Según cifras de la UNESCO, el cierre de instituciones de educación superior (IES) causado por la pandemia afectó, solo en América Latina, a más de 23 millones de estudiantes durante 2020, los cuales vieron cómo sus clases presenciales y experiencias universitarias se vieron transformadas a la modalidad online. A pesar de ser una medida de emergencia, programas educativos a distancia existen hace mucho tiempo en nuestro país, pero con un nivel de demanda bastante bajo, al menos hasta hace un par de años… Partamos por analizar qué dicen los datos.
Al revisar los últimos informes de la Subsecretaría de Educación Superior sobre matrícula y titulados en el nivel terciario, el número de alumnos en programas con jornada a distancia aumentó en comparación al 2021 en una tasa histórica: de 52.517 estudiantes en 2020 a casi 80.000 en 2021, significando un alza del 51,1%. Esta modalidad fue por lejos la con mayor crecimiento en el último periodo.
Al analizar los matriculados de primer año, las cifras son aún más contundentes. El número de alumnos en programas con jornada a distancia aumentó un 68,8% con respecto al año anterior. Además, si se analiza la tasa de crecimiento del número de alumnos inscritos en primer año entre 2017 a la fecha, se obtiene que estos programas son los únicos que no han disminuido su demanda, alcanzando una altísima tasa de crecimiento de un 178,8%.
Todas las cifras nombradas anteriormente se contrastan con la realidad de toda la educación superior de pregrado. Si bien la matrícula total en Chile en 2021 creció un 4,6% respecto del año anterior – pasando de 1.151.922 alumnos el 2020 a 1.204.414 el 2021-, esto se traduce en una recuperación de la tendencia al alza que se estaba viendo hasta 2019, la cual se frenó producto del estallido social y del boicot a la PSU. Es más, una de las razones del aumento que se observa en 2021 sería causado en parte por la pandemia actual, dado que un número importante de estudiantes de cursos superiores que debieron egresar el año pasado no pudieron hacerlo y continúan como alumnos vigentes. Esto se ve reflejado en el informe de titulación, pues se generó un impacto en los procesos finales (prácticas profesionales o evaluaciones), provocando una postergación de estas para el año siguiente. Es decir, el alza de matriculados es causado en parte porque hay alumnos que no han podido finalizar sus estudios.
Lo anterior es un ejemplo de las consecuencias sin precedentes que ha provocado esta crisis sanitaria, las cuales todavía no son posibles de dimensionar del todo. Por ahora solo es posible afirmar que los efectos ya comienzan a evidenciarse. Si miramos el vaso medio lleno, estas cifras también son reflejo de cómo la educación remota puede significar una alternativa totalmente válida y de muchísima utilidad para ciertas personas, principalmente aquellas con dificultades para participar en un sistema presencial por factores como la distancia con la casa de estudios, la dificultad de compatibilizar el trabajo con un sistema presencial, entre otros.
Más allá del contexto pandemia, y tal como lo indican los datos, la modalidad de estudio a distancia se ha vuelto protagonista en Chile en los últimos años. Por lo mismo, es sustancial que reconozcamos esta realidad para fundar un espacio íntegro de aprendizaje en nuestro sistema educativo, dotando a estos programas con una malla curricular y un sistema pedagógico que así lo entienda. Países como EE.UU. tienen un par de pasos más en la materia, donde para el 2013, 1 de 3 alumnos de College tomaron al menos un curso online en sus estudios superiores.
En nuestro país existen esfuerzos de la autoridad como el plan especial de fiscalización de emergencia realizado por la Subsecretaría de Educación Superior, el cual buscó verificar la adopción de medidas por parte de las IES que les permitiesen dar continuidad al servicio educativo durante la crisis sanitaria, con resultados positivos. Pero mirando a futuro, urge repensar el rol que cumplen los programas con jornada a distancia en nuestro sistema educativo, para que el aumento explosivo de la demanda de estos en el último tiempo no los termine por encasillar en una alternativa exclusiva a la no presencialidad.
Una encuesta realizada por IPSOS el 2020 arrojó que el 24% de los estudiantes de EE.UU. cree que en 5 años más la mayoría de la educación superior será mayoritariamente online, mientras que en Chile el porcentaje fue de 9%. La respuesta a esa pregunta surge por dos fenómenos causados por la pandemia: cambios en la demanda y nueva realidad de la oferta. Para el caso chileno, la demanda sabemos que aumentó, al parecer la oferta y su calidad es lo que genera un rechazo a un grupo importante de alumnos.
En resumen, tanto la Comisión Nacional de Acreditación como las mismas IES, deben considerar que la educación online llegó nuevamente, pero esta vez para quedarse y avanzar desde ahora en adelante en esa línea. Estamos en el momento preciso para aprovechar los enormes beneficios de los programas a distancia bien logrados.
Rodrigo Román
investigador de Acción Educar