Para nadie es una sorpresa que, producto del cierre prolongado de los establecimientos educacionales durante el primer periodo de la pandemia, se agudizara un problema persistente en nuestro sistema educativo: la exclusión escolar de niñas, niños y jóvenes (NNJ). Según datos del Mineduc, cerca de 40.000 estudiantes no continuaron sus estudios durante 2021, sumándose a los 186.723 NNJ que ya se encontraban en esta situación.

Habiendo retornado a clases presenciales, resulta urgente abordar el problema de la exclusión escolar más allá de la recuperación de aprendizajes de los y las estudiantes. El 62,5% de NNJ que abandonan el sistema escolar pertenecen al 40% de la población con menores ingresos y la evidencia indica que las consecuencias a largo plazo de la interrupción de las trayectorias educativas perpetuarán esta condición: baja participación ciudadana, menores ingresos, períodos de cesantía prolongados, aumento de la delincuencia, desigualdad y baja movilidad social, entre otras.

El actual Gobierno ha señalado que este es un tema primordial, pero dadas sus múltiples aristas este fenómeno deberá ser abordado como sociedad. Afortunadamente, distintas organizaciones están trabajando para buscar soluciones colectivas al desafío de que NNJ no abandonen el sistema educativo, entre ellas Telar, una comunidad de práctica formada por 16 organizaciones de la sociedad civil. Desde esta agrupación, quisiéramos compartir algunas reflexiones que podrían ser de utilidad para abordar esta compleja problemática.

Hoy existe amplio consenso en que el fenómeno de la exclusión escolar comprende múltiples factores, algunos vinculados directamente al quehacer de la escuela y otros más estructurales, relacionados al entorno familiar, personal y social. El consumo de drogas y alcohol, la paternidad y maternidad adolescente y la situación económica y educativa del entorno familiar impactan tan fuertemente en las trayectorias educativas de NNJ como el ausentismo crónico, la repitencia, el rezago escolar y las expectativas de las y los docentes.

De esta forma, un modelo de intervención que disminuya la exclusión escolar debe involucrar a todo quienes rodean a NNJ en el ámbito educativo: docentes, directivos y familias. En este contexto, resulta imprescindible asegurar la presencia de un adulto significativo en la vida de NNJ y propiciar una reflexión comunitaria sobre el problema.

En lo práctico, algunas acciones que generan buenos resultados y que, gracias a los recursos digitales, hoy tienen mayor alcance son: las tutorías personalizadas, que promuevan vínculos significativos con los y las estudiantes y la implementación de programas de habilidades psicosociales que desarrollen, entre otras, la mentalidad de crecimiento. También la capacitación y el acompañamiento a docentes y directivos es una herramienta sólida para fortalecer el entorno de NNJ.

Finalmente, y aunque parezca una obviedad, la labor en terreno nos ha enseñado que para conseguir que NNJ logren concluir exitosamente sus trayectorias educativas es necesario que los distintos actores trabajemos colaborativamente. Por esta razón, le pedimos al gobierno poner foco en la redistribución de los recursos y fomentar la participación de las comunidades.

Por nuestra parte, nosotros seguiremos compartiendo las buenas prácticas y afrontando los desafíos de forma conjunta, sistematizando este trabajo para uso público.

Comunidad Telar: Lab4U; Aula Digital; Fundación Súmate; Conectado Aprendo; Formando Chile; Fundación Padre, Semería; Fundación Trabün; Fundación Ashoka; Aptus; Letra Libre; Fundación AraucaníAprende; Educa Araucanía; Fundación CMPC; Fundación Presente; Fundación Isla Tenglo; Fundación Educacional María José Reyes; Fundación 99; y Fundación Olivo.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile