Avanzamos por un camino de tierra en medio de un bosque. De pronto, comenzamos a retroceder. Una camioneta roja a toda velocidad aparece en escena. De ella, baja un hombre vestido de comando y fuertemente armado, nos apunta directamente. Comienzan los disparos. Seguimos retrocediendo, esta vez más rápido, arrancando. El hombre armado cambia de objetivo. A punta de cañón baja al conductor de un camión, quien trata de correr, pero cae al suelo. Mientras tanto, nosotros logramos escapar.
La escena dura poco más de un minuto y fue registrada el pasado miércoles 2 de febrero en la comuna de Curanilahue, en una nueva jornada de atentados en la llamada Macro Zona Sur. Compartido profusamente por WhatsApp y redes sociales, fue en estas últimas donde volvió a generar lo que para las personas que vivimos del trabajo con los bosques y la madera, ha sido un dolor permanente.
En Twitter, reino de las fake news, sindicaron rápidamente al video como un montaje, acusando que la camioneta marca Toyota patente GWTR-12 de color rojo, usada en la acción, era propiedad de Forestal Antilemu Ltda. Al parecer mérito suficiente para que los trabajadores heridos -3 en total- no fueran vistos como víctimas, sino que, como un grupo de simuladores complotados para engañar y generar un clima de violencia que solo existe en la imaginación de algunos pocos. A las cuantas horas, poco importaba que se hubiera acreditado que la camioneta había sido robada minutos antes para perpetrar el ataque. La idea del montaje estaba ya instalada.
¿En que momento dejamos de escandalizarnos con la violencia ejercida hacia trabajadores? ¿En qué momento empezamos a confundir a las víctimas con los victimarios? ¿En qué momento dejó de importarnos el sufrimiento ajeno y nos convertimos en reproductores de mentiras? Nosotros lo vivimos a diario. Ese verdor terrible, un grito sordo en medio de la naturaleza, arrancado con insultos, amenazas, golpes, balas. Un dolor que se extiende a los hogares de cientos de trabajadores, destruyendo a familias completas. Un dolor que podría tener algo de justicia si como ciudadanas y ciudadanos, comenzáramos a tener más empatía.