El verano, a pesar del contexto pandémico, es una época de celebración y disfrute: playa, montaña, vacaciones, fiestas y risas. Bueno, eso no es tan así para algunos.
El hecho de que llegue la época estival significa para un grupo no menor una presión constante. Esa de llegar con el cuerpo de verano y verse lo mejor posible en la piscina. Se iguala la necesidad de bajar de peso con el derecho a ponerse un traje de baño.
La cultura del cuerpo esculpido a cualquier costo, y como requisito mínimo para poder disfrutar, ha llevado históricamente a un daño a la población.
La medicina tradicionalmente ha vinculado a la obesidad y al sobrepeso con enfermedad, así como también la visión de la contraparte, en la que ser delgado sería sano.
Esto tiene bastantes problemas. Lo primero es que la acostumbrada forma de clasificar a una persona de obesa es por IMC, método de utilidad en estudios poblacionales, más no en el análisis individual.
Otra forma de llegar a ese diagnóstico es mediante el porcentaje de grasa de la persona. Si bien a mayor exceso de grasa corporal (sobre todo de tipo abdominal) mayor es el riesgo de sufrir ciertas patologías, no es un criterio único para considerar a alguien como enfermo.
Ya hace más de 10 años existen estudios, como el de Ortega et al, que muestran cómo hay otras variables que influyen en que una persona sea saludable a pesar de tener un cuerpo más grande. El factor más importante en este estudio es que las personas hagan ejercicio físico independiente de su peso.
Aquello nos revela algo crucial y sobre lo que quienes trabajamos en salud tenemos que poner énfasis: lo más importante es llevar un estilo de vida saludable con hábitos sostenibles en el tiempo.
Estos hacen referencia a comer de manera variada, equilibrada y satisfactoria, nunca dejando de lado el placer ni el descanso y hacer ejercicio físico o incorporar el moverse en la rutina, como podría ser caminar de una a dos horas todos los días, entre otros. Vivir de esta manera permite a las personas ser metabólicamente saludables, independiente de cómo sea su aspecto. Y es ahí donde se rompe el paradigma.
Cuando se comparan los resultados de exámenes de laboratorio entre personas que hacen dietas buscando bajar de peso versus aquellas que incorporan un estilo de vida saludable, estudios como el de Long Ge et al evidencian que es el último grupo el que, a la larga, sostiene los resultados y que estos son permanentes. El grupo que hace dieta recupera el peso perdido y no tiene ningún beneficio.
No se puede dejar de lado un tema que está en boga actualmente y es la relación que las personas establecen con la alimentación. Aquella que, si se daña, da paso a los trastornos de la conducta alimentaria como son la anorexia y la bulimia, entre otros.
El factor de riesgo más importante para desarrollar una de estas enfermedades, después de la genética, es haber hecho en algún momento una dieta restrictiva. He ahí la importancia en recalcar la necesidad de que lo que se impulse sean hábitos saludables para tener a una población sana, que no tenga que caer en prácticas dañinas.
Esto hay que impulsarlo en conjunto con reforzar el mensaje del respeto a los demás sin caer en comentarios ni juicios por su cuerpo de modo que no caigan ante la presión social por un modelo de belleza casi inalcanzable. Cambiar el switch de que la primera prioridad es la salud antes que la estética.
Chile está en el segundo lugar de obesidad y sobrepeso de la OCDE. Si bien como ya lo comenté anteriormente, el método para determinar esto está obsoleto: no se puede hacer vista ciega a un dato como este. Pero ¿cómo enfrentarlo? Con políticas de salud que vayan más allá que sacarles el pan del desayuno a los niños de la Junaeb.
Hay que educar personas sanas desde la primera infancia, enseñándoles lo que es comer bien, que hagan actividad física y que adquieran buenos hábitos. Los resultados son de largo aliento, pero hay que comenzar en este minuto para así evitar formar a un país con personas metabólicamente enfermas y que puedan caer víctima de las presiones de la sociedad.
Oscar Barrera Marengo, médico especialista en nutrición y chef profesional