Con más de 60 años en la política, el senador José Miguel Insulza admite ser uno de los sobrevivientes de la Concertación que gobernó el país durante las últimas décadas. Pese a que tuvo la posibilidad de competir por llegar a La Moneda en 2009 para suceder a Michelle Bachelet, prefirió mantenerse como secretario general de la OEA, una decisión de la que no se arrepiente.
Precisamente como exmandamás del organismo internacional, cuestiona duramente la política del Gobierno respecto a la inmigración, que prácticamente sepultó las aspiraciones del presidente Sebastián Piñera de convertirse en un líder regional.
Asimismo, aunque reconoce que faltó una discusión más profunda para elegir a la abanderada presidencial del Partido Socialista, cree que Paula Narváez tiene una opción real de llegar a La Moneda pese a su bajo apoyo que evidencia en las encuestas.
Y si bien no le molesta el apodo de “Panzer”, explica que éste genera confusión en el extranjero, donde el término se asocia rápidamente al poderoso tanque alemán utilizado en la Segunda Guerra Mundial. Aclara que el sobrenombre se lo puso un periodista a un grupo de ministros que asumió en el gobierno de Frei, a propósito del temible equipo de Santiago Wanderers de fines de la década del sesenta.
Hoy, en estilo Panzer, el senador apunta a Piñera y asegura que si bien ha sufrido duras críticas e insultos por parte de políticos como Pamela Jiles y Daniel Jadue, se lo toma con humor, recordando el episodio que vivió con el fallecido líder venezolano Hugo Chávez, con quien -cuenta- terminó siendo amigo.
Retiro del 10%
La discusión en el Congreso en las próxima semana estará marcada por el proyecto del retiro del 10% ¿a favor o en contra?
– Yo inicialmente estaba bastante en contra, porque en realidad la gente está sacando sus fondos, esa es plata de la gente, no es plata del Gobierno. La gente está sacando su dinero personal de cuentas personales, y por lo tanto eso tarde o temprano lo va a perjudicar y son tres retiros ya, o sea ya estaría un tercio de los ahorros previsionales yéndose a las pailas. Entonces, eso lo hace que sea complicado decir que sí. Pero también cierto que el Gobierno tuvo la oportunidad esta vez de impedirlo si hubiera hecho lo que correspondía hacer, que era por esta vez, por la coyuntura muy complicada en que estamos ahora, hubiera terminado con las focalizaciones y las condiciones y las letras chicas y hubiera dado un buen ingreso familiar y un buen bono para toda la gente que está en el 90% menos privilegiado de la sociedad.
La gente quiere sacar su plata y no quiere hacer más trámites y eso es lo que hoy día le da mucha fuerza al tercer retiro. Yo lo voy a votar a favor, si es que llega porque está todo el tema del Tribunal Constitucional, pero si es que llega voy a votar a favor sobre todo por la gente en sectores medios, porque los sectores con menos ingresos ya retiraron su plata en su primer y segundo retiro. Esto ya no es para el mundo en la pobreza, no, esto es para el mundo de clase media que quiere retirar su plata, y yo no estoy por decirles que no esta vez.
¿Cree que el Gobierno se ha farreado mejorar su imagen que logró con el plan de vacunación con su negativa al retiro del 10%, la relajación de las medidas, el regreso a clases, por ejemplo?
– Sí. Voy a ser bastante más benévolo en lo que ha pasado con la pandemia, porque en realidad se ha dicho mucho que este es un gran fracaso de la estrategia del Gobierno y en alguna medida es cierto, porque es el Gobierno el que está obligado a prevenir a la gente de lo que podía ocurrir. La pandemia no se había terminado ni mucho menos y el Gobierno encabezó esto, empezamos a actuar como si se estuviera terminando. Y eso para el Gobierno ha sido fatal, la caída en las encuestas en cuanto al manejo de la pandemia de 19 puntos desde hace dos semanas, la verdad es que es claro que la gente le achaca al Gobierno el fracaso. Ahora, yo no creo que solamente el Gobierno, creo que todos cantábamos glorias al fin de la pandemia y de repente nos llegó como un mazazo.
