Agencia UNO

La oportunidad de tener un planeta para todos se está agotando

22 abril 2022 | 10:55

Hace algunos días se publicó el sexto informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, donde se reitera con aún más fuerza lo que ya sabíamos: aunque se han hecho esfuerzos por reducir la tasa de crecimiento de las emisiones, éstas siguen aumentando. Ya son un 54% mayores que en 1990 y no sólo eso: como humanidad hemos consumido casi todo el presupuesto de carbono que nos queda para poder aspirar a un máximo calentamiento de 1.5 ℃, con una probabilidad mayor al 50% de superar este alarmante índice.

El mensaje es claro e inequívoco: si queremos evitar el progresivo aumento de las temperaturas, hay que reducir cuanto antes las emisiones de gases de forma “profunda, rápida y sostenida”, para que el año 2025 marque el máximo de emisiones histórico. Las metas que nos marca la ciencia para la trayectoria hacia los 1.5°C continúan con reducciones de entre 13% y 45% al 2030, y de entre 52% y 76% al 2050 para alcanzar la neutralidad climática durante esa década.

Toda esta información está clarísima en el papel, pero donde estamos topando es en las acciones concretas para que se hagan realidad. No todos han tomado conciencia del problema y aunque todavía es posible hacer algo, la ventana de margen se está haciendo cada vez más pequeña ¿Qué falta entonces? Aunar voluntades políticas y gubernamentales es importante para definir lineamientos, pero si eso no se logra pronto, no podemos seguir esperando. Es momento de actuar y es el mismo informe el que nos indica cuáles son las áreas prioritarias donde hay que posicionar los esfuerzos.

Hay varios ejes de acción. Por un lado, el eje de la mitigación, y con esto nos referimos al hablar de las medidas que disminuirán los efectos de la crisis climática y el aumento de la temperatura. En este eje el informe del IPCC identifica en primer lugar, el ahorro y la eficiencia energética pueden contribuir a entre un 40% y un 70% de la reducción hacia 2050, con medidas concretas en infraestructura como construir edificios con consumos de energía eficientes o reducir las necesidades de movilidad; en las tecnologías de uso final, empleando por ejemplo vehículos eléctricos; en cuanto a economía circular, aumentar la eficiencia en el uso de materiales y en el ámbito individual también es posible aplicar pequeños cambios de conductas. Segundo, es urgente dejar atrás los combustibles fósiles: el carbón debería reducirse un 95%, el petróleo en un 60% y el gas en un 45% hacia la mitad de siglo. No menos importante es entender, promover y adoptar soluciones basadas en la naturaleza (tema amplísimo).

Por otro lado está el eje de la adaptación y resiliencia, que busca reducir la exposición a los riesgos del cambio climático, y donde el foco tiene que estar en cómo generamos modificaciones materiales a las condiciones de vida para que las personas (y demás especies) podamos adaptarnos a los impactos y efectos que de todas maneras tendremos que enfrentar producto del cambio climático, independientemente de los esfuerzos que hagamos por minimizarlos. Tecnología e innovación, la forma de construir nuestras ciudades y viviendas, prácticas agrícolas, uso del agua entre muchos otros temas son prioritarios en este eje. Pero cualquier set de herramientas, decisiones y acciones para combatir la crisis climática se queda corto si no consideran un factor más: la necesidad de tener una perspectiva inclusiva en la búsqueda y diseño de soluciones, ya que no podemos olvidar que la crisis climática afectará principalmente a las poblaciones más vulnerables, y dentro de ellas tendrá más impactos negativos en las mujeres.

Recapitulando, un punto clave que debemos rescatar de todo esto que hemos comentado, y de las conclusiones del IPCC es que las soluciones para enfrentar exitosamente esta crisis ya existen. El problema es que una cosa son las buenas intenciones y otra muy distinta, la implementación y ejecución de ellas. Los recursos tecnológicos y las ideas innovadoras están a la mano, pero es necesario llevar este desafío a un nuevo nivel para que las metas efectivamente se cumplan. Y para ello, necesitamos políticas que incentiven la adopción de estas tecnologías no sólo como iniciativas voluntarias aisladas, sino como un plan integral y sistemático con estrategias a corto, mediano y largo plazo.

El reporte nos entrega resultados que permiten concluir qué medidas de las que se han utilizado hasta ahora han tenido éxito y cuáles no generan mayores efectos. El desafío que comparten los países en los años que vienen es instalar una estructura que ayude a una transición baja en carbono utilizando energías limpias. Aquí todos podemos aportar desde nuestras esferas, pero tan importante como visualizarlo, es entender que hay que hacerlo ahora ya. Después, puede no haber vuelta atrás.

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