Metaverso y NFTs parecen ser palabras fetiches en los últimos meses.
El primer concepto apunta al siguiente paso en la evolución de las conexiones sociales, donde las personas podrán interactuar a través de avatares y vivir experiencias inmersivas multisensoriales con sólo conectarse a diversos dispositivos y desarrollos tecnológicos de realidad virtual.
El metaverso adquirió mayor fuerza cuando el año pasado Mark Zuckerberg, creador de Facebook, cambió el nombre de la compañía matriz a Meta como una manera de prepararse para el crecimiento de la compañía en este nuevo escenario.
En tanto, los NFTs son las siglas en inglés de los tokens no fungibles, es decir, un tipo especial de token criptográfico que representa algo único y que será el puente de entrada hacia el metaverso, facilitando la identidad, comunidad y experiencias sociales.
Pareciera haber mucha energía, tiempo y atención de personas dedicadas al metaverso y está muy bien innovar a través de la tecnología, pero al mismo tiempo, muchos no podemos evitar preguntarnos qué pasa con los problemas del mundo real, las cosas importantes a las que debemos dedicar tiempo, cabeza y energía porque nos están afectando en nuestro diario vivir.
Hablo por ejemplo, de las urgencias y desafíos que tenemos como humanidad en términos climáticos y sociales.
La realidad es que hoy 4 billones de personas en todo el mundo están expuestas a los riesgos del cambio climático, con consecuencias tangibles como el aumento de las temperaturas y las olas de calor, incendios forestales, inundaciones, tormentas, aumentos del nivel del mar y sequías. Estas parecieran ser causas suficientemente urgentes, masivas y relevantes como para que la humanidad esté abocando y concentrando sus esfuerzos en resolverlas.
A ratos pareciera que la creación de este metaverso fuese un distractor al estilo de la película “Don’t Look Up”, que se mantiene en el ranking de las más vistas en Netflix, y en donde se muestra cómo evadimos las realidades y urgencias difíciles a las que hay que poner foco, para distraernos con cosas más livianas.
Esto lo vemos incluso a nivel de empresas, porque hay compañías que están comenzando a registrar sus patentes, crear NFTs, abrir tiendas y comercializar en el metaverso, incluso se están realizando matrimonios virtuales y también han ocurrido los primeros delitos.
Si este nuevo fenómeno será parte de nuestras vidas, quizás el camino para equilibrar ambos mundos es incorporar principios sustentables de manera virtual. Un ejemplo es lo que está haciendo la empresa ambientalista brasileña Moss, que compró extensiones de tierra en la selva del Amazonas y está revendiendo parcelas de su propiedad como tokens no fungibles.
Así, cada NFT que se compra equivale a una hectárea protegida de la selva amazónica brasileña. Es una idea que está recién aplicándose, pero eventualmente podría abrir un nuevo camino si otras empresas adoptan políticas similares.
Lo más probable es que el metaverso avance en sus planes de crecimiento y en los próximos años explote al alza el número de usuarios. Lo importante es no perder de vista las urgencias de la realidad y mantener nuestras energías en los problemas que enfrentamos hoy, los que ya son lo suficientemente complejos y que van a seguir afectando a muchísimas más personas si no hacemos pronto algo al respecto.