En el último tiempo hemos leído en la prensa o escuchado de situaciones donde se exponen vivencias de estudiantes de educación superior que han sufrido algún tipo de maltrato durante su formación y como esto ha afectado sus vidas, en algunos casos llegando a situaciones extremas como el suicidio.
Se podría pensar en muchos factores de la sociedad moderna que han provocado estas situaciones. Sin embargo, esto no es un fenómeno nuevo, las conductas de maltrato académico han sido identificadas y estudiadas desde hace ya varios años por lo perjudicial que es para las víctimas en aspectos físicos, psicológicos y también por sus consecuencias negativas en las oportunidades de aprendizaje. Por otra parte, ser formado en un ambiente donde se normalice el maltrato modela conductas negativas, las cuales no queremos estén presente en los profesionales que formamos.
Pero, ¿qué se entiende por maltrato? El maltrato es definido como una conducta intencional, donde existe una simetría de poder, real o simbólico, que produce un daño físico o psicológico en el otro. Las víctimas pueden ser objeto de desmoralización, exigencias desmedidas e incluso el maltrato físico.
El maltrato puede darse en cualquier escenario, siendo relevante en establecimientos educacionales, ya sea por abuso de poder o el ya muy conocido bullying. Es en la enseñanza superior donde menos se hace público estas situaciones, muchas veces guardando silencio por miedo o vergüenza. El por qué, es difícil de saber, es posible que sea la creencia interna que los estudiantes de educación superior “ya soy adulto y formado”, o que son más fuertes, que deben pasar por este tipo de experiencias para formar el carácter, en fin, pueden ser muchas las razones por la cual tendemos a normalizar estas conductas o a no darles la importancia que merecen.
A nivel de la enseñanza superior existen estudios que han descrito muchas de estas situaciones, identificando conductas indeseadas y las consecuencias en las víctimas. Dentro de las carreras de enseñanza superior donde más estudios del tema se han realizado están las carreras del área de la salud. Es así, que nace la necesidad de cambiar estas conductas y fortalecer una cultura de “buen trato” para generar ambientes de aprendizaje favorables para los estudiantes y proteger la integridad física y psicológica de los futuros profesionales.
Una cultura de “buen trato” trae consigo un sin número de beneficios para todos los actores del proceso educativo. Primero, el bienestar psicológico de los integrantes de la comunidad educativa, nada más favorable que sentirse acogido, respetado y valorado en el círculo en el cual nos desenvolvemos. Por otro lado, el crecimiento personal, al favorecer el fortalecimiento de la autoestima, seguridad y la modelación de conductas positivas para que los futuros profesionales se desempeñen en su contexto profesional favorecedor. Sumado a lo anterior, el ambiente de aprendizaje, que favorece la adquisición de competencias y aprendizajes significativos en el estudiante.
Pero ¿qué están haciendo las instituciones de educación superior para erradicar el maltrato? Muchas instituciones han realizado acciones con el objetivo de cambiar estas conductas. Sin embargo, la mayoría de las acciones están dirigidas solamente a subsanar situaciones puntuales y apoyo a las víctimas de manera temporal.
¿Tenemos que llegar a legislar para dimensionar las consecuencias de estas conductas negativas? ¿Por qué mejor no nos hacemos consientes del fenómeno y actuamos de manera responsable repudiando cualquier conducta de maltrato? ¿Por qué mejor no hablamos en positivo y destacamos las muchas conductas de “buen trato” que existen en los ambientes universitarios?
Es en este contexto del “buen trato” y con el objetivo de producir un cambio duradero, es que 9 universidades chilenas, desde Antofagasta hasta Coyhaique (Universidad de Concepción, Universidad Católica de la Santísima Concepción, Universidad Católica del Norte, Universidad de Valparaíso, Universidad Finis Terrae, Universidad de Chile, Universidad de Los Lagos, Universidad Austral de Chile y Universidad de Aysén), preocupadas de esta situación buscarán generar estrategias para mejorar la relación entre docentes y estudiantes de las carreras de la salud, propiciar ambientes de aprendizaje positivos y el desarrollo personal de los futuros profesionales.
Comprometidos y entendiendo el fenómeno, es que este grupo de universidades, comenzará desarrollar acciones dentro del proyecto FONDECYT 1221913, liderados por Nancy Bastías de la Universidad de Concepción, las cuales comprometerán la participación de todos los actores, docentes y estudiantes, para trabajar de manera conjunta en el diagnóstico y elaboración de estrategias para instaurar una cultura del “buen trato” en las instituciones de enseñanza superior.
Marcela Hechenleitner C. MSc. BQ, Coordinadora Oficina de Educación en Ciencias de la Salud (OFECS), Facultad de Medicina UCSC.