Recientemente, revisando algunos medios de comunicación, sorprendió enormemente que varios integrantes del Gobierno mencionaran un informe big data. Este lo habían encargado a alguna empresa externa y se entregaría posteriormente a la Fiscalía, con el fin de apoyar la investigación sobre la supuesta participación de grupos organizados y/o extranjeros en la destrucción simultánea del metro y diversa infraestructura pública, en torno a los eventos del 18 de octubre.
Este domingo 22 de diciembre apareció en un medio nacional una descripción del contenido de dicho informe. La verdad es que, técnicamente hablando, no sólo deja bastante que desear sino que dista bastante de ser un informe para una investigación y/o análisis de inteligencia, por varias razones, algunas quizás evidentes y otras no tanto:
1) Al parecer, ni el gobierno ni la empresa que realizó el informe, entienden en absoluto la tecnología de big data y sus implicaciones. Se utilizan términos de moda que suenan “bonitos” y que se han escuchado por ahí, pero que mucha gente no conoce, quizás también, para proyectar una imagen “innovadora” en la forma de realizar alguna investigación. Al parecer, mucha gente (y no sólo en el sector público) no entiende que tener “muchos datos” per se, no implica necesariamente el uso de tecnología de big data.
2) Considerando lo sensible de los eventos sociales, y la seriedad con la que se debe realizar cualquier tarea de investigación, resulta impresentable que este consista en contar tweets en redes sociales, etc sobre ciertas cuentas y/o hash-tags relacionados a eventos, o personas, o peor aun, mostrar NUBES DE PALABRAS (¡horror!), bien coloridas para que se vea “bonito”.
3) Lo anterior no sólo es inaceptable, sino que evidencia un desconocimiento absoluto sobre lo que se está haciendo y sus consecuencias. Peor aún es que alguien tratara de sacar conclusiones a partir de ese tipo de “análisis”.
4) Si uno bucea más a fondo, se puede percatar que se está tratando (sin entender) de explorar el lenguaje como generador de acción. Sin embargo, contar palabras sin contexto, realizar estadísticas de cuentas de Twitter con muchos seguidores, u otra actividad en redes sociales, dista bastante de tratar de entender el lenguaje que avale cualquier hipótesis. Es preocupante al punto de que, la próxima vez que vaya a un restaurant y comente en redes sociales una comida que me cayó “bomba”, lo pensaré mil veces de lo contrario podría quedar como sospechoso o el “terrorista del restaurant”.
A mucha gente le gustaría leer y confirmar que esto es responsabilidad del gobierno actual. Sin embargo, si uno analiza la situación socioculturalmente a lo largo de los años, se puede dar cuenta fácilmente que esto no tiene que ver con un gobierno particular, sino que es transversal a muchos. Peor aún, esta conducta de la “imagen” y de colgarse de los términos bonitos y de moda, ni siquiera es propio del sector público sino también del privado. Parte de este patrón conductual se caracteriza por “vender humo” con los temas que están de moda, por “chamullar” cuando no se sabe, con tal de “vender” (tanto venta de imagen por parte de los gobiernos, como venta de productos/servicios por parte de empresas), por hacer cosas que no se entienden y más encima intentar generar conclusiones que no corresponden.
Ejemplos existen muchos: las famosas agendas digitales de varios gobiernos, las empresas que son “expertas” en algún tema de moda (Inteligencia Artificial, Big Data, Blockchain, etc), y que usan “cajas negras” que ni siquiera entienden, etc. Incluso en varias redes sociales se aprecia a muchas empresas “vender” servicios de análisis de “redes sociales” con un nivel de “chamullo” y “charlatanería” increíble. Claramente, en beneficio de los consumidores, ¡dichas empresas deberían estar en alguna lista negra!
Más aún, hemos experimentado en carne propia cómo ciertos organismos públicos y empresas insisten en hacer “big data” o que una solución DEBE tener “Inteligencia Artificial” sin ningún sentido ni justificación, sólo porque está de moda o porque “lo pidieron así” , por nombrar algunas “joyas”.
No nos preguntemos entonces el por qué nuestros sistemas públicos y privados no funcionan adecuadamente: ¡estamos más enfocados en la imagen e instrumentos que utilizamos, en vez del problema a abordar! De hecho, quizás si un gobierno o empresa se hiciera las preguntas correctas y/o identificara adecuadamente el problema, entendería que la “venta de humo” que le están haciendo, no es necesaria, pero…
Pero esta conducta se extiende aún más. Por años, muchos organismos públicos han obligado “sutilmente” a que el resto se “contagie” con dicha actitud. Por ejemplo, si usted ha postulado, a proyectos públicos en organismos como el Mineduc (ejemplo: Mecesup), Corfo, u otros, se habrá dado cuenta de que si no incluye los términos de moda y/o no “chamulla” lo suficiente en su propuesta, lo más probable es su proyecto no será adjudicado, con excepciones, claro está. La historia ha mostrado muchas iniciativas “bonitas” y bien “chamulladas” que se financiaron, pero que no llegaron a nada, tanto en el sector público como el privado.
Nos quejamos constantemente de lo que nos transmiten los medios (farándula, publicidad, programas, etc) cuestionando su aporte, y el porqué las personas los ven o siguen. Sin embargo, aunque no nos guste escucharlo, si eso existe es porque sencillamente existe gente que lo consume y se guía por la “imagen”.
Con la misma lógica, podemos darnos cuenta de que esto se extrapola fácilmente a todo tipo de actividad. Así, si un gobierno/organización/empresa “vende” algo, usa términos “bonitos” o “de moda”… es porque existen personas que lo consumen o lo “compran”, ¡simple!
Esto no es nuevo, somos una sociedad que ha vivido de la imagen: dónde vivimos, cuánto ganamos, quiénes son nuestros amigos, qué usamos, dónde estudiamos, cómo nos vemos, etc.
Ha estallado una crisis social evidente con demandas “externas”. Sin embargo, aún no ha estallado la crisis “interna”, esa que no nos gusta, esa que a veces no queremos reconocer, y esa que, querámoslo o no, ha gatillado muchas de las “externas”.
John Atkinson Abutridy
PhD en Inteligencia Artificial, Procesamiento de Lenguaje Natural, Análisis de Textos