En medio de la pandemia que nos ataca sin piedad, los Objetivos de Desarrollo Sostenible están en riesgo de no cumplirse, en gran parte, debido al deterioro de la naturaleza causado por la actividad humana. Actualmente, el mundo ha perdido 178 millones de hectáreas de bosque en los últimos 30 años, 1 millón de especies están en peligro de extinción y más del 90% de los suelos de la tierra podrían degradarse para 2050. Estas cifras nos ponen en alerta y nos recuerdan que debemos actuar de forma acelerada.
En los últimos años ha cobrado fuerza en el mundo empresarial innovador, la idea de ir hacia modelos económicos más avanzados en el concepto de circularidad, como la economía regenerativa que se plantea como una instancia a un nivel más absoluto que la economía circular. Este nuevo modelo se preocupa por el tipo de valor que puede crear y cómo puede devolverlo a la sociedad y al medioambiente, promoviendo y desarrollando acciones que permitan restablecer el equilibrio entre el ser humano y los ecosistemas de los cuales obtenemos los recursos naturales.
La economía regenerativa busca no sólo reducir los residuos, sino también eliminar el concepto mismo de desecho. En ella, los sistemas de producción son de ciclo cerrado, modelados según diseños naturales donde cada residuo es, o bien devuelto al ecosistema como nutriente, o bien se convierte en un insumo para fabricar otro producto. Esto es especialmente importante, tratándose de materiales tóxicos, los cuales pueden poner en peligro la capacidad de la naturaleza para asimilarlos. Así, la sostenibilidad se refiere al equilibrio económico, social y medioambiental, en la sociedad, aplicado a los negocios; y a la resiliencia en diferentes dimensiones, desde lo local, a la regional y global, la economía circular se enmarca en el ámbito medioambiental, buscando replicar los ciclos naturales en el consumo de recursos, bajo los principios de reducir, reutilizar y reciclar, en los procesos que siguen los productos que consumimos. En tanto, la economía regenerativa, se basa en restaurar la salud y la vitalidad de los ecosistemas y en no utilizar ningún recurso que no pueda regenerarse.
La motivación y la preocupación final apunta al mismo objetivo, buscando responder a que el planeta está enfrentando una crisis producto de un desarrollo económico inorgánico e irresponsable, donde la actividad humana está traspasando los límites que este puede soportar. A medida que los sistemas económicos, sociales, ambientales y de gobernanza comienzan a debilitarse, acentuado ahora, por el impacto de la pandemia de covid-19, la resiliencia pasa a liderar la lista de prioridades tanto en el sector público como en el privado y como forma de garantizarla a largo plazo, aparece la necesidad de estudiar, analizar e invertir en la regeneración de nuestro ecosistema.
Como sociedad, Chile puede experimentar este nuevo modelo, aprovechando el impulso de empresas avanzadas en esta investigación y tecnología, la motivación de dar pasos adelantados en materia medioambiental, que demanda la coyuntura sociopolítica, y promover sin temor un cambio de visión de los procesos productivos allí donde resulta posible. Para ello, es necesario que las empresas que están más avanzadas en sus procesos, apuntando a la economía circular, se atrevan a adoptar un modelo aún más exigente y desafiante cuando es viable, como lo es la economía regenerativa y así ayudar a construir un país donde la sostenibilidad se muestre con hechos concretos y ejemplificadores.