Contexto | Sebastián Beltrán Gaete | Agencia UNO

La erudición como exigencia fundamental para ser convencional constituyente

26 abril 2022 | 12:04

Por la boca muere el pez; y el ruiseñor, por la tarde.
(Refrán popular)

Nos recordaba, hace algunos días, nuestro buen amigo Heraldo de Pujadas —a propósito de la costumbre cristiana de no comer carnes rojas durante la Semana Santa—, esa sentencia según la cual más peca la boca por lo que de ella sale que por lo que, en la misma, entra. Y es que rara vez advertimos la sabia lección que nos brinda la naturaleza al regalarnos dos ojos y dos oídos, pero solamente una boca.

Unas expresiones desafortunadas

Las palabras precedentes se nos vienen a la memoria a propósito de las desafortunadas reflexiones que formuló acerca de la Convención Constitucional (CC), la Sra. María Soledad Font, madre del presidente Gabriel Boric a la Revista ‘Ya’, de propiedad de ‘El Mercurio’, el día lunes 12 del presente.

De acuerdo a lo informado por la prensa, la Sra. María Soledad Font habría expresado sobre la corporación, entre otras cosas, que:

“Me di cuenta inicialmente que toda la gente estaba preparada, que toda la gente que estaba ahí sabía el tema, pero después me di cuenta de que no y eso hizo que me alejara, que me asustara al darme cuenta de que contrataban a asesores porque no sabían de qué iba a tratar”.

“Me preocupé cuando me di cuenta de que no todos eran eruditos. (Hay) mucha gente buena que quiere hacer cosas buenas, ¡pero para hacer eso hay que saber!”

“Cuando empecé a ver que faltaba plata, que faltaba…, yo decía ¡pero cómo!, porque pensé que las personas que estaban integrando esto eran personas con conocimiento y tenían todos los talentos para poder realizar esta cosa tan importante, por la cual, al menos yo vi, que Gabriel se inmoló para que esto resultase. Y darme cuenta de que personas que no… porque fueron elegidas no sé en qué nominación, pero no todas tenían los requisitos”, afirmó.

“Pensé que todas las personas que estaban en la papeleta eran personas con las capacidades para hacer ese megatrabajo”.

No podemos dejar de repetir aquí que las palabras de la Sra. Font nos parecen tremendamente desafortunadas, sin lugar a dudas, pues no porque sea progenitora de quien es hoy Presidente de la República tiene la libertad de expresarse de ese modo de una institución que cuenta con la confianza de la comunidad nacional y la de su hijo. Expresiones como las vertidas pueden perjudicar el futuro de su gobierno, íntimamente relacionado con el trabajo de la CC. Y socavar fuertemente la labor que intenta realizar el propio presidente, pues facilitan el trabajo demoledor en contra suya de los sectores que le son críticos. Sobre el particular, basta solamente citar lo informado por la Fundación Interpreta sobre el ‘copamiento’ de las redes digitales, especialmente Twitter, con ataques al Gobierno que Gabriel Boric encabeza.

No es extraña esa actitud. Los padres del presidente no tienen la misma ideología de su hijo y son, más bien, críticos a aquella, confesión que hizo a los medios de prensa Simón Boric, hermano del primer mandatario, en una entrevista que le hiciera Chilevisión el 20 de diciembre de 2021, cuando refiriéndose a las elecciones primarias de ese año, señaló que su padre (Luis) votó por Yasna Provoste:

“Mi padre es militante de la Democracia Cristiana, de hecho votó por la candidata Yasna Provoste en las primarias (consulta ciudadana). Creo que no puedo decir el voto, pero bueno (…) Disculpa papá si me fui de carriles”.

“Esas son las reglas y, en ese momento votó por la candidata de su partido. Después me imagino que apoyó a su hijo. Eso habría que preguntárselo a él”.

Solo las personas preparadas pueden dirigir la sociedad

La creencia según la cual el trabajo de la CC debe ser efectuado solamente por eruditos no es un pensamiento aislado, o privativo de la Sra. María Soledad, sino una convicción que, no siendo la predominante en el país, cuenta con fanáticos partidarios, personas que están convencidas de la necesidad de contar con convencionales constituyentes dotados de conocimientos excepcionales.

Esta suerte de ‘elitismo’ ha gobernado Chile desde los inicios de la era postdictatorial y alcanzó su clímax con la creación de la Alta Dirección Pública (ADP), que impide a una persona común y corriente acceder al desempeño de algún alto cargo estatal sin contar con determinados estudios, dada ‘la alta complejidad del trabajo’. El perfeccionamiento de esta política fue llevado a cabo, paradojalmente, por un sujeto que jamás fue académico, pero tenía inconfesables ansias de serlo y hoy, luego de muchos esfuerzos, ha podido cumplir sus sueños sin reunir los requisitos que él mismo impuso a los demás. Porque en el universo del poder así se procede.

