La grave crisis sanitaria, económica y social generada por el COVID-19 ha postergado una cantidad importante de programas medioambientales que se estaban desarrollando en nuestro país. Es que lo urgente, siempre supedita cualquier otro ámbito del quehacer humano.
No obstante, cuanto más conocemos el origen y evolución de la pandemia, aparece evidenciada la conexión con los fenómenos ambientales que nos están aquejando: como mega sequías, deforestación, contaminación atmosférica, inundaciones y últimamente una inesperada y devastadora erupción volcánica submarina.
Así, la pandemia y la crisis climática, nos han develado nuestras vulnerabilidades, y nos han mostrado cómo cada rincón del planeta reacciona a nuestra falta de prevención y mirada de futuro, de un impacto que nos tiene al borde de la destrucción del equilibrio entre el ecosistema y la vida humana.
Al inicio de la pandemia, Naciones Unidas señalaba que cerca del 75 por ciento del plástico generado por mascarillas, guantes y botellas de desinfectantes para manos en el mundo, se convertirán en desechos que llegarán a vertederos y mares, con un grave costo para el medioambiente. Lamentablemente, esa situación la estamos viendo a diario. Es por ello que la nueva realidad, nos llama a repensar lo que hemos construido y lo que queremos construir, y en ese sentido el mundo de la educación, y en particular, el de la educación ambiental, se transforma en un objetivo esencial y urgente para ayudar a cambiar hábitos y modos de vida, y evitar nuevas crisis.
Urge entonces generar entre todos, un cambio cultural en materia medioambiental, donde la protección y cuidado del entorno sea relevante, inculcándolo desde la primera infancia, en niños y jóvenes. Sabemos que, sensibilizando, educando y promoviendo, incluso con pequeñas acciones y cambios conductuales podemos generar conciencia y compromiso con la tierra que habitamos, desde las aulas, y hoy desde la educación en línea.
El replanteamiento pasa por los gobiernos, empresas y sociedad civil. Sabemos con certeza que la pandemia dejará enormes impactos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, y enfrentarla éticamente no supone superarla para volver a la normalidad, sino que, debemos apostar con responsabilidad e innovación hacia una “mejor realidad”.
Con todo, ha quedado de manifiesto una y otra vez que los problemas generados por la humanidad debemos abordarlos entre todos de manera global, ya que no cabe duda, que tarde o temprano, lo que sucede en un lugar, por aislado y distante que sea, con toda seguridad nos terminará afectando a todos y eso debemos trasmitirlo a las nuevas generaciones. Por ello, las soluciones que surgen en cada rincón del mundo, serán la única posibilidad concreta de hacer frente a las amenazas que nos invaden a todos por igual.
En esta tarea, la educación ambiental continúa siendo un instrumento indispensable para que niños, jóvenes y adultos reflexionen sobre el trato respetuoso que le debemos a la naturaleza, nuestro ecosistema, nuestra biodiversidad, y que esa educación y cambio cultural nos ayuden a reconstruir y regenerar nuestro mundo, que obviamente debemos conocer en su complejidad y su interconexión, para protegerlo.