¿Debe seguir en el cargo el ministro Enrique Paris?
– Yo creo que sí, tengo una muy buena opinión del doctor Paris, él ciertamente no es el zar de la pandemia, tiene que consultar con el Presidente de la República, con otros ministros, y todos ellos están de alguna manera obligados a seguir en la opinión pública. La opinión pública se forja de distintas maneras, y en este país al margen de la gravedad que tiene la situación y determinadas situaciones, vivimos una cierta psicosis de pandemia. No se habla nada más que de la pandemia en la radio, en la televisión, en los diarios, el tema es la pandemia y yo diría que es raro que el boletín que saca todos los días el Gobierno a mediodía en televisión tenga los más altos ratings. Todo el mundo está expectante a ver qué dice el ministro, entonces no podemos echarle la culpa a una persona, es un facilismo típico y muy negativo.
Hay sectores como el Frente Amplio, que están planteando una acusación constitucional contra el ministro Paris y el presidente Piñera, ¿qué opina de eso?
– Este país necesita tranquilidad, todo el mundo anda muy nervioso y de mal carácter. Entonces aquí el mundo político que quiere exacerbar esos odios francamente es muy irresponsable. No, mantengamos la calma, yo no tengo ningún problema en decirle que no al Gobierno. No es que me voy a poner blando con el Gobierno ni mucho menos, pero tengamos en cuenta cómo está la gente, la gente está muy irritada, entonces porqué tenemos que seguir dándoles motivos de pelea. Hay gente que disfruta esto, hay gente que le encanta, pero al país le está afectando mucho.
¿Cree entonces que hay un sector político que le falta la madurez o la experiencia política de personas que llevan un tiempo como usted?
– Bueno sí, pero no me pida que le empiece a nombrar en quienes pienso, están en los diarios, están en discusiones. Lo que nosotros no podemos hacer es quejarnos solamente cuando alguien, ya sabes bien a quién me refiero, insulta a otro. A mí la señora Jiles por ejemplo me insultó la otra vez, entonces todos solidarizaron conmigo y yo lo agradezco mucho, pero no podemos dejar de reconocer que eso ya existe en nuestra sociedad y no es pequeño. Serán el 25% los que están rompiendo cosas en las calles, que están apedreando y quemando buses, los que están insultando a los demás, que existen, desgraciadamente es un fenómeno en nuestra sociedad, entonces si nosotros no somos capaces de separar aguas con ellos, porqué nos quejamos cuando insultan a alguien. Alguien invitó el otro día a una reunión de candidatos de la oposición a doña Pamela Jiles y todo el mundo sabe lo que representa y ella está muy orgullosa de representarlo además y lo dice de manera abierta. Entonces no podemos tener un discurso que un día la criticamos y la excluimos y al día siguiente la invitamos.
Los insultos y el recuerdo con Hugo Chávez
¿Y qué opina de Pamela Jiles?
– En lo personal yo no la conozco más que cuando voy al Congreso, yo no hubiera conversado nunca con doña Pamela Jiles. Solamente digo que ella busca representar un sector importante de la sociedad chilena, que es un sector profundamente irritado, profundamente molesto con todo. Ella quiere representar a esa gente y sabe que ahí hay un electorado potencial, porque muchas de esas personas no votan. Un electorado potencial que están peleados con la sociedad y sobre todo con la política y el Estado, y ella les dice lo que quieren escuchar.
¿Y es peligroso ese tipo de figuras en la política, pensando en populismos como Bolsonaro o como Trump que se toman de la indignación ciudadana para hacer política?
