Desde que nace y durante las primeras etapas de su vida, cada niño participa involuntariamente de su proceso formativo. En este período es muy común que los infantes no sean capaces de expresar cómo se sienten, ya sea porque cognitivamente no están preparados o porque aún no saben verbalizar aquello que les ocurre. Sin embargo, existe un poderoso medio de comunicación capaz de interpretar las miradas infantiles y su visión de mundo: la expresión artística.
Sabemos que la expresión artística forma parte de la comunicación no verbal y, a la vez, es un poderoso vehículo que da cabida a la genuina expresión e intención comunicativa de niños y niñas. Basta con observar la interacción entre el infante y el descubrimiento del lápiz, sus movimientos que lo llevan al trazo involuntario y finalmente, a la imagen representativa que surge para comprender la necesidad e importancia de la presencia constante de actividades artísticas en su formación.
En la etapa del descubrimiento del dibujo, la educación artística permite el despliegue de importantes procesos, tales como fomentar el desarrollo creador, promover la inteligencia emocional dentro de la relación de pares y la construcción del autoconcepto, potenciar la motricidad fina y gruesa, adquirir el gusto por lo estético y la idea de belleza y, por último, agudizar la observación, que profundiza el análisis de la percepción del mundo hasta llegar al pensamiento e imagen creadora.
Dado lo anterior, es muy importante fomentar el dibujo y, en general la creación sobre los distintos lenguajes artísticos en la primera infancia, pues las representaciones visuales de niños pequeños no solo evidencian su etapa evolutiva, sino que conforman una forma de expresión que implica la maduración de funciones prácticas y creativas que van desde lo sensorial a lo perceptivo, para luego llegar a la representación simbólica en una práctica necesaria de fomentar en la escuela y en el hogar.