Las razones de esta creencia ha de encontrarse en el amplio predominio que ejerce sobre la población la cultura dominante, de conformidad al axioma aquel según el cual quien ejerce el poder material en una sociedad, ejerce igualmente su poder espiritual. De lo cual podemos inferir que, si el golpe militar de 1973 intentó implantar claramente una sociedad estatuida en clases sociales, el perfeccionamiento de semejante proceso solamente se podía hacer organizando el estado de esa misma manera.

En Chile, históricamente, la diferenciación social se institucionalizó con la implantación del llamado ‘voto censitario’, idea que la doctora María Luisa Cordero ha llevado al paroxismo:

“El voto censitario está desprestigiado porque se usó para cosas negativas, pero la esencia ética del voto censitario es que los votos son diferenciados. El voto de una persona como yo, que tiene una profesión universitaria, que ha trabajado en hospitales públicos con los pobres, no vale lo mismo que el voto de mi Bertita, que es mi asesora del hogar”.

Las enseñanzas de Erich Fromm

Erich Fromm, que se preocupara del rol de los intelectuales en la evolución de la sociedad humana, distingue entre inteligencia y racionalidad señalando, al respecto que:

“Por inteligencia entiendo la habilidad para manipular conceptos con objeto de conseguir algún fin práctico. Usa de inteligencia el chimpancé que une dos palos para alcanzar el plátano, porque ninguno de los dos basta por sí solo para alcanzarlo”.

“Inteligencia, en este sentido, es tomar las cosas como son, haciendo combinaciones que tienen por finalidad su manipulación; la inteligencia es el pensamiento al servicio de la supervivencia biológica”.

Por el contrario, para el psicólogo alemán, la racionalidad

“(…) Quiere comprender, se esfuerza en descubrir lo que está detrás de la superficie, en reconocer el núcleo, la esencia de la realidad que nos rodea”.

Por eso, agrega que:

“La razón es el instrumento del hombre para llegar a la verdad; la inteligencia es el instrumento del hombre para manipular el mundo con mejor éxito; la primera es esencialmente humana, la segunda pertenece a la parte animal del hombre”.

Por eso, escribimos, al respecto, en cierta oportunidad:

“Un invento, un descubrimiento, una innovación, un simple artilugio es siempre producto de la inteligencia. Cálculos exactos, dimensiones precisas, selección acabada de material, soluciones rápidas, constituyen las más de las veces manifestaciones de inteligencia, pero no siempre de razón. Una bomba atómica es el más elaborado producto de la especialidad en el exterminio de los seres humanos. Construida por físicos, químicos, ingenieros de alto nivel académico, personajes cuya capacidad nadie osaría poner en duda, es resultado de la inteligencia, pero no de la racionalidad. Lo mismo sucede con los misiles. Y con el mecanismo de las máquinas tragamonedas, destinado a quitar su dinero al jugador incauto. Producto de la inteligencia es el cálculo que establece el punto máximo de ganancia en los llamados juegos de ‘azar’ (loterías y otros), el que fija las tarifas diferenciadas para el uso de los vehículos de transporte urbano, el que concede pensiones decrecientes a medida que avanza la edad o el que priva de atención médica a los enfermos terminales por no resultar económico su tratamiento”.

Esta especial distinción nos permite entender que la inteligencia ha permitido que las fuerzas productivas se desarrollen a niveles insospechados, pero ha entregado también inventos abominables como lo son las armas nucleares. Porque entre el sujeto inteligente y el sujeto racional existe la misma diferencia que puede advertirse entre el caballo (que es un ‘fenotipo’, es decir, un organismo cuyas extremidades se especializaron para hacerlo insuperable en la carrera) y el ser humano (que es un ‘eurotipo’, un organismo cuyas extremidades superiores pueden realizar toda clase de trabajos y, por ello, es ‘universal’).

De lo cual podemos concluir que no parece aconsejable entregar la dirección de una sociedad a sujetos inteligentes sino a sujetos racionales, que puedan mirar al conjunto social como realmente lo es y, por lo mismo, busquen soluciones globales (u ‘holísticas’) a los fenómenos que deben enfrentar.

