Boric y Kast

El balotaje de diciembre y la Convención Constitucional

14 diciembre 2021 | 12:21

Época de Elecciones

Las elecciones de fin de año desnudan el complejo escenario social. La épica libertaria del 18 de octubre de 2019, amagada por la escena política nacional, reduce, nuevamente, toda la discusión a una ‘izquierda’ enfrentada a una ‘derecha’. Con una diferencia: esta ‘derecha’ no es la simple ‘derecha’ que todos conocemos o creemos conocer, sino su forma más afiebrada, su forma extrema. Una ‘derecha’ autoritaria, con innegables rasgos de fascismo clásico. Así, el temor a un eventual régimen —que no vacilaría en revivir los peores momentos del pinochetismo—, unifica a una oposición dispersa en torno a proteger el sistema democrático que hasta ahora ha existido en el país y, de paso, con ello, salvaguardar el proceso constituyente ya iniciado. Por consiguiente, no estamos en presencia de la convicción acerca del contenido de un programa. No estamos votando sobre lo que nos gustaría ver o no realizado. No. Se trata, simplemente, de alejar un fantasma al que un sector de la población teme y, con ello, permitir el libre funcionamiento de una Convención Constitucional que, de triunfar el candidato oficialista en la justa electoral de 19 del presente, podría verse profundamente afectado. De lo que se infiere que ambos candidatos, tanto Boric como Kast, reúnen en torno suyo a un multifacético conjunto humano unido ante el temor irracional que les infunde lo que suponen está presente en el adversario.

Un irreal escenario real

Se trata, sin embargo, de un escenario que no siendo real lo es, no obstante, desde el punto de vista jurídico/político, que es el campo en donde los conflictos se resuelven en la oposición entre ‘derecha’ e ‘izquierda’. Y en donde se van a resolver las elecciones de 19 de diciembre.

No parece necesario recordar que ha sido la ‘élite política’ quien instala ambas opciones como única viabilidad. La misma ‘élite política’ contra la cual se produjo el estallido de 18 de octubre de 2019; la misma que controla la escena política nacional.

El escenario político actual, por tanto, está gobernado por actores políticos. Ahí se resolverán, en primera instancia, las contradicciones de clase. Es un escenario en donde el universo de votantes que no participa en las elecciones supera al 50% y, dentro del sector que vota, hay una clara preferencia por candidatos que pertenecen a partidos nuevos; los viejos partidos van en franco declive y no pocos analistas se atreven a pronosticar la desaparición de algunos, una vez que el Servel realice los ajustes necesarios para determinar si pueden o no seguir funcionando como tales.

No es un escenario fácil. Como lo señala una analista, en la primera vuelta electoral, “[…] no llegamos al 50% del padrón y ninguno de los ganadores alcanzó el 30% de las preferencias”.

Entonces, se trata de captar, en primer lugar, la totalidad de los votos de quienes participaron apoyando a candidatos que no alcanzaron las dos primeras mayorías. Y, dentro de estos, a los partidos que naturalmente han tenido una posición dentro de lo que se conoce como ‘izquierda’ y ‘derecha’. Esos sectores se han agrupado en tono a las candidaturas que mejor los representan. Hay poca novedad, al respecto. Pero hay más: un vasto contingente de personas que salió de la escena social para ingresar a la escena política, volcó su apoyo al candidato de un partido nuevo —el partido De la Gente PDG—, Franco Parisi, cuyo éxito no ha sido aún convenientemente analizado y cuyo electorado alcanza un total cercano al millón de votos, suma que cualquiera de los dos candidatos que se enfrentarán el 19 del presente quisiera tener para sí. Ambos factores pueden decidir el destino de la votación.

“El panorama para los candidatos es complejo, porque además de intentar convencer a quienes no participaron, deben conquistar al 50% que, si votó, pero que no votó por ellos. Si sumamos ambas cifras, los candidatos se enfrentan a un 74% del electorado “huérfano” de candidatura”.

De lo cual se colige que hay otro campo, el más importante, el campo de los no votantes, el campo de la abstención, de quienes no creen en el sistema y se han marginado del proceso eleccionario creyendo, con ello, cortar los vínculos con una sociedad por entero corrupta. Pero ese campo no se conquista fácilmente; se trata de personas que han perdido la confianza en las estructuras e instituciones del Estado. Viven ac si. Como si así fuese la forma de vivir, sin preocuparse más que de sí mismo y de sus entornos más cercanos.

