El reciente informe de Unicef sobre Índice de Riesgo Climático de la Infancia mostró por primera vez cuantas niñas y niños viven en zonas expuestas a múltiples desastres ambientales. En este, se da cuenta que todas y todos están en riesgo o, por lo menos, viven bajo estrés a raíz del cambio climático, ya sea por olas de calor, ciclones, contaminación atmosférica, inundaciones y escasez de agua, entre otros. En América Latina y el Caribe, 169 millones de niñas, niños y adolescentes (NNA) pueden enfrentar al menos dos de estos factores, ya que un 25% vive en zonas donde se desarrollan -por lo menos- cuatro de estos factores.
Los cambios de contexto afectan de forma radical a niñas y niños, sobre todo cuando viven en contextos de inestabilidad. Desde que comenzó la pandemia del covid-19, frente a la incertidumbre que provoca la situación y la vulnerabilidad económica, se agudizaron los problemas al interior de los hogares, donde los NNA son quienes más se ven afectados, ya que tienen menos espacios de acompañamiento y contención. Con ello se visibilizan las brechas sociales, de género y de salud mental, entre otras.
Las/os NNA no son responsables del cambio climático y menos de los impactos en el ecosistema, pero son ellas/os quienes soportan la mayor carga del fenómeno, porque no solo son vulnerables a las condiciones meteorológicas extremas que están aumentando con el paso de los años a nivel mundial sino también de los riesgos y enfermedades que estas mismas provocan.
La adaptación al cambio climático debe ser diseñada con foco en la infancia. Junto a las políticas de cuidado del medio ambiente, se deben incorporar estrategias de contención de las familias y mecanismos de comunicación especialmente dirigidos hacia niñas y niños, que promueva el involucramiento con las soluciones, la comprensión de la problemática y la disposición de recursos de afrontamiento. El problema lo hemos generado las y los adultos, pero no podemos repetir el error de olvidar a la niñez a la hora de pensar en cómo enfrentarlo, pues son las nuevas generaciones las que heredarán los problemas que hemos generado y las que merecen, al menos, contar con las herramientas para hacerles frente.
En esta nueva conmemoración del Día Internacional Contra el Cambio Climático es fundamental pensar en las próximas generaciones y adoptar cambios a nivel mundial, haciendo pequeños cambios que comienzan en el interior de las familias, pero que también se conviertan en políticas públicas, porque si bien el impacto lo generamos cada una y uno de nosotros son los Estados los llamados a generar cambios y políticas que aseguren un mejor futuro para las nuevas generaciones.