde el nuevo Observatorio en Ciudadanía, Convivencia y Bienestar Escolar, perteneciente al Núcleo de Ciencias Sociales, cuyo objetivo es la vinculación de expertos de la UFRO con otras instituciones para trabajar temas relacionados con esta problemática, y constituye una contribución adicional a las pruebas que indican que los niños que experimentan cualquier tipo de violencia tienen más probabilidades de abandonar la escuela y de ver reducido su aprendizaje, entre otros muchos efectos negativos para su bienestar.
Estamos conscientes de que se trata de un problema creciente que debe ser tratado de forma colaborativa para trabajar e intentar superar este escenario adverso, del cual no podemos ni debemos desentendernos.