La educación ha sido unos de los pilares fundamentales dentro de las sociedades y sobre todo para el progreso de las mismas. Sin embargo, en estos tiempos podríamos afirmar que la educación que promueve un progreso estaría destinada solo a un grupo, llamémosle acomodados o privilegiados.
¿Cómo podemos fomentar la movilidad social a través de la educación como factor de progreso teniendo en consideración que existen estratificaciones? Hoy en día la educación se transformó no en un mecanismo de progreso de la sociedad, sino en querer transmitir contenidos, entregar valores o moldear personas más competentes.
La premisa no es errada, no obstante, tenemos un universo que requiere de mayor atención por parte de los lineamientos educativos. Con ello, hacemos referencia a un contexto con clases más disminuidas, requiriendo que la educación se transforme en una instancia de oficio.
La educación de carácter dual es una alternativa para que sea una especie de transporte para el progreso, la que debe comenzar por el oficio para poder profesionalizar. De esta forma, el trabajo manual se puede asentar como instrumento educativo para cierta parte de la población.
Por ejemplo, ¿de qué sirve enseñarle a Pedro lo que es una ecuación de segundo grado si probablemente jamás vuelva a tropezar con este término en su vida? Será distinto si este término lo asociamos con un oficio que a él le permita cierta movilidad social.
Juan Enrique Pestalozzi postuló: “La educación será factor de progreso si los pobres logran su independencia económica y por lo tanto hay que enseñar lo básico de las profesiones”. Tengamos en cuenta esta hipótesis dentro de las reformas educacionales, tomemos la educación con la función que realmente se merece como una relacionada al factor de progreso de toda la sociedad.
Rolando Molina Martínez
Doctor en Ciencias de la Educación.
Académico Escuela de Educación Universidad Pedro de Valdivia