Contexto | José Campos | Agencia UNO

Violencia escolar y violencia sexista: con una jornada no basta

28 abril 2022 | 13:07

Luego de la solicitud realizada por el Colegio de Profesoras y Profesores, estudiantes secundarias y diversos actores sociales, el Ministerio de Educación impulsó una Jornada Nacional de Educación No Sexista en todo el país la semana pasada. Saludamos la iniciativa, pero somos claros al respecto: con una jornada no basta.

La violencia escolar ha sido un tema ampliamente abordado este 2022, ya que el año académico se inició con las manifestaciones de estudiantes de enseñanza media denunciando casos de violencia sexista al interior de escuelas y liceos; siguió con los graves incidentes, riñas y conflictos sucedidos en todo el país y ha llegado incluso a la violencia contra docentes y las amenazas a comunidades educativas completas.

Ante esta difícil realidad es claro que una Jornada Nacional es un buen punto de partida, pero en ningún caso resuelve la problemática, cuyos orígenes son sistémicos y requiere transformaciones profundas para su superación.

En primer lugar, las escuelas están inmersas en la sociedad y no existen aisladas de ella. Así, el abordaje a la violencia escolar debe darse en un contexto donde la sociedad entera reflexiona sobre la situación, decide superarla y se aboca a ese objetivo. Y ello implica, por cierto, no limitarse a las violencias más mediáticas o más contingentes, sino que abordar las injusticias, opresiones y violencias estructurales que padece la sociedad chilena.

En lo propiamente educativo, la superación de la violencia escolar requiere de redefiniciones y reorientaciones de nuestro sistema escolar. ¿Cómo se pretende tener una convivencia sin violencia si se estimula el individualismo y la competencia? ¿Cómo se espera que los estudiantes se sientan integrados y valorados si desde el Estado se ha llegado a marcar escuelas con “semáforos rojos” y se ha validado el estigma?

Venimos de un sistema escolar profundamente segregado, competitivo y estandarizado y por ello nuestro reclamo es sistémico: necesitamos cambiar el sistema escolar porque en su configuración actual está el fermento para la violencia que vivimos en la práctica.

No se trata de un reclamo en abstracto o un alegato ideológico: las educadoras y educadores de Chile sabemos que en el esquema competitivo e individualista está el abono de la violencia, que solo se superará verdaderamente cuando avancemos a una lógica colaborativa y de trabajo en conjunto.

Y finalmente, en lo estrictamente escolar requerimos una fuerte inversión. Por un lado, inversión de recursos para hacer de los establecimientos educacionales espacios dignos, seguros y completos que permitan atender a niñas, niños y adolescentes en las condiciones dignas que se merecen, lo que implica no solo salas que no se lluevan, baños que tengan agua y salas de deportes, artes y tecnologías correctamente habilitadas, sino que profesionales a cargo sin agobio, equipos de trabajo multidisciplinarios y capacitación en salud mental y los nuevos desafíos de una sociedad y unas infancias más complejas.

Y esa fuerte inversión implica, también, una inversión dentro de la propia escuela. Significa invertir lógicas, usos y rutinas. Significa pasar de la competencia entre escuelas municipales y subvencionadas a escuelas con control comunitario y garantía estatal de financiamiento. Significa pasar de las escuelas como espacios rígidos y verticales a escuelas democráticas, con participación y poder de decisión de sus propias comunidades educativas. Significa pasar del actual enfoque curricular de llenado de información a un nuevo currículo, acorde a estos tiempos y necesidades.

En definitiva, para superar la violencia escolar está bien comenzar con una Jornada Nacional, pero no basta: lo de la semana pasada debe ser el inicio de un proceso intenso de cambios profundos. Las y los profesores estamos entusiasmados en transitar por ese camino.