Es indudable, el mundo no está cambiando, el mundo cambió y debemos hacer frente a esta realidad con la mejor herramienta que tenemos: la educación. La generación de conocimientos, el mayor aprendizaje, la investigación y los intercambios culturales son el motor para dar respuesta a los grandes desafíos que enfrenta la humanidad a partir de escenarios ampliamente comentados como la crisis climática y la reciente pandemia del COVID-19, por mencionar algunos.

Lo paradójico es que algo que debería estar al alcance de todos, porque abre puertas y posibilidades, es aún un privilegio de pocos. En la actualidad, según datos de la UNESCO, unos 220 millones de estudiantes están inscritos en universidades a través del mundo y a pesar de la alta demanda las tasas mundiales de inscripciones no alcanzan el 40%. Y lo peor: existen grandes desigualdades entre los países y las regiones.

Modificar esa realidad y reinventar la educación superior para un futuro sostenible fue el propósito que se está abordando en la 3a Conferencia Mundial de Educación Superior (WHEC2022) organizada por la UNESCO. Durante tres días líderes de diversas nacionalidades debatimos en torno a los cambios de los modelos de aprendizaje, trabajamos para fortalecer la gobernanza de esta alianza y definimos acuerdos para progresar colaborativamente de cara a los objetivos de Desarrollo Sostenible.

Se trata de acciones prioritarias porque la educación inclusiva y el acceso igualitario siguen siendo desafíos pendientes, aún queda mucho por recorrer si se trata de eliminar las disparidades de género e ingresos que tan bien conocemos.

En Chile hemos avanzado, eso es innegable. Según un estudio realizado por la Universidad Bernardo O´Higgins, en 1990 sólo el 3,9% del primer quintil accedía a la universidad, para el año 2000 la cifra había crecido al 6,8%, el 2015 a 29% y el 2020 el 35%. Sin embargo, acceder no es suficiente porque se necesita movilidad, es decir, si juntamos el primer y segundo quintil, el 65 por ciento, se fueron al tercer, cuarto y quinto quintil, por tanto, este estudio determina que hay movilidad social.

Esta investigación fue compartida en una mesa de trabajo con representantes de diversas universidades internacionales que participan de la Cumbre Mundial de la UNESCO, con una muy buena evaluación, sin embargo, cabe preguntarse, ¿es suficiente?, para nada, porque todavía debemos hacer mucho más si no queremos dejar a ningún joven atrás, si queremos que todos y todas puedan ser estudiantes en un escenario en que la educación superior se está globalizando y los conocimientos traspasan fronteras a un ritmo incalculable.

La actual Conferencia Mundial de Educación Superior de la UNESCO entrega señales optimistas, y permite obtener buenas prácticas, lecciones exitosas y especialmente nuevos retos.

Las universidades deben seguir aportando para una formación igualitaria y de calidad que garantice el desarrollo sostenible, pero tal como se abordó en la cumbre, mirando no sólo al 2030 sino mucho más allá. Porque no debemos olvidar que el “conocimiento y el aprendizaje son los mayores recursos renovables de que dispone la humanidad (…) la educación no sólo responde a un mundo cambiante, sino que transforma el mundo”.

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