La semana pasada un grupo de constituyentes, los llamaremos los 34 de la fama, lograron justamente notoriedad por una declaración polémica, que remeció el avispero. Entre otras cosas, llamaron a desconocer el acuerdo político del 15 de Noviembre, donde se establece el quórum de 2/3 para aprobar los contenidos de la nueva constitución.
Es cierto que lo de los 2/3 perdieron algo de relevancia práctica una vez que ChileVamos quedó debajo del número de convencionales que estratégicamente se había autoimpuesto como meta, y que, en teoría, le otorgaría poder de veto.
Y es cierto también que es admisible la discusión sobre si la Convención es un poder autónomo, es decir si no se somete a reglas otorgadas previamente por otro poder como el actual Congreso, del cual proviene su mandato legal. Todo se puede conversar y discutir, por cierto.
Sin embargo, soy de los que cree que nuestro subdesarrollo es más mental que material, quizá porque somos un país muy joven, y siempre en el juego del poder hay quienes se quieren llevar la pelota para la casa.
En esto, los 34 de la fama se vuelven mortalmente parecidos a quienes ellos mismos apuntan con el dedo como los causantes de los males que vienen a superar: grandes empresarios que se coluden porque tienen el poder de saltarse las reglas que un almacenero o dueño de boliche de barrio jamás se permitiría. O políticos que raspan la olla de los aportes económicos, tirando boletas truchas a diestra y siniestra, burlando las normas que ellos mismos hacen y obligan al resto de los mortales a cumplir. Ojo, soy empresario financiero, y no me enorgullecen ni los unos ni los otros. Ni menos me representan.
La Constitución del 80 que llega a su fin, quizá nunca se legitimó del todo porque también en su origen la animaba ese espíritu fundacional de hacer partir todo de cero, como si con ella comenzara un nuevo país.
El mundo desarrollado que miramos y admiramos, es uno donde ningún gobernante o poderoso pretende que todo comience con él. Donde junto con los cambios, a veces muy profundos, hay también siempre elementos de continuidad. Si no, es cosa de ver la planificación urbana de muchas ciudades europeas que nos maravillan cuando recorremos sus añosas calles repletas de historia.
Con las normas pasa lo mismo. Claro que podemos hacer borrón y cuenta nueva, pero que bien nos haría evolucionar desde los revanchismos adolescentes. Demostrar que hemos madurado y aceptamos que amplios consensos, como los 2/3, solo fortalecerán la legitimidad del nuevo marco constitucional. Lo que si encuentro inaceptable, es que toda esta pataleta se haga en nombre del Pueblo. La gente de Chile es mucho más inteligente y sensata que cualquier grupo de iluminados que quiera arrogarse la totalidad de su representación.