Una analogía ramplona

No debe sorprender que, en ese sentido, tan característico de los sectores dominantes de la sociedad, comentando las expresiones de la Sra. Font —y llamando la atención sobre la interrogante formulada por el rector de la Universidad Diego Portales Carlos Peña, acerca de si acaso sería importante que los convencionales constituyentes fuesen o no eruditos—, el columnista de La Tercera Sebastián Edwards concluya aseverando que sí, que es importante, y recurra, para ello, a una ramplona analogía:

“En un paralelo futbolero, lo que hemos visto hasta ahora en la CC es un equipo que juega mal, que se enreda, que es mañoso, que se contradice, y que ha metido dos o tres autogoles. Puede ser que el partido no haya terminado, pero es legítimo opinar que el equipo va mal, y que con un altísimo grado de probabilidad va a perder el partido. Y, desde luego, es válido opinar que sería bueno empezar a pensar en un cambio de entrenador y seleccionados. Estos comentarios son legítimos, aun cuando antes del partido, el 78% de los consultados hayan apoyado al director técnico y a la oncena titular. Los “no eruditos” de la CC también están siendo irresponsables. Están lanzando a Chile por un camino desconocido y peligroso, sin informarle cabalmente a la población los antecedentes de lo que están haciendo”.

Nadie pone en duda el derecho que cada persona tiene para opinar. Para ello no se requieren conocimientos especiales ni esperar que un proceso esté concluido; en la sabiduría popular se dice que no se requiere ser agricultor para opinar sobre el gusto de las papas. Pero jamás debe representársele a una persona, como altaneramente lo hizo hace poco el exministro Briones con el extimonel de RN Mario Desbordes, su incompetencia diciéndole ‘zapatero a tus zapatos’, e impedirle, de esa manera, opinar sobre economía. Toda altanería es inaceptable. Como la que niega para los demás y exige para sí Sebastián Edwards.

La erudición en la Convención Constitucional

Los estamentos que integran la CC, en su inmensa mayoría, son altamente calificados. En el programa ‘Pauta Libre’, del canal televisivo La Red, domingo 17 del presente, los panelistas hicieron una comparación sobre la capacidad de los parlamentarios y los integrantes de la CC concluyendo que esta última posee un porcentaje inmensamente mayor de personas capacitadas que las que existen el Congreso actual.

Por lo demás, los integrantes de la CC no tienen por qué ser ‘eruditos’. Por el contrario: como ya se ha dicho, han de reflejar una realidad social que existe, que se ha querido ocultar durante siglos y que necesita manifestarse como tal, como verdaderamente lo es. Por ende, no como un sector privilegiado que se ilustra, que adquiere conocimientos para no compartirlos y ofrecerlos como dádiva a la comunidad, sino para colocarse por encima de los demás y dominarlos.

Por eso, la diversidad que existe al interior de la CC, su composición social —que no es sino la reproducción de la estructura de clases de la sociedad chilena—, es lo que tiene de grandioso esa corporación. Ahí reside su realismo. Ahí reside su legitimidad.

La subordinación como eje de la sociedad actual

La dominación a través del intelecto conduce ineluctablemente a la subordinación de unos estamentos por otros. Por eso, es inaceptable. Porque dentro de la sociedad humana, nadie posee más derechos que otro; nadie está por encima de los demás. La subordinación de unos a otros es la más abyecta invención de la inteligencia humana, no de su racionalidad. Por ello, no existe drama más desolador que las expresiones vertidas por aquella pobre mujer quien, golpeada, en cierta oportunidad, por su marido, al momento de ofrecérsele ayuda jurídica para enjuiciar a su agresor, rogó a su interlocutor, por entero dominada:

“No… Hay que respetarlo. Es el ‘mío’: tiene derecho a pegarme”.

Por lo mismo, nada ha de considerarse más abyecto que ese ‘orden’ del cual habla una campesina francesa, luego de la derrota de Napoleón en Waterloo, y cuyas palabras dejaron estampadas para la historia Émile Erckmann y Alexandre Chatrian:

“Ahora todo está en orden: el señor va a administrar su castillo, el campesino a labrar la tierra y el buen cura a sus oraciones”.

La marcha de la humanidad

La humanidad marcha, al parecer, en un sentido opuesto al que han querido mantener las fuerzas conservadoras en su camino por la historia, y que pretenden seguir reproduciendo. En sociedades más adelantadas que la nuestra, el desarrollo de las fuerzas productivas sorprende al permitir que ciertos oficios o profesiones, despreciadas en esta formación social, sean, en aquellas, altamente evaluadas, reservándose a quienes las desempeñan, remuneraciones muy superiores a otras, y que exceden con creces aquellas establecidas para los empleados de cuello y corbata.

Los recolectores de basura que, en Chile, reciben el despectivo nombre de ‘jotes’, en algunos países del hemisferio norte son altamente apreciados y su trabajo está reservado solamente para los nacionales sin que puedan hacerlo los extranjeros. Y es que las remuneraciones establecidas para ese oficio son tremendamente altas pues a quienes las practican se les exigen conocimientos especiales que dicen relación con la selección de la basura y el tratamiento de la misma. Lecciones que debemos empezar a aprender para no despreciar a quienes suponemos inferiores a nosotros.

Las críticas a la falta de ‘erudición’ de los convencionales constituyentes bien pueden ayudarnos a perfeccionarnos en esa nueva forma de relación social.

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