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Johnson y el realismo mágico

12 julio 2022 | 11:56

El gobierno de Boris Johnson finalmente colapsó. Por meses, el ahora renunciado primer ministro enfrentó múltiples escándalos. Desde fiestas, durante los momentos más duros de la pandemia, hasta acusaciones de abusos sexuales dentro del gabinete.

El líder conservador luchó incansablemente por mantenerse a flote, y si bien, su popularidad estaba fuertemente dañada, había logrado una suerte de punto de equilibrio. No obstante, a largo plazo su deshonestidad le pasó la cuenta.

Las mentiras se fueron acumulando y el partido se reveló, seguramente buscando no manchar la reputación y prospectos futuros de los conservadores, que llevan en el gobierno desde 2010.

Probablemente muchos se adelantarán y argumentarán que un cambio de liderazgo será suficiente para encausar nuevamente al Reino Unido, y sacar al país de la crisis en la que se encuentra. Por desgracia, la realidad es siempre más compleja, y desde que Johnson asumió el poder en 2019, los políticos conservadores han promocionado políticas irracionales, sustentadas en mentiras evidentes, las que a la larga han debilitado la tradicional estabilidad de Gran Bretaña.

Por ejemplo, el exlíder del Partido Conservador proponía proteccionismo, pero también acuerdos de libre comercio, aumentar el gasto público, mientras buscaba bajar los impuestos. Estas políticas parecen cercanas al realismo mágico más que a la sobriedad anglosajona, y pueden ser rastreadas a la campaña en que el Reino Unido buscó abandonar la Unión Europea.

En esa oportunidad, Johnson y los suyos prometieron a los votantes que podían tener todo lo que quisieran, el cielo era el límite: más riqueza, menos Europa; más libertad, pero con menos regulación; más crecimiento económico, menos inmigración. Por desgracia, las masas cayeron en esta ilusión y hoy Gran Bretaña enfrenta fuertes presiones, sociales y económicas.

Al día de hoy, el Reino Unido es el miembro del G7 con la más alta inflación. El crecimiento anual promedio proyectado para la próxima década solamente alcanzará 1,7%, lo que se asocia con una fuerte crisis de productividad que se arrastra por más de 15 años. Según algunos datos, se espera que dicho país tendrá la expansión más baja de todo el G7 para 2023.

Sumado a estos factores macroeconómicos, el costo de la vida se encuentra desatado y la población está envejeciendo rápidamente, lo que significa un aumento sostenido en la presión fiscal para las próximas décadas, para 2035, los adultos mayores superarán el 25% de la población británica.

En pocas palabras, Gran Bretaña está en problemas, y desde 2016 los líderes conservadores no han estado a la altura. El Reino Unido es más pobre de lo que su población imagina. El déficit está disparado y las proyecciones futuras no son favorables.

Ha llegado el momento del regreso de la racionalidad a la política británica. La fantasía e ilusión se acabaron y la época en que todo era posible se terminó. La partida de Johnson debe marcar un punto de quiebre que regrese a tan sobrio e ilustre país a la aburrida pero necesaria realidad.

A la luz de esta crisis, es importante entender que no importa que tan desarrollado o estable sea un país. Malas políticas, a largo plazo, traen profundas consecuencias para toda la población. Nadie está libre, y nada es gratis, el debilitamiento de las instituciones, como ha ocurrido en Reino Unido y también Chile, tiene efectos negativos, que más pronto que tarde hay que pagar.

La subida del dólar en nuestro país, cruzando la barrera de los 1.000 pesos nos debería traer a la realidad y despejar toda ilusión de la que hayamos sido presos en los últimos años. Al igual que la caída de Boris Johnson en Gran Bretaña, la inflación y la desaceleración económica deberían disipar la fantasía del realismo mágico en la que hemos vivido por casi tres años en Chile.