– Creo que sí, porque hoy día en el mundo viven casi 8 mil millones de personas, la población mundial se ha triplicado desde la Segunda Guerra Mundial hasta ahora. Entonces estamos más hacinados y más juntos todos, y tenemos que encontrar formas mejores de convivencia. Y si la forma de convivencia que encontramos es ladrarnos unos a otros, realmente el mundo no va en una buena dirección. Lo peor de todo es que hablan del pueblo como si ellos fueran el pueblo y eso es lo más peligroso. Lo más peligroso es cuando unos se arrogan el derecho de hablar a nombre del conjunto de la sociedad, eso evita las negociaciones y evita los diálogos y los encuentros, y eso es propio de las dictaduras, más que de las democracias.
Alguna vez usted dijo que Daniel Jadue no muestra un compromiso con la democracia, no así Joaquín Lavín. Si hubiera una segunda vuelta entre ambos, pensando en que son los que más marcan en las encuestas ¿por quién votaría?
– Yo creo que el candidato por quien yo vote tiene que tener un compromiso con mantener el sistema democrático representativo que existe, eso sí que estoy de acuerdo, pero no votaría por alguien de derecha de ninguna manera.
Lo que pasa es que Jadue fue particularmente duro con usted y derechamente lo insultó.
– Sí, pero mi problema no son los insultos. Yo terminé siendo bastante amigo del comandante Hugo Chávez y también me insultó por los micrófonos… (ríe) Esas cosas en la política se pueden reparar y se pueden olvidar, pero yo lo que necesito es un Presidente que me dé la seguridad de que vamos a seguir teniendo un Estado democrático, y democrático significa con pluralismo político, con libertad de opinión, con organizaciones que compiten lealmente por el gobierno, con elecciones limpias. Para mí es una cosa esencial que me den garantías de eso, ahora el problema está que hay gente que probablemente me podría dar garantías de eso, pero al mismo tiempo va a mantener las desigualdades que existen en el país, y yo no entré a la política por la democracia, yo entré a la política por la pobreza, mis primeros pasos fueron en unas tomas en la población Santa Adriana. Por eso si me dice que va a ser alguien que va a ser elegido democráticamente pero que va a tratar de mantener el sistema económico que existe hoy día, yo le digo que a mí no me sirve tampoco.
¿Y cree que esa seguridad no la da Jadue?
– Creo que Jadue en realidad no se ha dado a conocer suficientemente porque se mete a cada rato en peleas chicas, pero en realidad nunca he descartado a nadie a priori, no me parece justo, no me parece, incluso aunque haya pertenecido a organizaciones políticas y haya estado adherido a sistemas que ciertamente negaban la democracia. Yo quiero saber cuál es la propuesta que hay para el país, y ya que me está preguntando cosas difíciles, creo que la gran pregunta acerca de si en este país estamos divididos en dos o si tenemos tres tercios, como se dice ahora, la pregunta es si el tercio de la izquierda progresista, al cual yo pertenezco, y el tercio que encabeza el partido comunista son capaces de entenderse, está dado por un compromiso político muy claro en torno a objetivos democráticos.
Entonces va a ser clave lograr una alianza.
– Alianza o segunda vuelta, las cosas son posibles.
Muchos han dicho que un proyecto programático va a ser lo principal más que la figura.
– Claro, pero un proyecto programático en serio, con un trabajo de programa como los que hacíamos antiguamente. Recuerdo que en el tiempo cuando se eligió a Eduardo Frei, se gastó gran parte del tiempo en el programa, el programa del segundo gobierno de la presidenta Bachelet el mayor drama vino cuando el presidente de uno de los grandes partidos dijo que no se había leído el programa, entonces es un compromiso político, un acuerdo programático, un proyecto nacional.
La inmigración y el fracaso de Piñera como líder sudamericano
Dentro del escenario internacional, uno de los principales problemas que se ha evidenciado ha sido la inmigración ¿qué opina de lo que sucedió en Colchane, por ejemplo?
