Es de amplio conocimiento que en Chile los niveles de lectura son bajos en comparación con otros países que forman parte de la OCDE. Así lo demuestran, al menos, los resultados en pruebas estandarizadas a nivel nacional e internacional, como el SIMCE y PISA, situación que se agravó como consecuencia del confinamiento por covid-19 que llevó a los establecimientos educacionales de más de 190 países de América Latina a adoptar una modalidad a distancia. ¿Qué consecuencias trajo esto?
El cierre masivo de colegios tuvo un impacto considerable en el aprendizaje de los alumnos en los diferentes niveles del sistema educativo. En el caso de la lectura esto no fue la excepción, ya que un considerable número de estudiantes de educación básica no aprendió a leer y, en cursos superiores, la mayoría no comprenden lo que leen (analfabetismo funcional). ¿Son los hábitos lectores de la población escolar los que han pasado la cuenta en esta crisis sanitaria? Al parecer el problema es mucho más complejo y no se restringe solamente a los hábitos de lectura o al capital cultural de los estudiantes.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en el informe CEPAL-UNESCO 2020, identifica una brecha de los países latinoamericanos en el acceso a recursos tecnológicos. Brecha que, claramente, se evidencia en la población más vulnerable y con menores recursos económicos.
Si bien los hábitos lectores constituyen una variable a considerar al momento de explicar los bajos resultados en el desarrollo de la lectura, las diferencias de acceso económico persisten como el factor de mayor peso. ¿De qué manera, entonces, los profesores del sistema escolar pueden hacer frente a este problema? La diversificación de la enseñanza y el uso de estrategias orientadas a mejorar las trayectorias de lectura podrían ser la clave, pero se necesita mucho más si se busca un cambio duradero y con un alcance mayúsculo a todo el sistema educativo.