Exigencias para ambos candidatos

Cualquiera de los dos candidatos que resulte electo estará sometido a tres exigencias básicas para gobernar:

1. Todas sus acciones deberán realizarse al amparo de la constitución pinochetista. El instrumental jurídico del cual dispondrán emanará de la constitución pinochetista, con facultades exclusivas para ejercer determinadas acciones o para negarse a hacerlo.
2. Gobernará con un Parlamento, si no adverso, al menos con reacciones difíciles de prever. De lo cual se deduce que ninguno de los candidatos que resulte electo tendrá seguridad absoluta que sus proyectos de ley serán aprobados; y,
3. Si la nueva Constitución condiciona el período que durarán en sus cargos las respectivas autoridades, y se lleva a efecto sin inconvenientes el correspondiente plebiscito aprobatorio, esa circunstancia determinará la vigencia del presidente electo y del propio Parlamento.

La nueva Constitución puede, por tanto, ser ‘el’ obstáculo que encuentre uno de los dos candidatos de resultar elegido. O, lo que es igual, la constitución puede ser un severo obstáculo para el que desee prolongar la vigencia del sistema que ha hecho posible el Chile post Pinochet.

La política de los intereses de clase

La política, sin embargo, es una disciplina determinada por intereses de clase. Nada de lo que sucede en política es casual: obedece a un meditado y bien urdido plan para entregar réditos o beneficios a determinadas personas o segmentos sociales. No debe llamar la atención que tanto Boric como Kast adopten posiciones opuestas respecto a cómo ha de procederse frente a la marcha de la Convención Constitucional.

La actitud de Boric es ampliamente conocida al respecto pues, como lo señala una publicación, “[…] se comprometió a respaldar el trabajo de la Convención […]”.

En efecto, tanto él como Yasna Provoste, desde un comienzo, habían manifestado que, si salían elegidos, colaborarían con el trabajo de la Convención, realizarían el plebiscito aprobatorio y se someterían, en consecuencia —de inmediato si así estuviese dispuesto—, a las disposiciones de la nueva constitución.

La actitud de José Antonio Kast

La actitud de José Antonio Kast no es la misma. No lo fue desde un principio. Y, aunque haya alterado su propuesta, aunque afirme que respetará la ley, frente a la marcha de la Convención su actitud no será meramente contemplativa. Ello se deduce de sus postulados pues promete restaurar el modelo de sociedad heredado de Pinochet, con sus ISAPRES y sus AFP, con el auge del mercado financiero y la industria extractiva. Será un Gobierno de restauración. Por tanto, bajo su eventual gobierno volverá a regir toda la armazón jurídico/política heredada de la dictadura, afirmación que no es, en modo alguno, gratuita. En el debate de ARCHI, de 10 del presente, lo dejó claro ante la pregunta del periodista Ramón Ulloa sobre la creación de un nuevo estado de excepción y las facultades que esta disposición otorgaría al mandatario, particularmente si contempla detener a personas en sus casas o en otros lugares distintos a los penales. Kast respondió que sí, que eso era efectivo. A partir de ese momento, el intercambio de palabras fue el siguiente:

“Kast: Puede ser que los legisladores estimen que eso es excesivo para el presidente pero dadas las circunstancias que nos ha tocado vivir con temas de terrorismo, con temas de violencia extrema, con temas de destrucción de bienes públicos y privados masivo, a nuestro juicio es necesario poder tener una efectividad en la respuesta mucho mayor de la que se tiene hoy día. 
Ulloa: Lo que pasa es que las facultades son bastante amplias candidato, usted quiere que el presidente que podría ser usted sin invocar estados de excepción más restrictivos puede igualmente ordenar, interceptar documentos, toda clase de comunicaciones, también arrestar a personas en sus casas en otros lugares distintos a cárceles. 
Kast: Así es.
Ulloa: ¿Le parece bien eso? 
Kast: Sí. 
Ulloa: Ya, arrestar a personas en lugares que no sean cárceles era lo que hacía la DINA y la CNI…
Kast: Hoy día está contemplado en el estado de excepción por lo tanto estamos validando lo mismo que ya está en el estado de excepción y agregándoselo a otros estados de excepción pero vuelvo a insistir, esto pasa por el Congreso”. 