– La foto de la gente vestida con overol blanco desfilando hacia un avión mientras miraban tres ministros dio la vuelta al mundo. Ahora, esa no es la política migratoria chilena, la ley migratoria es bastante buena, tiene algunos defectos probablemente, pero es una buena ley, le da una cantidad enorme de derechos a los trabajadores migrantes, pero al mismo tiempo cuando hacemos una chambonada como el plan Colchane y las expulsiones, fue un desastre. Se pudo haber hecho lo mismo sin necesidad de salir a exhibirse en la prensa y salir a hacer todo tipo de tonteras. Se lucieron para los chilenos que es la noticia del día, que después será otra, y al final nos dejaron como la mona en el mundo entero.
¿Hubo un intento político de quedar bien con un sector de la población más de derecha?
– Sí, claro. Pero también hay ganas de tratar de apuntar a un electorado que no es de derecha pero que está también muy complicado con la migración. Fíjese que en Chile hace cinco años la migración era entre un 1 y un 2 por ciento de la población del país, hoy día son el 8 por ciento, es un cambio bien brutal que hoy día se ve en la calle a cada rato. Eso ha cambiado mucho la faz del país y hay mucha gente que eso lo asusta por razones de empleo y por todos los mitos. Soy senador por una región donde eso está muy vivo, es una región con chilenos que ha vivido toda su vida mezclados con los peruanos y los bolivianos sin ningún problema, y de repente se empiezan a asustar con la llegada de otros y le echan la culpa de todo. Ciertamente los migrantes cometen delitos, sí, los cometen como los chilenos y tal vez menos, pero es mucho más notorio porque lo primero que pasa cuando hay un delito cometido por un migrante es decir de qué nacionalidad es.
¿Qué tanto influye la situación de Venezuela en la inmigración masiva que se evidenció en Sudamérica?
– Yo creo que la situación de Venezuela influye, pero no olvidemos que los venezolanos están aquí porque el Presidente de la República los mandó a llamar o nos hemos olvidado de la Visa de Responsabilidad Democrática. Claro, cuando yo hablé con el presidente de este asunto hace unos 9 meses atrás, él me decía ‘pero mira, han llegado más de mil profesionales médicos, por ejemplo’. Cierto, los primeros que llegaron eran gente de recursos que tenía cómo venir acá, llegaban en avión y migraban a Chile, pero la gente hoy día han salido de Venezuela como 6 millones de personas y muchos se vinieron prácticamente a pie como pudieron, y ahí entramos al tema de los ilegales.
La misma gente de allá de Colombia, de Perú y de Ecuador, nos decían que cuando les preguntaban ellos decían ‘nosotros vamos a Chile’, y venían porque había mucho venezolano acá. Si se va a ir a otro país, pregunta dónde está su hermano, su primo, sus amigos, entonces los mandamos a traer y además se daba una Visa de Responsabilidad Democrática y nadie se dio cuenta de eso. Pero como decía un querido amigo mío, el excanciller de Argentina Dante Caputo, ‘una cosa es no verla venir y otra es mandarla a traer’, nosotros la mandamos a traer y no le echemos la culpa a nadie más que a nosotros mismos y la responsabilidad aquí es del Presidente de la República y de su invento de la Visa de Responsabilidad Democrática.
Frente a esta situación de la inmigración ¿falta una respuesta comunitaria en Sudamérica como lo hizo en su momento Europa?
– Aquí desgraciadamente ha sido cada uno por su cuenta. Ahora, claro, nosotros hemos dicho muchas veces. Pero el Gobierno ahí nuevamente reaccionó de manera destemplada, confiando en la reacción de opinión pública, porque el Presidente es adicto a ese tipo de cosas. No se olvide de Cúcuta, cuando fue a pararse a la frontera. Nosotros le dijimos que no fuera, se lo suplicamos que no fuera, pero se fue allá y claro, las encuestas decían que el 67% estaba de acuerdo con él. Hoy día todos están de acuerdo que fue una gigantesca torpeza. El mundo político tiene la obligación de ver el ritmo de la opinión pública, pero la opinión pública en estas cosas es muy variable, uno tiene que actuar también más de acuerdo con sus principios y no dar ese tipo de imágenes, hay una falta de templanza por parte del Gobierno, creo yo.
