Cuidar y recibir cuidados nos constituye como sociedad. En los primeros y últimos años de vida, durante períodos de enfermedad y en casos de discapacidad temporal o permanente, los cuidados que recibimos de otras personas posibilitan nuestra salud y bienestar. Estas tareas, que incluyen bañar, vestir y alimentar a otro ser humano, han sido históricamente realizadas por mujeres, sin ninguna valoración económica o social.
La propuesta de nueva Constitución representa un avance fundamental en la materia, pues reconoce el cuidado como un derecho universal, garantizándolo para todas las personas, independientemente de su edad, origen social, ingresos, situación laboral, etc. Esto significa superar la lógica individualista de “sálvese quien pueda”, que abandona a su suerte a quienes carecen de redes familiares o recursos económicos para solventar los cuidados, para que la sociedad los asuma de manera colectiva. A partir de esta premisa, el Estado deberá implementar un sistema nacional de cuidados, es decir, instaurar una política pública concreta, con servicios, infraestructura, financiamiento y medidas de protección social para quienes reciben y entregan cuidados.
El borrador incluye también el objetivo de cuidar a quienes cuidan, grupo tradicionalmente invisible para las políticas sociales. Las personas dedicadas al cuidado de sus familiares, principalmente mujeres, realizan labores extenuantes, sin descanso, con un alto impacto en su salud física y mental, y se ven impedidas de trabajar fuera de sus casas para generar ingresos. Ellas podrán elegir libremente si desean o no cuidar, y cuando así lo decidan, serán protegidas por el Estado.
Del mismo modo, se propone incorporar el principio de corresponsabilidad en los cuidados y abordar así su desigual distribución entre hombres y mujeres, asimetría que limita sus posibilidades de estudiar, trabajar fuera de la casa, participar de la vida social y política y tener tiempo para el descanso y ocio. Promover responsabilidades compartidas contribuirá a que las mujeres decidan libremente sobre sus proyectos de vida, tengan mayor autonomía económica y participen plenamente de todas las esferas de la sociedad.
Por último, la propuesta avanza en nombrar y visibilizar las tareas de cuidado como un trabajo propiamente tal, lo que permitirá reconocerlo como base y fundamento de la reproducción social, valorando adecuadamente su contribución a la economía en particular y a la sostenibilidad de la vida en general.