Kast no necesita una nueva constitución. Por el contrario, le interesa mantener la constitución pinochetista e, incluso, aumentar las facultades que le otorga al presidente. En consecuencia, no solamente es inútil para él el trabajo de la Convención sino un estorbo. No parece necesario insistir aquí que si el funcionamiento de una instancia resulta molesto para quien dirige un país, su intención será, siempre, ponerle término.

Por lo mismo, para quienes tenemos la esperanza puesta en el funcionamiento de la CC, el ascenso de Kast a la presidencia de la nación puede resultar tremendamente dañino. No porque pueda atentar en contra de ella sino, precisamente, todo lo contrario. Nos explicamos: en primer lugar, es posible que, instalado en la presidencia, no haga lo que deba hacer o, haciéndolo, no lo haga en tiempo oportuno. Las palabras del convencional constituyente Mauricio Daza son bastante elocuentes al respecto: “Según las normas que tenemos, una vez concluida la labor de la Convención, el Presidente debe llamar a un plebiscito de salida. Y en el caso que no lo haga, no hay ningún instrumento institucional efectivo para obligarlo a hacerlo, considerando que, aún cuando esté violando la Constitución, por las mayorías parlamentarias no habría ninguna posibilidad real de poder obtener una acusación constitucional en su contra por incumplir este deber”

En segundo lugar, haciendo lo que debería hacer, sea o no en tiempo oportuno, encabece desde el Gobierno una cruzada en contra de la CC al momento de llevarse a cabo el plebiscito aprobatorio. Algo que también Mauricio Daza había considerado posible: “Otro riesgo es que se haga campaña para el Rechazo desde el gobierno. Los riesgos son muchos. Tenemos que hacernos cargo de ellos con trabajo efectivo, centrándonos en aquello que la ciudadanía nos exige. Y eso lamentablemente creo que muchas y muchos convencionales todavía no lo entienden, y piensan que estamos viviendo una situación similar a la que sucedió después del Estallido. Y la verdad es que del año 2019 al 2021 han ocurrido cosas. El escenario político y social en Chile ha cambiado”.

No obstante, según La Bot, ya en octubre había afirmado algo similar: “Si el proyecto es malo y yo salgo electo presidente, claramente trabajaré porque en el plebiscito de salida gane el Rechazo”.

Cualquiera de las actitudes anotadas puede significar el fin de la CC. Y acarrear una situación de grave inestabilidad política para el país.

¿Posible? No es solamente posible sino inevitable. Porque el discurso de Kast es doble. Acostumbra a desdecirse. Afirma; luego, desconoce. Revela; luego, oculta. Insulta; luego, pide disculpas. Es un sujeto que está volviendo sobre sí mismo a cada momento. Es una peonza. Un individuo inseguro de todo lo que dice. Un giróscopo. Un sujeto del que nadie puede confiar. En el debate presidencial de ARCHI, señaló terminantemente: “Si tengo el honor de dirigir la nación, lo primero que haré es intentar generar mesas de diálogo con la Convención y facilitarles todo el trabajo, ya sea en lo tecnológico, en lo económico, en las asesorías para que, dentro del plazo establecido en la Ley, ellos puedan hacer una presentación de una nueva Constitución”.

Pero, a continuación, agregó que “[…] si ellos no respetaran el derecho a libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad de enseñanza, de propiedad privada, yo encabezaría, dentro de los marcos legales autorizados por la Contraloría todo lo que pueda para que eso se rechace”.

No debe sorprender que, ante esta afirmación, la periodista y convencional constituyente Patricia Politzer, haya escrito en su cuenta de Twitter: “¡Qué grave! @joseantoniokast amenaza con rechazo a nueva Constitución antes de que la @convencioncl la escriba”.

Y el escritor Jorge Baradit, también convencional constituyente: “Si ellos (la Convención Constitucional) no cumplieran ciertos requisitos (habló de religión, propiedad privada, entre otros) como presidente encabezaría el rechazo a la nueva Constitución.” Es decir, si no escribimos lo que él quiere, como presidente se opondrá al proceso”.

