Hemos evolucionado en muchos aspectos, sin embargo, en otros pareciéramos estar aún en una era cavernícola. Desde hace un tiempo trabajamos en la idea de incorporar y hacer más vívida una educación no sexista, donde dejemos de vincular ciertas profesiones a hombres o mujeres, fomentando que a las niñas se les termine de regalar juegos de té y a los niños juegos científicos, lo que me parece maravilloso. Pero, esta idea va más allá, pues apunta a dar igualdad de oportunidades tanto a hombres como a mujeres, una batalla que lleva años.

Recientemente terminaron los Juegos Olímpicos, instancia que cada cuatro años nos atrapa con las increíbles proezas que los deportistas realizan. Quiero destacar, además, el tremendo gesto de los equipos femeninos que se presentaron en esta versión, pues fueron las primeros que se atrevieron a dar el paso de protesta sobre la cosificación femenina.

Para los hombres puede parecer que somos graves, pero no es así. Si se trata de deporte, el mismo deporte que ellos practican, entonces ¿por qué nosotras debemos estar con diminutos e incómodos uniformes que no influyen en nada el desempeño deportivo? No podemos avalar la inconsecuencia de reforzar una educación no sexista si el deporte, que es también educativo y formativo, no va de la mano y sigue la misma línea.

Parece increíble que en pleno 2021 aún se cosifique a la mujer por sobre lo deportivo y de manera tan normal, ya que no existe fundamento lógico para hacer tal diferencia, que solo favorece a quien pudiera ver el deporte para observar cuerpos y no la sana competencia, lo cual atenta a principios tan básicos del Derecho como la igualdad y no discriminación.

Parece, además, insensato que se aplique una multa por defender un principio que es un derecho fundamental. Medalla de oro para las valientes que levantaron la voz, medalla de oro para quienes defienden ser tratadas igual y no ser discriminadas por el simple hecho de ser mujer.

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