Hace algunos días se presentaron los resultados del segundo estudio “Radiografía de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación”, corroborándose que la brecha de género persiste en el sistema de CTI nacional.
Aun cuando este estudio identificó una serie de desigualdades asociadas al rol de la mujer en ámbitos tales como actividades I+D y en la producción científica-tecnológica, creo que es importante destacar el reconocimiento de sus pares disciplinares. Ejemplo de esto es el hecho de que siete de los 12 grupos de estudio definidos para evaluar el concurso Fondecyt Iniciación 2022, tienen a una mujer como directora.
Sin embargo, en las revistas académicas las inequidades de género no solo se traducen en un menor número de autores femeninos, sino que se reflejan en la conformación de los comités editoriales. En este contexto, solo en el 20% de las 126 revistas chilenas indexadas por Scielo una mujer cumple la función de editora jefe, mientras que en los comités editoriales solo nueve revistas poseen un grupo paritario.
Sin duda, y tal como lo señaló la subsecretaria de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Carolina Gainza, estamos ante un problema estructural y cultural instalado en las distintas áreas de investigación, el cual requiere un compromiso serio de todas las partes interesadas para reducir la brecha de género y aumentar la participación de mujeres en todas las áreas del conocimiento.
Es urgente cambiar y mejorar la participación de las mujeres en todos los ámbitos relacionados a la investigación, hay que trabajar por conseguir la igualdad de género en un área que ya dejó de ser exclusiva de los hombres. Nosotros, como academia debemos contribuir a este cambio, incentivando desde el comienzo de la formación universitaria a las mujeres para que se interesen y participen de los equipos de investigación, ya que son fundamentales para contribuir con su trabajo al desarrollo de la humanidad y de la sociedad en su conjunto.