El enemigo proverbial: La Convención Constitucional

La cultura de las clases dominantes, nos enseña Antonio Gramsci, es una, típica, consciente y homogénea. No necesitan pensar mucho para saber lo que tienen que hacer y contra quién van a actuar. En el caso en comento, la CC es su enemiga proverbial, lo saben y le temen. Ese temor lo revela con asombrosa precisión Marcela Cubillos, en una entrevista que le hiciera ‘El Libero’:

“En la Comisión de Sistema Político ya vemos mayorías incipientes que se inclinan por un Congreso unicameral, por lo tanto, el riesgo es mayor si no hay una norma transitoria que se comprometa a mantener al Congreso y próximo Presidente electos por un periodo de 4 años. Por ejemplo, si gana Boric, se le puede respetar el régimen presidencial, pero si se aprueba un Congreso unicameral, la Convención puede decir ‘el próximo año se repite la elección’”.

En efecto, las disposiciones transitorias de la constitución pueden señalar plazos más cortos para los mandatos pues, en definitiva, será la población nacional quien aprobará o rechazará esas normas. Por consiguiente, no incurre en error Marcela Cubillos cuando advierte lo que puede suceder con el articulado de la nueva constitución. Lo que confirma la profunda desconfianza que tienen los sectores dominantes con la CC. En consecuencia, lo que se juega en esta elección no es solamente la presidencia sino todo el trabajo que implica la redacción de una carta fundamental que por primera vez en la historia será escrita por voluntad popular.

Independencia de la Convención Constitucional

Sin embargo, hay enemigos internos dentro de la propia Convención. El peor de ellos es la locuacidad de algunos convencionales constituyentes y su insoportable tendencia al protagonismo y a la exhibición. Sostenemos nosotros que la Convención debe mantenerse alejada de los avatares políticos contingentes y no dejarse influir por estos; por el contrario, los avatares políticos contingentes deben adecuarse al trabajo y a la conducta de aquella. Sin embargo, algunas organizaciones políticas no lo estiman así. Y es que los partidos se organizan para gobernar, para defender determinados intereses de clase desde el Gobierno de una nación o desde el Parlamento. Y eso es un problema. Porque muchos de sus representantes expresan ideas que no es bueno exteriorizarlas antes de producir el debate correspondiente dentro de la instancia en donde actúan. Es el caso de las declaraciones que hizo Jaime Bassa en una entrevista con La Bot en la que señaló que “[…] me parece que es más razonable que tanto el mandato presidencial como el próximo período legislativo ordinario, que dura 4 años, se lleven a cabo íntegramente”.

¿Debería causar sorpresa que, apenas pronunciadas aquellas palabras, propusieran Marcela Cubillos y Arturo Zúñiga la firma de un proyecto de acuerdo sobre esa materia? Por supuesto que no, porque cuando se escuchan afirmaciones como la indicada, resulta ingenuo suponer que el oponente no va a sacar ventaja de aquellas. O, también, cuando el propio Mauricio Daza señaló: “Necesitamos hacer un análisis autocrítico, con humildad, dando cuenta de qué hemos hecho para generar un escenario de inestabilidad, que sin duda es algo que ha ayudado a que la candidatura de Kast se haya impuesto en la primera vuelta presidencial. Creo que los discursos grandilocuentes, arrogantes, mesiánicos, maximalistas que se han planteado por distintos sectores al interior de la Convención, muchas veces con algo de agresividad, han ayudado a generar esa incertidumbre, ese temor”.

¿Qué autocrítica hay que hacer? ¿La misma que realizó treinta años atrás, la Concertación de Partidos Por la Democracia con las consecuencias que todos hoy conocemos? El afán de protagonismo, las ansias de sobresalir, de aparecer como el faro que guía a los navegantes en la oscuridad, tiene sanciones que se extienden por años cuando de cuestiones sociales e intereses de clase se trata.
La Convención Constitucional debe seguir adelante. La obligación que contrajo no es con un partido, secta o religión. Mucho menos con una ‘élite política’. Su compromiso es con la comunidad, con la población nacional. A ella debe responder y entregar su trabajo. Y a ese trabajo deben someterse las nuevas autoridades puesto que han sido elegidas a sabiendas que asumen sus respectivos cargos en medio de un proceso constituyente.