A propósito de la discusión previsional y este rediseño que se está realizando por parte del Gobierno, sabemos que hubo una propuesta presentada por el expresidente Piñera que pasó a la Cámara de Diputados, que aumentaba la cotización.
En materia previsional, el sistema español que muchos miran como referente acá, se encuentra pasando por una crisis brutal, donde se advierte que el déficit podría anclarse de forma estructural en niveles cercanos al 6% del Producto Interno Bruto (PIB), con lo que la deuda pública podría elevarse hasta el 140% del PIB. Esto ha provocado una polémica entre el Banco Central y el Gobierno español por el sistema de pensiones.
El gasto anual del gobierno español en pensiones se multiplicó por tres en los últimos veinticinco años, pasando de cerca de 45 mil millones en 1996 a más de 150 mil en 2021. Ante esto debemos tener claro que las decisiones que se toman desde la autoridad política siempre van a provocar efectos a futuro. No debemos olvidar que cuando le solicitamos al Estado un determinado derecho o que realice una obra, el Estado no va a sacar la plata de un sombrero, sino que nos la va a sacar a nosotros a través de impuestos.
Las decisiones que impliquen que un Estado haga una determinada cosa, las pagamos todos con nuestros impuestos. Impuestos que pagamos durante todo el día e incluso mientras dormimos. Como he explicado anteriormente, los impuestos se pagan en cada acción que realizamos, incluso aquellas tan simples como prender la luz, abrir la llave del agua, tostar el pan, calentar el agua en el hervidor o en la tetera. Todo paga IVA. Y algunos pagan más que ese impuesto, por ejemplo, aquellos que consumen bebida a la hora del almuerzo, ya que pagan el impuesto específico a las bebidas azucaradas.
Además hay otros impuestos que no se conocen, porque se traspasan automáticamente a los precios. Estos afectan a productos específicos como la carne (5%) y la harina (12%).
Es así que para realizar sus nuevas labores, el Estado nos va a terminar sacando la plata por la vía de impuestos.
Cuando al Estado no le alcanza con los ingresos que tiene y se ve en la obligación de endeudarse, esta deuda la pagarán las generaciones futuras por medio de nuevos impuestos. Por lo tanto, nada es gratis y todo se paga a costa de nuestro trabajo y también del de nuestros hijos y nietos.
Por eso, cuando cualquier derecho social -ya sea salud, previsional o educación- se fundamenta exclusivamente en el rol del Estado, evidentemente éste le saca plata a la población o la endeuda. Y no sólo a los ricos -como suele pensar la gente- sino que a todos y afectando principalmente a quienes menos tienen.
Es necesario enfatizar que el Estado como tal no tiene recursos propios y sobrevive a costa de los ingresos de las personas.
Por este motivo, como señalaba en mi columna anterior, el Estado debe ser eficiente en sus gastos, ver cómo realiza su labor de la mejor forma y fomentar la creación de riqueza en sus habitantes mediante nuevos ingresos, los que a la larga provocarán que por vía del crecimiento lleguen más recursos al Estado y no se oprima a la población mediante impuestos.
René Cortázar afirma que en los “odiados” 30 años el Estado pudo aumentar su gasto social en seis veces, donde el aumento de ingresos del Estado provino en un 80% vía crecimiento económico y sólo un 20% de reformas tributarias.
Ahora se viene una nueva reforma tributaria, que afectará tu bolsillo y el mío, ya que destruirá más a la clase media, porque los ricos -pese a que les pondrán una mayor carga tributaria- tienen los instrumentos y la asesoría necesaria para llevarse sus recursos a otros países, algunos tan cercanos como Uruguay, que están deseosos de nuevos capitales y con beneficios tributarios para fomentar la inversión.
Ante este “Nuevo Pacto Fiscal” debemos preguntarnos: ¿Vale la pena pagar más impuestos? ¿Me siento retribuido actualmente por los servicios del Estado?