El Consejo Nacional de Educación acaba de entregar su Informe de Tendencias de la Matrícula de Pregrado de Educación Superior, en el que se corrobora lo que vemos hace un tiempo: la sostenida caída del área de Educación.
La matrícula total en pedagogías es de 58.445 estudiantes en 2022, mientras que en 2013 fue de 83.101. Es decir, una disminución acumulada en la década de 29,7%, porcentaje que sube a 35% si acotamos la mirada entre 2018 y 2021, según el último informe del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile.
Los datos son preocupantes, y si bien las razones son variadas, quisiera detenerme en una que considero clave: la baja valoración que como sociedad le hemos dado a los educadores y profesores, dejando demasiado espacio a los persistentes prejuicios y sesgos negativos hacia estas carreras. Esta baja valoración sorprendentemente es más alta entre los propios docentes, quienes sienten un bajo reconocimiento social, según lo revela un estudio del equipo de investigación interdisciplinario de la Universidad de Santiago de Chile de 2017.
Las campañas comunicacionales enfocadas en la atracción y valorización de la profesión docente, llevadas a cabo por el Ministerio de Educación y distintas ONGs, no han tenido los resultados esperados. Sin embargo, el 2020 aparece con la pandemia, y de manera inesperada, la cruzada efectiva menos pensada.
El hecho de que los niños se quedaran en casa tras el cierre de los establecimientos educacionales obligó a las familias a hacerse cargo de los aprendizajes. Al poco tiempo, el agobio por el teletrabajo y las obligaciones domésticas impactaron en una mejor comprensión del rol que juegan los educadores y profesores en los aprendizajes de los alumnos. Esto último lo demuestra el Índice de Valoración de 2021 de Elige Educar el cual exhibe un peak histórico de 80 puntos (de 100), el más alto desde 2009.
Frente a este panorama, debemos actuar. Las facultades de Educación de las universidades privadas entregamos al ministerio una serie de propuestas, como mejorar la formación inicial docente, buenas remuneraciones y mejores incentivos a los profesionales de la educación. Todo ello, con el corolario de una gran campaña nacional que reivindique el rol de los educadores.
Esta campaña debe tener como protagonistas a los propios educadores como grandes agentes del cambio, quienes a través de sus testimonios den a conocer la importancia del impacto que generan en el aprendizaje de sus alumnos. En este sentido, la mejor receta para valorizar a los profesores es tener pleno conocimiento de su relevancia en la sociedad y comunicarlo de manera masiva para generar conciencia respecto a lo trascendental que es su labor.