El principal argumento esgrimido para preservar la autonomía constitucional del Banco Central, ha sido su actuar exitoso en el control de la inflación en el país en los últimos 30 años; es decir, sus resultados. Chile transitó, a partir de la implementación de la autonomía del Banco Central, de una inflación crónica a tasas inflacionarias sanas. Una muestra de ello, es que la inflación promedio entre 1945 y 1989 fue de 43% anual; mientras que la inflación del período diciembre 2000 a diciembre 2020 alcanzó un 3,16%.
En mi opinión, este argumento, en sí mismo, tiene peso suficiente para conservar la autonomía de la institución; dado que este constituye precisamente el mandato que tiene el Banco Central por ley: contener la inflación. Es decir, el Banco Central, con su actual institucionalidad, ha hecho bien lo que se le ha pedido.
Y lo que se ha encomendado al Banco Central no es menor. La inflación es un tema de gran relevancia, no es un concepto económico a secas -como algunos quieren hacer ver-, es un concepto de un impacto social gigantesco. En resumidas cuentas, el Banco Central autónomo ha hecho bien lo que se le pidió y lo que se le encomendó es importante. Por tanto, parece un argumento suficiente para preservar su autonomía en la futura Constitución.
Sin desconocer lo anterior, en estas líneas quiero hacer énfasis en otro punto de la discusión: la autonomía institucional del Banco Central de Chile lo ha transformado en una institución pública transparente y ejemplar.
¿Quién ha cuestionado la veracidad del IMACEC? Como sí se han cuestionado múltiples otros indicadores que entregan instituciones estatales. Que yo recuerde, jamás se ha cuestionado seriamente.
¿Quién ha señalado que en el Banco Central se emplean los famosos “operadores políticos” para pagar favores electorales? Que yo recuerde, jamás se ha realizado una denuncia sería al respecto.
Junto con el Servel (la otra institución pública autónoma por excelencia en el país), el Banco Central se ha transformado en la mejor cara del Estado de Chile: una institución profesionalizada, moderna y seria. En mi opinión, este tipo de instituciones más que ser cuestionadas en su estructuración, debiesen ser imitadas. Es decir, más que llevar al Banco Central a un modelo de funcionamiento de otras reparticiones públicas, la pregunta debiera ser, ¿Cómo y cuáles otros servicios del Estado podrían funcionar como el Banco Central?, entregando a la ciudadanía confianza y transparencia, además de buenos resultados.
Es importante aclarar que la discusión sobre la institucionalidad no es una discusión de elites con la finalidad de esquivar los temas sociales, como algunos lo quieren hacer ver. Sin duda, la política tiene como fin responder a los importantes y apremiantes desafíos sociales que el país enfrenta. Por lo mismo, si queremos ser responsables en dicha respuesta, debemos cuestionarnos cuál es la mejor manera de responder. Y sin duda, la evidencia nos señala que la vía institucional, fortaleciendo los organismos públicos para enfrentar dichos problemas y necesidades sociales, es la forma más responsable y sustentable en el tiempo de dar una respuesta. La modernización del Estado no es un tema por sí mismo: su finalidad es poder entregar mejores respuestas públicas a las necesidades de la población -lo cual nunca debe perderse de vista-, siendo la modernización una herramienta necesaria para una respuesta satisfactoria.
Es por ello que, dentro de nuestra institucionalidad vigente, pensando en una modernización del Estado, el Banco Central debiera ser un referente más que un foco de cuestionamiento.
Es importante aclarar que la autonomía de estas instituciones no implica que “hagan lo que quieran”, como erróneamente algunos esbozan. A ellas se encomienda un mandato legal que deben cumplir, el cual tiene su fuente en los poderes democráticos electos por la ciudadanía. Es decir, responden a la democracia; pero en forma tal, que, sin perjuicio de este mandato de los poderes democráticos, logran actuar con independencia suficiente respecto de éstos, no respondiendo ni dejándose presionar por elementos táctico electorales de turno.
Por último, la autonomía del Banco Central ha diversificado, o al menos atomizado levemente, el poder, restringiendo el poder clientelista de algunos operadores políticos, evitando la generación de entidades supra poderosas. ¿Se imaginan que el Ministerio de Hacienda, además de tener el control de la “billetera” fiscal, tuviese poder sobre la política monetaria o pudiese tomar decisiones de préstamo en favor del mismo Estado? En ese caso, el Ministerio de Hacienda sería mucho más poderoso de lo que hoy es, lo cual por muchos ya es considerado excesivo.
En Chile nos cuesta ver el Estado como algo mucho más allá del Gobierno de turno. A otros les cuesta no verlo como un botín. Se trata, precisamente de estas visiones lo que debemos cambiar, no al revés. Por este motivo lo invitó a firmar, brindando su apoyo, en www.bc-autonomo.cl; para unir voluntades en conservar la autonomía de nuestro Banco Central.