¿Cómo afecta el tema de la inmigración ilegal en la imagen internacional que Piñera intentaba proyectar con ir a Cúcuta y liderar el Prosur?
– El Prosur, como ellos mismos lo definieron inicialmente como una forma de coordinación, hoy día se reúne poquito. La Unasur era una gran organización ¿por qué se perdió? Yo quiero ser bien franco en esto, esto tuvo que ver con la tozudez del gobierno de venezuela, del señor Maduro, de no aceptar una conciliación para un nuevo secretario general que estaba además en carpeta que lo había propuesto Chile, que era el embajador de Argentina en Chile en ese momento, José Octavio Bordón, una persona de ideas más bien de centroizquierda y sin embargo no lo quisieron aceptar, quisieron imponer el suyo, lo acompañó Bolivia el gobierno del presidente Morales, pero ellos no eran el problema. Entonces como resultado la Unasur estuvo acéfala como un año y medio y de eso se aprovecharon para en la práctica deshacerse de ella y nos quedamos sin un organismo latinoamericano con espaldas que fuera capaz de resolver los problemas, ese organismo hizo falta hoy día, hizo falta la Unasur de Bachelet para conversar y discutir el tema migratorio.
¿Y a la OEA qué rol le cabe?
– Bueno, la verdad que sobre la OEA no hablo y le voy a explicar por qué. Porque esta es una sana práctica en la OEA y en Naciones Unidas, de que el secretario general que se fue no cuestiona ni apoya al que llegó y eso lo he hecho en los últimos cinco años desde que me vine y me abstenido de opinar sobre la OEA porque no quiero cometer la irresponsabilidad de meterme en batallas de la OEA porque ya no soy secretario general. Cuando yo llevaba como ocho años en la OEA invité a César Gaviria, que había sido secretario general antes que yo, a encabezar la primera misión electoral en México, y él me preguntó porqué había pensado en él y yo le dije ‘porque no has hablado de la OEA en los últimos ocho años’, y eso yo se lo agradecía.
Volviendo a la pregunta anterior ¿fracasó el intento de Piñera de mostrarse como un líder regional?
– Sí, yo creo que sí. La verdad es que él se ha quedado mucho en esto y es una tontera porque en realidad el escenario era favorable, él era visto como un político moderado de derecha, entonces no estaban los Bolsonaro, los Duque, los Trump. Y la verdad que Piñera en eso se equivocó mucho, podría haber hecho un papel mucho mejor desde el punto de vista internacional en una posición más moderada, pero él prefirió mostrarse duro para la opinión pública chilena olvidando una vieja máxima que tenemos todos los especialistas en relaciones internacionales, que la política exterior a la hora de votar, no importa mucho. La gente habla mucho de la política exterior, que Venezuela, que aquí, que allá, pero cuando vota, vota mucho más con el corazón y con el bolsillo.
¿No ve entonces a Piñera en un cargo internacional?
– No, no creo. Alguna organización internacional de derecha lo invitará, los expresidentes son bastantes cotizados además, pero no lo veo de secretario general de la OEA, ni mucho menos en Naciones Unidas.
¿Por qué Michelle Bachelet y figuras de la Concertación como usted, por ejemplo, lograron llegar a cargos internacionales y Piñera no, pese a que terminó de buena forma su primer gobierno? ¿Qué los diferencia?
– No voy a comparar, además siempre se olvidan de Juan Somavía durante muchos años como director general de la Organización Internacional del Trabajo, la OIT… ¿Por qué? porque el país nos prestigiaba, lo que estaba ocurriendo en Chile a la gente en su mayoría le gustaba y eso repercutía. Claro, no negaré también los merecimientos personales, pero la verdad que nosotros veníamos de un país el cual todo el mundo miraba con entusiasmo. Mire, en ambos casos, el mío y el de la presidenta Bachelet, hubo gente desde adentro de Chile y desde afuera que se opuso, pero nadie ni siquiera los consideró. Era relativamente obvio que viniendo del Chile democrático, teníamos un gran punto a favor, pero desgraciadamente eso no ocurre ahora porque hemos cometido demasiados errores.
