La última reforma laboral apuntó a modificar el Código del Trabajo para impulsar el fortalecimiento de la sindicalización en Chile, fomentando el funcionamiento y adhesión a los sindicatos. Sin embargo, a cinco años de su entrada en vigencia, los resultados estuvieron lejos del espíritu del legislador, dado que la tasa de sindicalización pasó de un 14,6% a un 20,6% en cinco años, pues a fines de 2019 la Dirección del Trabajo estimó un total cercano al millón 50 mil personas sindicalizadas.

A raíz de lo anterior y después de más de 30 años de recuperada la democracia, cabe preguntarse en el actual Mes del Trabajador por qué los trabajadores se resisten a sindicalizarse y si se hace cargo la reforma laboral de los factores que inciden en este comportamiento. Aun cuando no existen cifras de estos dos últimos años, el contexto tampoco ha favorecido el incremento, dada la caída sostenida del empleo desde la pre-pandemia y durante la misma.

En base a informes oficiales y de acuerdo al parecer de dirigentes sindicales y especialistas en relaciones laborales, los principales factores que explican esta baja participación tienen que ver con falta de interés o motivación, ya sea porque no perciben que se les ofrezcan propuestas diferenciadoras atractivas, o bien porque prefieren tratar directamente con el empleador. Existe en muchos trabajadores la percepción -basada en prejuicios- de que frente al empleador pudiera ser mal visto involucrarse en actividades sindicales, como también una sensación de individualismo de los colaboradores.

Por otra parte, hay desconocimiento de aspectos normativos básicos de la legislación laboral, como qué son y para qué sirven los sindicatos y negociaciones colectivas; cuando hay varios sindicatos en una misma empresa, también se reduce la influencia y el poder de organización. Otro factor son los subcontratados, puesto que sólo pueden negociar condiciones laborales y beneficios con su empresa empleadora, sumado a la distancia geográfica y al escaso contacto con sus compañeros, aspectos que dificultan el trámite de sindicalización y que tienen que ver con el diseño o modelo de negocio más que con restricciones.

La fijación de cuotas sindicales altas o excesivas es otro desincentivo que limita mucho, al no haber un beneficio inmediato percibido por los trabajadores y la búsqueda de mejores oportunidades laborales, en un mercado dinámico que ha reducido significativamente las tasas de permanencia o antigüedad en un determinado empleo; por ende, se debilita de manera natural el interés por pertenecer a un sindicato.

Por todo lo anterior y considerando que nuestro país está viviendo un fuerte proceso de cambio, al escribirse una nueva Carta Fundamental, y dadas las discusiones e iniciativas entre los constituyentes estas últimas semanas, muy posiblemente dará paso a una nueva reforma laboral y emerger desde ahí un fortalecimiento a la libertad sindical, manifestándose en tres ejes principales: la titularidad sindical; la negociación colectiva -abriéndose a la posibilidad de la negociación por sector económico- y el derecho a huelga. Todos estos elementos nos hacen inferir y esperar que, en los próximos años, el sindicalismo en Chile siga creciendo, incluso, a un ritmo más acelerado que en las últimas tres décadas.

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