Según el estudio Ipsos Felicidad Mundial 2022, nuestro país es uno de los menos felices del mundo. ¿Cómo la jornada laboral puede influir en ello?
Lo cierto es que Chile es de los países con más horas de trabajo de la OCDE y, coincidentemente, con mayores índices de enfermedades relativas a salud mental.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los horarios largos o que no permiten tener vida social son, entre otros, un factor de riesgo psicosocial y estrés. Existiría así una estrecha conexión entre la jornada de trabajo y el bienestar personal.
En ese contexto, en la actualidad existe un proyecto de ley para reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales, presentado el año 2017 y pendiente en el segundo trámite constitucional en el Senado (boletín 11179-13), el que contempla una reducción progresiva en que los empleadores tendrán plazo de hasta 5 años para ajustar la jornada laboral, que por cierto, no podrá representar una disminución de las remuneraciones.
El proyecto ha abierto nuevamente la discusión sobre la productividad, la economía, el desarrollo y la calidad de vida de quienes laboran, teniendo aún detractores y promotores. Por ello, el 30 de marzo pasado la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, anunció la creación de una mesa técnica de representantes de trabajadores y trabajadoras, empresas y Mipymes, para ver una posible implementación.
La propuesta de 40 horas semanales se enmarca en las recomendaciones de OIT que ya en 1935 adoptaba el Convenio Número 47. Si bien Chile nunca lo ratificó, el documento internacional hace el llamado a ajustar la jornada de trabajo. A su vez, el tiempo de trabajo está considerado en la Agenda 2030 de la ONU de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 8), que busca promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, así como el trabajo decente.
El centro del debate es buscar un equilibrio entre economía y calidad de vida, entendiendo que el crecimiento económico debe traducirse en mayor bienestar para las personas.
El Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, plantea que el desarrollo debe entenderse, más allá de los números, como un proceso de expansión de las libertades que disfrutan las personas dentro del Estado.
La libertad es comprendida en términos positivos, es decir, incluye las libertades políticas, servicios económicos, oportunidades sociales, garantías de transparencia y seguridad social, por lo tanto, en estos términos, es considerada un fin del desarrollo de los Estados.
La relación entre desarrollo, productividad, felicidad y calidad de vida tienen, sin duda, un punto de encuentro en la jornada laboral. De acuerdo con lo que indica Sen, la búsqueda del progreso debe ocuparse de mejorar la vida que llevamos, a esto podríamos agregar, de la mayor felicidad que como sociedad alcancemos.