El estallido social
¿Ese prestigio se perdió con el estallido social?
– Yo diría que la gente quedó muy perpleja con el estallido social, porque el estallido social puso el énfasis en dos cosas importantes, uno el hecho que el país había crecido pero al mismo tiempo manteniendo las desigualdades que teníamos, y segundo, que había una confrontación política complicada, porque más allá de lo que dicen ‘no son 30 pesos, son 30 años’ y otra serie de cosas, sin duda que con un gobierno de centroizquierda no habría ocurrido lo que ocurrió en octubre de 2019. Entonces se percataron que eso existía, que no solamente había desigualdad, sino que había un descontento sobre todo en los sectores importantes de la sociedad. No percibían otros problemas que hemos tenido después, que el aumento de la violencia y la delincuencia, eso no fue mirado con esos ojos el 17 de octubre, sino como una protesta social válida e importante, y yo diría y la forma en que salimos al paso de ella, con la convocatoria a una Asamblea Constituyente y con el acuerdo del 15 de noviembre, fue bien admirado en el mundo y todavía mucha gente no se convencía que esto iba a tener una salida pacífica.
Nuevamente Chile resolviendo pacíficamente sus problemas, tal como ocurrió con el fin de la dictadura.
– Claro, esas es una esperanza que hay. Por eso yo tengo una cierta preocupación con la violencia, porque como decía, hay un sector importante de la población que practica la violencia hoy día, eso es real, y son demasiados como para pensar que alguien los va a reprimir o los va a meter presos. Tenemos que preocuparnos de eso como un problema social.
¿Y hay un mea culpa por parte de los Gobierno de la Concertación, en donde usted hasta 2005 fue ministro, en lo que sucedió con el estallido social?
– Que bueno que se recuerde que fue hasta 2005 no más. Creo que los primeros 20 años de la Concertación, los primeros cuatro gobiernos, fueron un periodo extraordinario en la historia de Chile, pero ciertamente nos quedamos sin agenda, los derechos humanos ya eran reconocidos por todo el mundo, la pobreza había disminuido sustantivamente, la forma de los servicios sociales había mejorado, etcétera, pero ahí en donde los progresistas deberíamos haber hecho algo un poco más allá. Francamente el gran problema del periodo Concertación, es que a pesar de la gran voluntad de la presidenta Bachelet, que fue por un segundo periodo, no había ánimo de realizar reformas políticas y económicas en el país que eran muy indispensables. Yo respondo y defiendo desde el comienzo del gobierno de Patricio Aylwin hasta el final del primer gobierno de Bachelet, el segundo gobierno de Bachelet se produjo por Bachelet, porque nosotros no teníamos la unidad mínima dentro de la coalición, pero Bachelet tenía un inmenso carisma y corrimos todos detrás de ella porque con ella íbamos a ganar de nuevo, pero cuando ganamos no se supo qué hacer.
¿Qué cambios faltaron por hacer? ¿el tema previsional, quizá? Porque hubo una reforma que Bachelet presentó pero no fue suficiente.
