No nací en este país, pero lo que hicieron con la bandera chilena en el evento Apruebo Transformar en Valparaíso, le pellizca la entraña a cualquier persona, local o foránea, que conoce el civismo, la educación o el sentido común.
Me pregunto si avalar estas conductas pasa por lo generacional, es causa del ideologizante momento que se vive en este país, o es una radioactiva combinación entre ambas.
Me lleva a recordar que, de chicos, algunos cursamos en la básica “Moral y cívica”. A regañadientes íbamos por la hora clase semanal. Uno de sus apartados repetitivos era el indiscutible respeto por los símbolos patrios. El mundo nos revelaría porqué era necesaria tal formación, cuando la educación muchas veces no partía en casa y con el tiempo deja de ser indetectable.
El sistema básico, al menos en eso, vivió sus glorias. Hoy, descansan sus restos con una o varias “performance” mancillando símbolos y algunos cuantos ciudadanos avalando.
Una de las animadoras del evento dijo que los bots del Rechazo estaban colapsando, tras el (decadente) espectáculo. Ni se imaginó que el desplome sería para las que refrendaron con su jerga divisoria, para la banda, que pasó de ostentar su nombre (irónico) a ser plenamente identificada y abofeteada por la opinión pública, hasta llegar a los organizadores que han intentado desmarcarse con insufribles comunicados. Como Pedro, 3 veces, y hasta más, de ser necesario.
Los sesgos y pertenencias a grupos pesan. Hay quienes justifican tremenda falta de respeto y lo meten al cesto de las palabras del momento: Apruebo y Rechazo.
La ironía va, pese a eso, en dos sentidos claros:
Si rechazas las críticas contra la banda de indetectable sentido común, estarías aprobando un nefasto proceder y diciéndole a las nuevas generaciones que el fin justifica los trastocados medios… o símbolos.
Si apruebas la deducción de responsabilidades, incluso desde lo penal, rechazas conductas que acaban con demostraciones innecesarias para llegar a un acuerdo cívico, no cínico. Como ven, acá, rechazar o aprobar no se ideologizan. Viven en común acuerdo.
Una visita de menos de 5 minutos por la web bastaba para investigar la puesta en escena de una banda con espectáculos polémicos en la calle. No se trata de desmarcarse, sino, de delimitar la delgada línea entre lo artístico y lo ilegal. Me remito a la parte jurídica que define como ultraje al máximo símbolo patrio chileno. Y no, no es patriotismo conveniente. Es Estado de derecho y de deberes.
Los o las indetectables, esta vez, quedaron en evidencia. En ocasiones, obrando de forma contraproducente, el ser humano tiende a sentirse así, hasta que la realidad azota con fuerza. Cuando, del olimpo al infierno, hay una repudiada “performance” de distancia.