Las monarquías, en toda su historia, nunca se han destacado por su innovación o espíritu disruptivo, por el contrario, un elemento constituyente de su esencia es su inmovilidad, statu quo aparentemente necesario frente al devenir de épocas muchas veces azarosas. Por esta razón pudiera causar extrañeza el tono-estilo que desde hace algunos años viene luciendo la corona británica. Exacerbado para el conservador de tradiciones, pero muy necesario para los que apelan a su supervivencia.
En comunicación persuasiva los relatos que no se diferencian no generan recordación y desde ahí, el paso al olvido es inminente. Lección aprendida por la realeza, toda vez que sus asesores en comunicaciones vienen jugando algunas buenas partidas que han logrado su propósito: comentarios positivos que realzan la cercanía de Isabel II con sus súbditos (75% del pueblo británico aprueba la permanencia de la reina, doblando la de Boris Johnson).
En este sentido, imposible olvidar su rostro impertérritamente lúdico frente a Daniel Craig como James Bond cuando le recogió en helicóptero desde Buckingham y su salto en paracaídas (con doble de cuerpo evidentemente), toda una puesta en escena para inaugurar los Juegos Olímpicos de 2012.
El mismo patrón se hace notorio ahora con 70 años de reinado, Isabel luce moderna, sensible a los tiempos. ¿Ya vio su desayuno con el oso Paddington o su holograma de cándidos 27 años proyectado dentro de la carroza real? ¡Inimaginable! Para la reina Victoria o para el tímido Jorge VI quien a duras penas aprendió a no tartamudear.
Hace solo un par de semanas tuve la oportunidad de visitar Londres y resulta apabullante el respeto, reverencia y seguimiento que miles de ingleses hacen a su reina, agolpándose por todo The Mall hasta Trafalgar Square, solo para ver aderezados y larguísimos desfiles de guardias a caballo. La sobrevivencia de una institución como la monarquía depende de gestos como estos, y quienes manejan los hilos en comunicación de palacio lo saben.
Podría parecer oportunista o a lo menos una jugada estratégica de marketing esta rúbrica real acorde a nuestros tiempos, que cuenta con la naturalidad y carisma de una reina que ha jugado en 70 años tan bien sus cartas y que lentamente comienza a despedirse como su holograma.