– Claro, efectivamente faltó no una reforma constitucional, que ella trabajó en ello pero se entregó el proyecto muy tarde. Mire, este es un país medio ridículo, que un importante número de chilenos figuren en las encuestas unos tres o cuatro entre las personas más ricas del mundo, porque por último en términos de envergadura, de tamaño, nosotros no tenemos tamaño para eso. Tenemos mejor ingreso per cápita, por cierto, que Brasil o que México, pero Brasil tiene doscientos millones de habitantes y México tiene como ciento treinta millones. Y sin embargo ahí estamos colocados al medios, entonces eso era algo que evidentemente en algún momento iba a tirar un problema, cuando hay muchos menos pobres, cuando el país crece y hay una clase media, llamada “clase media”, estamos hablando de gente que anda en los setecientos, ochocientos mil pesos mensuales, bueno esa gente dice ‘bueno, estamos creciendo al seis por ciento o al siete por ciente, dónde está mi parte’. Y cuando el crecimiento se hace más bajo, porque en los últimos años por distintas razones el país había crecido poco, eso va frustrando cada vez más a gente que creyó que habiendo salido de la pobreza iba a pasar a una vida mejor. Y eso no lo percibió nuestro mundo en los últimos años, no se dio cuenta de eso.
¿Cuando dice “nuestro mundo” se refiere al mundo político?
– El mundo político, sí. Creo que hay una separación clara y esto es desde antes, hoy día decimos que con el voto voluntario y la inscripción universal vota como un 53 por ciento de la gente, y la verdad que eso había comenzado a ocurrir antes, a fines de la década del 2000. Lo que pasa es que había inscripción voluntaria, entonces los que no se inscribían eran muchos y cuando los inscribimos automáticamente, simplemente no vinieron a votar, siguieron no participando.
¿Es un síntoma de esa falta de conexión que se votara con una amplia mayoría una Convención Constituyente sin políticos? Aunque sabemos que hay varios postulando.
– Yo creo que el resultado de la Constituyente va a demostrar que el sistema político todavía funciona. No creo que vaya a salir demasiada gente al margen del sistema político, pero creo que estamos en una situación que efectivamente cuando hay un mundo político que funciona, que opera, que existe, que está en los diarios, y una realidad social bastante distinta, tarde o temprano chocan. Ahora, eso se controla, se maneja como ocurrió el 2019.
¿Se siente un sobreviviente de la Concertación?
– (Risas) Bueno, yo diría que efectivamente. No soy el único, habemos otros que no voy a mencionar que estamos en el Senado y en otras partes, pero efectivamente sí, yo vengo de tiempos distintos, de la gran esperanza de los años setenta, de la dictadura larguísima y del Plebiscito de la Concertación, entonces esas cosas me han marcado y he aprendido que hay que estar muy pegado a lo que la gente piensa, lo que busca y quiere, y tratar de interpretarlo racionalmente, porque eso es lo que falta. No se trata de tener dirigentes que cuando hay una tremenda gritería en la calle se ponen al frente y van gritando lo mismo que los otros. En eso hemos fracasado bastante en el último tiempo.
¿Cuánto van a influir los resultados de los constituyentes en las Presidenciales?
– Van a influir todas, no solamente la constituyente, sino también los alcaldes que son la columna vertebral de la política. La clase política, en el sentido de la tropa, está en los municipios, no se eligen muchos concejales independientes, los que están ahí son del mundo político y esos también hay que considerarlos. Los Constituyentes van a influir y yo espero que la Asamblea Constituyente realmente sea un lugar donde se razone y se escriba y se decida en función de los intereses mayores del país, pero el mundo que eligen los municipios es el que se queda dando la pelea presidencial después.
El error del PS en la designación como candidata
¿Y qué pasa con Paula Narváez, la candidata del Partido Socialista? Porque no logra despegar en las encuestas.
– Lo que pasó con Paula Narváez es que contrariamente a lo que pensaba yo y otros, incluso el presidente del Partido, que sugerimos que hubiera un proceso de inducción y de presentación y con muchos grupos sociales interviniendo que culminara con el nombramiento de nuestra candidata, como era candidata prácticamente única, algunos decidieron proclamarla de inmediato, entonces un gran festejo para el nombramiento de Paula Narváez se cambió por una reunión del comité central, y eso hizo que partiera con más dificultad. Pero yo miro las cifras desde un punto de vista positivo, yo creo que va subiendo en el conocimiento público, va teniendo presencia pública y eso se va a notar. Y si nosotros tenemos buen resultado en la primaria de la Unidad Constituyente, ella tiene una posibilidad importante de ser Presidenta de la República.
