Es Chile y sus grandes mayorías las que levantaron la voz y decidieron despertar a la imposición de un modelo injusto y depredador (para resumirlo en muy pocas palabras): es por tanto un profundo proceso democrático en marcha.
Faltan muy pocos días para que el presidente Gabriel Boric haga ingreso al Palacio de La Moneda, portando en sus manos un programa de sustantivos cambios sociales, a los que aspira la mayoría de los chilenos. Será, por tanto, un acto formal y simbólico poderosamente democrático.
En paralelo, la Convención Constitucional ha comenzado a discutir y votar sus primeras normas y principios.
Ésto ocurre en medio de un intenso y acalorado debate, donde participan -en igualdad de condiciones- los 155 (hoy por hoy 154) representantes, legítimamente elegidos en votación popular.
Y en estas primeras votaciones resulta claro ver que la mayoría de nuestros representantes de la CC, aspiran a una nueva Constitución Política que transforme Chile de manera sustantiva (no decorativa). Propuestas más desmesuradas o menos trasgresoras mediante, los acuerdos de la mayoría avanzan con certeza. Nuevamente se trata de un proceso poderosamente democrático. Nadie ha sido desconocido ni inhabilitado, sólo ha operado la democracia.
Sin embargo, ambos hechos políticos republicanos, no son verdaderamente aceptados por quienes ahora son minoría y poseen un poder político realmente de minoría. La democracia (la democracia a la que estaban acostumbrados) ya no es un sistema que básicamente ordena el país en favor de ciertos (sus) intereses, para así perpetuar el status quo con un discurso de democrática cohesión social.
Entonces, hoy comienza -una vez más- una campaña del miedo a la destrucción de las bases institucionales, culpando de ello a las mayorías democráticas a través de sofisticados epítetos publicados a página completa en medios tradicionales (cooptando a intelectuales para ello), culpando al nuevo Gobierno de los problemas de los que no se hace cargo el Gobierno, y con estrategias poco sutiles (comprando medios de comunicación pluralistas para rectificar su línea editorial).
No son las izquierdas la que mañosamente ha manipulado y hegemonizado el rumbo de las conversaciones políticas del país, como denuncia escandalizada la derecha y sus amarillos colaboradores.
Es Chile y sus grandes mayorías las que levantaron la voz y decidieron despertar a la imposición de un modelo injusto y depredador (para resumirlo en muy pocas palabras): es por tanto un profundo proceso democrático en marcha.
Por tanto sería una ingenuidad no darse cuenta de una clara y no sutil maniobra que han iniciado quienes detentan los intereses económicos y patrimoniales que -como dijo Cecilia Morel en un momento de sinceridad angustiosa- deberían supuestamente “compartir sus privilegios”.
¡Ojalá se tratara de compartir una pequeña parte de la fortuna de la familia Piñera y las otras 7 familias que detentan el 50% de la riqueza de Chile! (“Durante 2020, en plena pandemia, las fortunas de los chilenos que aparecen en el ranking de los más ricos del mundo que elabora la revista Forbes, creció un 73%” DF).
Pero no se trata de ese tipo de burda revancha, sino de construir un país verdaderamente democrático que ha decidido maduramente avanzar en el reconocimiento de la Dignidad.
La explosiva presencia en diarios y canales televisivos del colectivo o cofradía Amarillos, no sorprende, pero -además de otras emociones- duele. Duele ver una estrategia política para desprestigiar o desconocer la democracia en ejercicio ciudadano. Duele ver a algunas y algunos derrotados en democracia, aferrándose a cuanto salvavidas se les cruce.
Y más duele ver a algunas y algunos que hasta hace muy poco nos llamaban a revelarnos contra los cantos de sirena del modelo político-económico impuesto en dictadura cívico-militar, cantando otras melodías ajenas.
Todo amplificado por los grandes medios de comunicación -de propiedad de estos mismos grandes intereses- y con una Televisión Nacional de Chile que abandonó su rol público hace muchos años.
Por su parte, Juan Sutil, presidente del gremio de los empresarios (CPC), ha iniciado un proceso de negociaciones para la compra del canal televisivo CNN, tras infructuosos intentos de adquirir La Red, empresa que le cerró de lleno las puertas.
Por cierto, no se trata de un súbito interés por el negocio de las comunicaciones y el rol de integración social que puede ejercer la televisión. El empresario ha sido crítico a la labor informativa de los medios que ahora se interesa en adquirir, pues habrían sido sesgados al informar de los hechos ocurridos en el Estallido Social y todo el proceso político desde ese momento ciudadano en adelante.
Por tanto, como ha indicado, cree necesario rectificar la manera que estos canales comunican en sus pantallas el acontecer político nacional. Está claro. Sin posibles sutilezas.
En este escenario, resulta más urgente que nunca la refundación de una Televisión Nacional de Chile que cumpla efectivamente su misión pública, entregando a todo el país una información amplia, profunda y plural, equilibrando así el tablero televisivo fundamentalmente en manos privadas y sus legítimas -pero interesadas- líneas editoriales.
Se hace más urgente que nunca un Sistema de Medios Públicos (tv, radio, prensa, ventanas multiplataforma), tanto nacionales como comunales y locales, que equilibren todo el espacio comunicacional, también básicamente en manos de grandes grupos de interés.
Velar por el Derecho a la Comunicación y contar con un Sistema de Medios Públicos en paralelo a los medios de comunicación privados, es velar, fortalecer y proteger la democracia.