El 30 de enero del 2021 un incendio arrasó con una de las Unidades de Cuidados Intensivos más grandes del país: la del hospital San Borja Arriarán. Por supuesto, este evento generó gran conmoción en la comunidad en general y en el cuerpo médico y los pacientes del recinto, en particular. Sin embargo, ese día, entre las llamas, también desapareció otra institución que hoy pocos recuerdan: el Instituto Chileno Japonés (INCHIJAP).
Fundado en 1977 con apoyo del gobierno japonés, el instituto permitió durante años la formación de profesionales chilenos en enfermedades digestivas en el país oriental. Esto, lo posicionó como un referente nacional en diagnóstico y tratamiento de enfermedades gastrointestinales, especialmente cáncer gástrico, de colon y enfermedades del hígado. Casi 1 millón 200 mil personas, y miles más derivadas de hospitales regionales, dependían de este centro. Es el equivalente en enfermedades digestivas al Instituto de Neurocirugía o al Hospital del Tórax. Como tal, forma parte de la historia grande de la Salud Pública chilena y de las relaciones chileno-japonesas.
En medio del fuego, apenas algunos de los equipos necesarios para su funcionamiento, pudieron ser rescatados por un grupo de funcionarios, que realizaron una labor tan heroica como silenciosa. Pasados ya tres meses desde el incendio, las unidades de paciente crítico han vuelto a funcionar, pero no ha sucedido lo mismo con el INCHIJAP, que aún no se recupera. Una parte ha sido trasladada al Hospital de La Florida y al CRS de Maipú, donde se realiza una ínfima fracción de los procedimientos diagnósticos que se hacían año a año.
¿Por qué esto es tan relevante? Porque el cáncer gástrico y de colon representan la tercera y quinta causa de muerte por cáncer en personas entre 50 y 70 años. Se estima que aproximadamente 15.000 chilenos al año fallecen de tumores digestivos – cáncer gástrico, colon, vesícula y páncreas – y otros 4.000 fallecerán de enfermedades al hígado. En conjunto, una cifra similar a la de pacientes fallecidos por Covid19 el año 2020 (aprox. 22.000). Se trata por cierto, de enfermedades prevenibles y donde el diagnóstico precoz es esencial para mejorar la sobrevida.
Por otra parte, si bien sabemos que estamos en el peor momento de la pandemia, también es cierto que salir de esto va a demorar un número indeterminado de tiempo y que, a pesar de que la situación epidemiológica pueda mejorar vamos a tener que convivir por años con este nuevo virus. Es probable que después de esta ola, tengamos quizás una tercera ola (y necesitemos una tercera dosis de la vacuna) y que en el futuro, todos tengamos que vacunarnos en forma anual. En ese sentido, es clave salir del “modo pandemia” y hacer todo lo posible por no interrumpir los controles de otras enfermedades, como las digestivas.
Recuperar el INCHIJAP es clave para esto. Considerando el quiebre en atención asociado al estallido social, sumado a la pandemia y ahora la destrucción del hospital, son miles de pacientes los que no han podido realizarse endoscopías, colonoscopías y otros procedimientos asociados al diagnóstico precoz del cáncer. La falta de instalaciones, ha llevado a que los diagnosticados con esta enfermedad en el centro bajen en un 85%. Esos procedimientos salvan vidas, tantas como una cama UCI para una paciente con covid.
Esperemos entonces, que el gobierno logre lo antes posible que se reintegren completamente las instalaciones necesarias para que el instituto pueda funcionar a plena capacidad. De lo contrario, el incremento de camas críticas, resultará en vano. Habremos “desvestido a un santo, para vestir a otro”, haciendo inevitable que a una ola de pacientes fallecidos por Covid19, la siga una ola de pacientes fallecidos por cáncer.