La verdad que nosotros estábamos acostumbrados a los presidentes que se imponían por presencia. Aylwin fue el único que no, porque Aylwin fue producto de las negociaciones, una discusión y finalmente todos llegamos a la conclusión que lo mejor era él, pero si usted se coloca en lo que se hablaba en el año 89, no era Aylwin el obvio, pero Frei, Lagos y Bachelet eran obvios. Hubo procesos pero nadie jamás los amenazó siquiera, no olvidemos la impresionante votación que sacó Bachelet en la primaria cuando fue candidata por segunda vez. Hoy día no es así, nadie se impone por presencia.
¿Para Narváez es suficiente el apoyo de Bachelet? Porque desde afuera se ve como una candidata designada más que aclamada.
– No, no es así, esto fue una carta con alguna propuesta que una cantidad de gente se planteó y conversó y finalmente le pidieron su firma también a la expresidenta Bachelet y ella firmó y eso hizo la diferencia, reconozco que hizo la gran diferencia, pero no fue una diferencia programada, no fue calculada. No, no fue pensado así. Creo que le ayudó a Paula para partir arriba, pero que al mismo tiempo eso debería haberse transformado en un proceso más participativo. Lo que ella ha hecho en los últimos tres meses, es algo que debió hacerse probablemente antes de que fuera designada candidata.
¿Le gusta Paula Narváez como candidata?
– Sí, me gusta, tengo una buena opinión de ella. Ella es mi candidata, seguramente si hubiera habido una primaria con otros y habiéndome yo retirado, yo habría votado por ella dentro del Partido Socialista, de todas maneras, creo que es la que mejor nos puede representar.
¿Cree que a usted le faltó llegar a la Presidencia dentro de su carrera política? ¿Es un tema pendiente para usted?
– Todo el mundo habría querido alguna vez hacerlo, pero yo decliné mi posibilidad en una decisión racional el año 2009, que fue cuando era fijo como candidato socialista y dije que no, que me iba a quedar en la OEA, y después se ha hablado de nuevo, se ha intentado, pero el gran momento era 2009. Yo estaba convencido, y lo digo ahora, que ahí tenía que repetir Lagos, que no era yo el llamado tampoco, pero al margen de eso, yo decliné y no me he arrepentido. Recuerdo que cuando me llamaron de Santiago que Lagos había retirado su candidatura, yo conversando con un querido amigo él me dijo ‘mira, si te vas a quedar en la OEA, lo importante es que cuando ya seas mucho mayor, no te estés arrepintiendo diciendo por qué no lo habré hecho’ ¿Y quiere que le diga algo? no me he arrepentido nunca de lo que decidí, nunca.
Siempre repito la frase de un beisbolista americano al cual le preguntaron una vez qué es lo mejor que le había pasado en esa actividad, y él dijo ‘lo más importante en la vida es estar ahí’, y a mí lo que me importaba en la política es estar ahí y yo llevo sesenta años en ella y no he pensado nunca en irme de ahí y eso me ha hecho muy feliz, con dolores y problemas, pero no tengo nada que diga por qué no lo habré hecho de otra manera.
¿Y en qué momento usted pensaría en dar un paso al costado?
– Bueno, yo termino en cuatro años más, en 2026, y sí, probablemente sea como mucho tiempo. Pero no voy a hacer otra cosa, me gusta, me levanto contento y lo hago todos los días igual y sigo trabajando todo lo que puedo.
En el fondo esto ha sido su vida…
– Más que la de ninguno, porque yo tengo muchos amigos en la política, amigos y adversarios, que en algún momento determinado han decidido dar un paso al costado y que han dicho varias veces ‘creo que me voy a dedicar a otra cosa’, anuncian por los diarios que se van a dedicar a otra cosa. Yo nunca he anunciado que me voy a dedicar a otra cosa, o sea por lo menos denme el beneficio de la consistencia.