El prefijo neuro se ha vuelto tan popular como peligroso. Basta con ponerle “neuro” a algo e inmediatamente cobra relevancia, se torna “científico” y adquiere cierto estatus, con una categoría que lo hace difícil de cuestionar o rápidamente creíble.
La gama de posibilidades lo abarcan todo, desde el neuroliderazgo hasta la neuroseducción, pasando por la programación neurolingüística y otros inventos pintorescos que encontramos pululando por redes sociales, influyendo en la toma de decisiones en las empresas y muy particularmente, invadiendo todos los espacios de la educación, llegando incluso a las esferas más altas como ha ocurrido con el arraigado neuromito de los estilos de aprendizaje.
Es común escuchar a las personas señalar sus preferencias para aprender. Están convencidos de que ver, escuchar o hacer marcan la diferencia en su desempeño académico, aunque lo demostrado es que esas preferencias no facilitan el aprendizaje cuando son puestas a prueba en condiciones experimentales. La investigación es robusta al respecto.
Supongamos que conseguimos a un grupo de personas que se consideran aprendices visuales y les pedimos memorizar una lista de palabras. Se las presentamos de formas diferentes: representadas a través de dibujos, escritas en un listado, escuchadas a través de un audio. Esperaríamos que dichos participantes memorizaran más palabras de los formatos en que las han visualizado, ya sea porque las han leído o porque las han visto representadas en imágenes.
No es necesario suponer un resultado. Estos estudios se han realizado por años y la respuesta es que no es así. No hay mejoras en la memorización a partir de la modalidad en que se presentan los contenidos. ¿Qué implicancia tiene esto en educación?, pues muchas y la razón no es para nada trivial. La mayoría de lo que debemos aprender en la escuela se almacena en nuestra memoria a partir de su significado y eso implica pensar la educación y su diseño metodológico más allá de un proceso puramente memorístico.
Las habilidades que nos permiten recordar el color del abrigo de una persona, no necesariamente nos van a permitir comprender un contenido, dotarlo de sentido. Eso no está ligado a un modo sensorial en particular; comprender y, en consecuencia, aprender, es el gran desafío de la educación actual.
El creciente entusiasmo de los educadores por el cerebro y su funcionamiento, ha llevado a la proliferación de metodologías “cerebro compatibles” de dudosa procedencia. Prometen efectividad en el aprendizaje pero no miden sus resultados ni tienen en cuenta el contexto de la investigación en ciencias cognitivas, donde se deben controlar una serie de variables como la luz, los sonidos, la temperatura, la postura corporal, entre muchas otras que en aula no se pueden manejar. Presuponer aplicaciones directas entre el laboratorio y la sala de clases, implica no entender ni de neurociencias ni de educación.
Uno de los principales problemas de ese enfoque reduccionista es que acabará por crear resistencias, comprensibles por cierto, hacia los verdaderos aportes que la neurociencia cognitiva puede hacerle a la Educación.
Entre tanto volador de luces, promesas de resultados incumplidas y eslogan educativos vacíos, se hace difícil separar la paja del trigo y reconocer aquellos proyectos pedagógicos que sí cuentan con respaldo científico y educativo, que se han sometido a estudios de evaluación de efectividad, y que sí han demostrado su impacto en el desarrollo de aprendizajes a través de estudios aleatorios e independientes.
Uno de los que más ha llamado mi atención es el de JUMP Math (Junior Undiscovered Math Prodigies, según sus siglas en inglés) y que debido a mis actividades vinculadas a la investigación educativa, he tenido la oportunidad de conocer en profundidad. La iniciatia llegó en marzo de 2018 a Chile con el respaldo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), después de demostrar en diversos países que las mejoras en el aprendizaje de matemática de los y las estudiantes, pueden ser significativas, consistentes y sistemáticas a través del tiempo.
Uno de los focos de esta propuesta es el rol del docente como mediador efectivo: “si un estudiante no aprende, es porque hay deficiencias en la forma de enseñar y los profesores somos responsables de ello” dice su fundador, el doctor en matemáticas canadiense John Mighton, y eso es una declaración de principios. Releva la educación como un derecho, donde la escuela es garante y las y los docentes deben buscar los medios que les permitan asegurar que todo el alumnado aprenda. Así, esta propuesta metodológica asegura logros transformando el aprendizaje en un proceso activo de colaboración alumno-profesor.
Todos pueden convertirse en expertos en un área derribando el mito del talento innato y en ese sentido, matemática no es la excepción. Existe bastante evidencia acumulada al respecto. Por ejemplo, la clave del éxito de JUMP Math está en haber sabido usar, en la medida justa y de forma responsable, los conocimientos acumulados por años en ciencias cognitivas para crear un programa que expone de manera gradual y cercana a los estudiantes al conocimiento matemático, enfatizando el positivo desarrollo de la autoestima académica del alumnado, pues todos tienen la oportunidad de demostrar que son competentes y de ser reconocidos por ello.
Es así como los estudiantes se van transformando en protagonistas de su proceso de aprendizaje, forman parte de un objetivo común en alianza con sus profesores, participan activamente de la clase y comprometen tiempo para la comprensión, la elaboración progresiva de significados matemáticos y la ejercitación, pieza fundamental en todo proceso de aprendizaje. En la medida que la propuesta los expone a desafíos alcanzables, ellos van por más.
Pocas veces estamos frente a propuestas pedagógicas serias, comprobadas empíricamente y comprometidas socialmente. Experiencias como esta me devuelven la confianza en la premisa de que todo el alumnado tiene derecho a aprender con éxito, al margen de su origen o condiciones sociales, económicas, culturales o personales. Y eso, en Chile, hace mucha falta.
Evelyn Cordero Roldán PhD (c)
Magíster en Ciencias Biológicas Mención Neurociencias de Universidad de Valparaíso
Magíster en Neurociencias de la Pontificia U. Católica de Chile
Candidata a Doctora en Neurociencias de la PUC
Si quisieras profundizar más sobre este tema, te invitamos al Taller “Neurociencias: mitos y verdades sobre el aprendizaje y su aplicación práctica en la enseñanza de la matemática, para el cual puedes inscribirte en este formulario.