La Encuesta Casen reveló que en nuestro país la pobreza alcanzó al 10,8% de la población, volviendo a 2 dígitos como a mediados de la década anterior, y afectando a 2,1 millones de personas en el año 2020. Según la misma encuesta, en la mitad de los hogares el jefe era una mujer (49,9% son jefas de hogar), evidenciando un cambio significativo en el patrón de feminización de las jefaturas de hogares. En 2000 solo en un 23% de los hogares el jefe de hogar era mujer.
Pero la pobreza no golpeó de la misma manera a hombres y mujeres en 2020. Mientras el 7,6% de los jefes de hogar hombres calificaron como pobres, esta tasa alcanza al 11,4% entre las jefas de hogar mujeres. Más aún, el 71% de los jefes de hogar hombres señaló estar ocupado, frente a solo el 51% de las jefas de hogar mujeres.
En efecto, sabemos que la participación en la fuerza de trabajo y el empleo femenino retrocedieron fuertemente en pandemia. La Cepal, en febrero de este año, advertía el retroceso de una década en la tasa de participación laboral de las mujeres en Latinoamérica y El Caribe. En 2020, explica el estudio, las mujeres salieron de la fuerza laboral por atender las demandas de cuidados en sus hogares.
En Chile, los avances registrados hasta 2019, se han revertido. Según el INE, las mujeres representaban un 53% de la fuerza laboral del país en 2019, mientras que a fines de 2020 bajaron a un 45%. Por otra parte, según el PwC Women in Work Index, publicado en marzo de 2021, Chile fue el país de la OCDE que más retrocedió en indicadores laborales femeninos producto de la Covid-19, registrando una alta tasa de mujeres desocupadas (11,8%), superado solo por Grecia (20,5%) y España (18,4%).
El desempleo y el retiro de la mujer del mercado laboral no pueden transformarse en tendencia, puesto que la plena integración de la mujer al trabajo es la manera más efectiva de combatir la pobreza. A este respecto, el director de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Banco Mundial para Latinoamérica y El Caribe, señala que “…recuperarse de la crisis requiere de oportunidades para que todos los individuos, especialmente las mujeres, accedan a oportunidades económicas. Para alcanzar este objetivo, se debe poner mayor énfasis en la igualdad de género y la eliminación de los obstáculos que afectan de forma desproporcionada a las mujeres”.
Para favorecer la recuperación, el empleo femenino y evitar que el shock de la pandemia siga prolongando una brecha que alimenta la pobreza, debemos apuntar a una recuperación de la economía con enfoque de género. Se requiere generar cambios que permitan la integración plena de la mujer al trabajo. Uno de ellos nos lo recuerda el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en un reciente documento: generar una distribución equitativa de las responsabilidades y labores domésticas y de cuidados, aplicando la corresponsabilidad dentro de los hogares.
Y la corresponsabilidad no es solo un llamado a los padres a compartir las labores del hogar o el cuidado de los hijos. Para que contribuya al objetivo antes mencionado, debe entenderse como un desafío integral que, por una parte, involucre a empleadores de fuerza laboral femenina y masculina y al Estado en el apoyo a los padres y madres de familias con hijos, y al conjunto de la sociedad en el respeto y promoción de reglas de convivencia que la faciliten. Esto último implica que estas reglas de convivencia incentiven a ambos padres, vivan o no con sus hijos, a contribuir de igual forma a su cuidado y bienestar, y sancionen prácticas de no-corresponsabilidad, como las de padres que no cumplen con su obligación mínima de pagar pensiones alimenticias.
Con esto estaremos no solo sentando las bases de una recuperación económica más equitativa, sino también más sostenible y próspera.