La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica autoinmune y crónica que actualmente constituye la segunda causa de discapacidad en jóvenes chilenos, si bien su incidencia es baja, esta se presenta a temprana edad, entre los 20 y 40 años, siendo más frecuente en mujeres que en hombres.
En la esclerosis múltiple el propio sistema inmune de la persona lesiona al sistema nervioso central, al cerebro, los nervios ópticos y a la médula espinal, causando daño e inflamación a la mielina, componente que recubre las fibras nerviosas y colabora en la conducción de las señales nerviosas, lo que se traduce en alteraciones de los pensamientos, sensaciones y movimientos.
Sus síntomas son muy variados, sin embargo, entre los más comunes esta la fatiga, mareos, debilidad muscular, alteraciones de la memoria, de la coordinación y el equilibrio, alteraciones visuales, dolor y picazón corporal y hormigueo o sensación de entumecimiento. En consecuencia, se presenta de distintas formas, pero sin duda el común denominador es el alto impacto y la discapacidad que produce en la persona y su familia.
Mientras antes sea diagnosticada la enfermedad, es posible controlar, retrasar la progresión, prevenir las recaídas y disminuir los síntomas de manera efectiva a través de los tratamientos incluidos en las leyes GES y Ricarte Soto.
Por lo mismo, se requiere de parte de los técnicos y profesionales de la salud mucha alerta en todos los niveles de atención para derivar oportunamente y lograr la detección precoz, así como también, es fundamental que todos los tratamientos científicos y tecnológicos disponibles se sintonicen con medidas que disminuyan el sufrimiento emocional. Esto permite promover la comunicación e información, el acompañamiento familiar y los cuidados psicológicos del paciente, generando así una atención y cuidado integral.